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GIRO A LA DERECHA

Con el resultado de las elecciones municipales españolas, José María Aznar dio un nuevo paso hacia la conquista del poder.

3 de julio de 1995

SI NO HUBIERA SIDO POR su desempeño en las poblaciones rurales, el Partido Socialista Obrero Español -Psoe- del presidente del gobierno Felipe González hubiera quedado al borde de ser expulsado del poder. Pero esa circunstancia no fue suficiente para disminuir la sensación generalizada en España, según la cual la pregunta no es si José María Aznar llegará algún día a despachar desde el Palacio de La Moncloa, sino cuándo.
El derechista Partido Popular, de Aznar, se puso en esa situación al ganar las elecciones en 10 de las 13 regiones autónomas en las que se efectuaron votaciones y en 40 de las 50 capitales de provincias. En términos de porcentaje, el resultado distó, sin embargo, de ser una barrida: El Psoe logró salvar la cara con un 30,8 por ciento, mientras que el Partido Popular consiguió el 35,2.
La razón de la trascendencia del resultado es que, a pesar de que sólo se renovaron las autoridades municipales de todo el país y a 13 de las 17 regionales, el Partido Popular e Izquierda Unida (heredera de los comunistas) plantearon los comicios como una verdadera primaria, y enfocaron sus campañas hacia un juicio no a las administraciones lugareñas, sino al gobierno central. En esas condiciones, es claro que si las elecciones generales tuvieran lugar ahora, Aznar sería el seguro presidente (primer ministro) del gobierno.
Pero González es un viejo zorro de la política y sabe que en juego largo al menos a veces hay desquite. El presidente sabe que tiene por lo pronto asegurado el apoyo parlamentario de los nacionalistas catalanes dirigidos por Jordi Pujol, presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña, lo que le permite mantener una precaria mayoría parlamentaria. Por eso, González confía en no tener que convocar a elecciones hasta la fecha obligatoria, que ocurrirá en el primer trimestre de 1996.
Pero hay dos factores que podrían echar por la borda esas esperanzas: que los nacionalistas catalanes -que sufrieron ellos mismos una derrota en la alcaldía de Barcelona- decidan replantear su alianza con el Psoe, y que los escándalos de corrupción que han afectado a su gobierno crezcan en cantidad y calidad.
Eso puede suceder, pero por ahora los socialistas están buscando responsables para la derrota. Entre tanto, Aznar y sus allegados celebran más bien calladamente. Porque sin prisa pero sin pausa, se preparan para subir el último peldaño hacia La Moncloa.