Home

Mundo

Artículo

| Foto: A.P.

ESTADOS UNIDOS

Trump: lobo con piel de lobo

Con dos mujeres y un negro en su gabinete, el próximo presidente de Estados Unidos trata de darle un aire incluyente a su gobierno. Pero el verdadero poder está en manos de hombres blancos, conservadores y tan ricos como él.

26 de noviembre de 2016

Después de ganar las elecciones, Donald Trump ha tratado de mostrar su cara más amable y conciliadora. Dijo que es “un honor” conocer a Barack Obama y llamó “joya mundial” a The New York Times, que tanto ha criticado. También, se echó para atrás en su promesa de encarcelar a Hillary Clinton. Sin embargo, sus decisiones administrativas apuntan en la dirección contraria. Con los pocos nombramientos que lleva, el magnate ha demostrado que, a pesar de vestirse ahora con piel de oveja, sigue siendo el mismo radical que mostró ser durante la campaña.

La última semana, Trump quiso mostrar que su gabinete sería diverso y con tal fin nombró a dos mujeres. La primera, Nikki Haley, es una exgobernadora de Carolina del Sur descendiente de inmigrantes indios que será embajadora en la ONU. La segunda, Betsy DeVos es una generosa contribuyente de la campaña republicana que desde enero será su secretaria de Educación. La noticia sorprendió no solo porque esos nombramientos rompieron el paradigma de hombres blancos que llevaba hasta entonces el equipo de Trump, sino porque Haley había criticado repetidas veces al magnate. Además, Trump anunció al cirujano Ben Carson, el único negro que compitió por la candidatura republicana, como secretario de Desarrollo Urbano, su cuota afrodescendiente en el equipo.

Sin embargo, estos personajes parecen más elegidos para aparentar un gobierno incluyente que por sus cualidades para el cargo. DeVos es una millonaria heredera de un tradicional clan republicano que ha apoyado la iniciativa de fortalecer los colegios privados por encima de los públicos, pero cuyos conocimientos en esa cartera son casi inexistentes. Por su parte, Haley no tiene experiencia diplomática alguna y Carson es un primíparo en el sector público y como médico no tiene por qué saber de urbanismo.

Además, es diciente que Trump haya destinado los funcionarios de diverso género y origen étnico, así como los más moderados, a los cargos más lejanos a la Casa Blanca, mientras los puestos más cercanos son todos de hombres blancos de ultraderecha.

Entre ellos Stephen Bannon es el más prominente. Como director de Breitbart News, el futuro jefe de Estrategia de la Casa Blanca se convirtió en el gran portavoz de la extrema derecha. No en vano el exlíder del Ku Klux Klan, David Duke, celebró que Trump lo nombrara jefe de campaña en agosto. Las funciones del jefe estratega no están bien definidas y en la práctica funciona más como un asesor muy cercano a la Presidencia. Pero es claro que Bannon será quien le hable al oído al presidente Trump, una posición relevante.

Y si eso resulta poco, Trump también nombró fiscal general al senador Jeff Sessions, conocido por sus posturas racistas. Preocupa que el hombre encargado de hacer cumplir la ley se haya opuesto en 2009 a una norma para acabar con los crímenes raciales. También que el designado director de la CIA, Mike Pompeo, sea un recio crítico de Hillary Clinton y un político de extrema derecha. Trump se quiere rodear de personajes que apoyen sus posturas radicales. Como Wilbur Ross, un millonario empresario en el negocio del acero a quien Trump eligió para ser el secretario de Comercio. Ross se declaró en contra de los tratados de comercio y las importaciones chinas (que además afectan su negocio).

La excepción a la norma es Reince Priebus, quien hace parte de la estructura tradicional republicana moderada y asumirá como jefe de Gabinete, un puesto importante. Pero su nombramiento parece tener más que ver con premiar su lealtad incondicional durante la campaña.

Los nuevos gestos amigables de Trump son una cosa, pero los hechos muestran otra muy distinta. De guiarse por su equipo, se puede decir que su Administración va a ser tan peligrosa como se temía. No solo una ‘primiparada’ por su inexperiencia en muchos aspectos, sino una verdadera apología a las políticas más radicales.