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El hijo de Cristina Fernández, Máximo, es un enigmático joven de 36 años. De pocas palabras y aficionado a la pesca, pero inteligente y muy enterado de los temas palaciegos, es el líder de La Cámpora, la controversial agrupación de las juventudes peronistas. | Foto: A.F.P.

ARGENTINA

Máximo Kirchner al ataque del poder

A una semana de difíciles elecciones para el kirchnerismo y con la convalecencia de Cristina Fernández, su hijo, el silencioso Máximo, aparece como una figura cada vez más importante en el poder.

19 de octubre de 2013

El 17 de octubre se celebró, como todos los años, el Día de la Lealtad Peronista. Pero esta vez, las banderas y los bombos no pudieron ocultar la desolación ante la ausencia de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, convaleciente de una operación en el cerebro. A pesar de la simpatía que logró por su enfermedad, Cristina no podrá evitar su derrota en las elecciones parlamentarias del domingo 27, cuando se inician los dos años finales de su mandato. Un momento crítico, en el que muchos se preguntan por el futuro del kirchnerismo.

Desde que le extrajeron un hematoma en el cráneo el 8 de octubre y le impusieron 30 días de reposo el poder está en manos de Amado Boudou, el vicepresidente. Pero en realidad es una figura decorativa, que se limita a tener el Estado funcionando. Su imagen negativa es tan alta –el 71 por ciento– que el entorno kirchnerista ha tratado de ocultarlo en días previos a las elecciones. En realidad dos hombres tienen el poder hoy en Argentina.

SEMANA habló con el escritor Jorge Asís, conocedor del peronismo, quien describió al gobierno como un “archipiélago donde los personajes más fuertes son Carlos Zannini – el secretario legal y técnico de la Presidencia – a quien llamó el Cenador, porque cena con la presidenta, y su hijo Máximo, al que nadie le escuchó la voz y nadie votó”.

Tras la muerte de su padre, Cristina se ha ido apoyando en su hijo, de 36 años. Máximo, que estudió a medias Derecho y Periodismo pero nunca se graduó, se dedica a negocios inmobiliarios en Santa Cruz, la provincia del clan K. Pero su rol no se limita a eso. En 2006 fundó La Cámpora, que agrupa las juventudes kirchneristas, una fuerza de choque que pretende retomar el legado del peronismo revolucionario de los setenta. La formación es cada vez más importante en el poder con dos viceministros, subsecretarios y decenas de altos funcionarios. Eso sí, Máximo no aparece en el organigrama ni ha pronunciado discursos.  

Hermético y callado, le gusta pescar, solo dice frases cortas, no grita como su padre. Siempre insistió en mantener perfil bajo, algo que si bien lo pone a salvo de escándalos, hace que en la oposición muchos se pregunten cuál es su verdadero poder.  Hasta hace menos de un año la mayoría de los argentinos nunca había escuchado su voz. Tocó esperar que contara una anécdota sobre su padre en un documental.  

Su madre declaró hace poco que desconfía de todos, salvo de sus hijos. Y hace unos días la parlamentaria kirchnerista Diana Conti lo confirmó todo. Dijo que “Máximo siempre opinó y con sentido muy común, siempre estuvo muy compenetrado con los asuntos” y recordó que conoció a Máximo “en charlas entre ministros” y que “cuando uno iba a reunirse con Néstor o con Cristina a Olivos o en la Casa Rosada, mientras uno esperaba interactuaba con él”.   

El problema es que se avecinan elecciones cruciales el domingo 27, y no hay liderazgo. La economía presagia el resultado electoral: el dólar paralelo se acerca a valer un 60 por ciento más que el oficial al tiempo que hay euforia en la Bolsa de Valores porque los inversionistas apuestan al cambio político en 2015. La analista Graciela Römer dijo a SEMANA que entre los empresarios, “hay una percepción de que se está entrando en una etapa de transición”.

Los sondeos predicen que al peronismo kirchnerista no le va ir bien en el Gran Buenos Aires, donde se concentra el 33 por ciento de los argentinos. El analista Manuel Mora y Araujo dijo a SEMANA que después del domingo “se ahondarán fisuras internas en la coalición oficialista, y habrá una voluntad general de respaldar a la presidenta hasta que se defina el tema de la sucesión; debilitada ella, todos pierden en el oficialismo”. 

La esperanza de unos, y la pesadilla de otros es que Cristina haga con su hijo lo mismo que Néstor hizo con ella: legarle el poder. Y puede que Máximo no sea el más carismático pero es inteligente y está cerca al poder. Eso sí, a los K no les queda tanto tiempo para destapar sus cartas.