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El presidente de Argentina, Néstor Kirchner, ha tratado de bajarle el tono nacionalista a la discusión

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Guerra de papeles

Lo que empezó siendo una causa ecológica hoy tiene en jaque las relaciones diplomáticas entre Uruguay y Argentina y, de paso, al Mercosur.

4 de marzo de 2006

Las declaraciones van y vienen, el tono aumenta o, como ocurrió la semana pasada, se recuerda que los países son "hermanos" y "amigos". El presidente de Argentina, Néstor Kirchner, instó a su homólogo uruguayo a suspender las obras de dos plantas de papel en Fray Bentos, Uruguay, durante 90 días, para que una organización independiente haga un estudio de los riesgos ecológicos de las fábricas, a la vez que atacó los "nacionalismos vacíos de contenido". El gobierno charrúa aseguró que no pueden exigir la interrupción del proyecto, por ser una iniciativa privada.

El agarrón entre vecinos, que viene de meses atrás, se debe a la construcción de las fábricas de papel. Ambientalistas denunciaron una gran amenaza para el río Uruguay, por las altas emanaciones del cloro que se usa en el proceso de blanqueamiento del papel. Pero el tema pasó de ser una preocupación de ecologistas a una cuestión política con un peligroso tinte nacionalista. Figuras reconocidas, como el escritor uruguayo Mario Benedetti, han aprovechado para expresar sus posiciones patrióticas. Según Benedetti, las papeleras habrían decidido instalarse en Uruguay debido a las prebendas tan grandes que exigía el gobernador de Entre Ríos en Argentina, a las multinacionales. Declaraciones como esta han servido para exacerbar los ánimos, al punto que un grupo de argentinos denunció haber sido atacado a disparos, mientras pescaban en el río Uruguay.

Tanto así que el Congreso argentino discute la posibilidad de denunciar a Uruguay ante la Corte Internacional de La Haya por violar el derecho ambiental internacional y el Tratado de administración compartida del río Uruguay. No obstante, para los expertos esto no es una solución, pues si La Haya toma el caso, dictaría sentencia en unos cuatro años y seguramente conformaría una comisión con representantes de los dos países para dirimir el conflicto.

Juan Carlos Villalonga, director político de Greenpeace Cono Sur, le aseguró a SEMANA que lo importante es "establecer criterios ambientales comunes para los dos países", lo que "requiere de un diálogo al más alto nivel entre legisladores uruguayos y argentinos". Dicha propuesta se presentó ante el Congreso argentino durante la discusión para elevar la denuncia a la Corte Internacional, pero no tuvo eco.

La disputa no sólo ha complicado las relaciones diplomáticas, sino que de las manifestaciones convocadas por los ecologistas desde enero, para boicotear a las multinacionales Botnia y Ence que construyen las plantas de papel, se ha pasado al cierre total de dos de los tres puentes que comunican a estos países. Por eso, mientras Argentina amenaza con La Haya, Uruguay lo hace con la OEA y el mismo Mercosur. El gobierno de Tabaré Vázquez demandó ante estos organismos los perjuicios que está sufriendo su país por el bloqueo.

Además, la 'guerra de papeles' está generando un gran riesgo para la estabilidad de la región. El 11 de febrero, el canciller español, Miguel Ángel Moratinos, visitó el Cono Sur para adelantar las negociaciones entre Mercosur y la Unión Europea. Pero éstas no se llevaron a cabo, pues los cancilleres de la zona decidieron no verse las caras hasta cuando se solucione el lío.

Lo más preocupante es que el ruido político ha ocultado el verdadero problema de las papeleras. Las sustancias que se utilizan en el proceso de fabricación del papel y que llegarían al río tienen efectos cancerígenos y pueden causar mutaciones.

Por eso, todos esperan actitudes sensatas de los gobiernos de Kirchner y Vázquez, para que el río Uruguay siga su curso y los dos países superen la crisis más grave de los últimos 50 años. Pues si no hay una solución rápida, la construcción de las papeleras continuará a pesar de las advertencias.