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Infierno en Río

La violencia en las favelas no cesa. El gobierno trata de controlar la situación con zanahoria y garrote, pero nada garantiza que tenga éxito antes del Mundial y las Olimpíadas.

31 de octubre de 2009

En el corto lapso desde el 17 de octubre la violencia del narcotráfico en Río de Janeiro ha dejado al menos 47 muertos. En esa fecha, el grupo criminal Amigos Dos Amigos (ADA) se enfrentó en el Morro de los Macacos con el Comando Vermelho (CV), y cuando intervino la Policía, se armó una batalla cuyo momento álgido se dio cuando un helicóptero del cuerpo armado fue derribado a tiros de fusil. Desde entonces la violencia no ha cesado.

Lo que más preocupa a los cariocas es que los hechos suceden a menos de dos kilómetros del estadio Maracaná, donde se jugará la final de la Copa Mundial de Fútbol en 2014 y donde se harán las ceremonias de los Juegos Olímpicos dos años después. El presidente Luiz Inacio Lula da Silva promete "limpiar la suciedad". Pero todavía no está claro cómo lo hará.

El gobierno ha definido que el narcotráfico y el crimen son el "principal problema de seguridad de Brasil". El tema comienza con la pobreza, pues un millón de habitantes, de los seis que tiene la ciudad, vive en las 681 favelas. La tasa de indigencia del municipio es del 19,5 y el desempleo es del 17,1 por ciento, pero en algunas favelas como Complexo do Alemao, la indigencia llega al 30 por ciento.

Pablo Dreyfus, del proyecto Control de armas de la organización Viva Río, quien pereció en el vuelo de Air France desaparecido en el Atlántico, publicó antes de morir un informe según el cual en Río se producen 43,3 homicidios a bala por cada 100.000 habitantes, y 78.000 armas cortas fueron confiscadas entre 1998 y 2004, 13.000 por año. Para Pablo Vicente Dos Santos, subsecretario de Planificación de Río de Janeiro, la principal fuente de ingresos del crimen organizado es el narcotráfico interno, que produce 936 millones de dólares anuales.

Y los narcos están bien armados. Fabián Calle, especialista en seguridad del Instituto Torcuato di Tella de Buenos Aires, dijo a SEMANA que "los comandos del crimen de Río cuentan con armas de guerra: fusiles de asalto AK47, M16, R115, FAL, subametralladoras, granadas, equipos de comunicaciones, minas y lanzacohetes livianos". Por eso los especialistas califican a estas organizaciones como una forma de guerrilla o grupo terrorista.

Los grupos están encabezados por el CV, surgido en 1979 en una cárcel por la convivencia de prisioneros comunes y políticos, lo cual le da su particular grado de fuerza y organización, con el lema Paz, Justicia y Libertad. "Conseguimos lo que la guerrilla no logró, es decir, el apoyo de la población pobre", dijo uno de sus líderes, William Da Silva Lima (alias el 'Profesor'), al periodista Carlos Amorim. Luego surgieron las facciones Terceiro Comando (TC) y el grupo ADA. También han surgido milicias ilegales que expulsan a los traficantes y se dedican a la extorsión y a otras actividades criminales.

El gobierno quiere enfrentar el problema con una combinación de programas sociales y mano dura. El eje de las políticas de Río en las favelas Complexo do Alemao, Rocinha y Manguinhos, es un Programa de Aceleración de Crecimiento (PAC), que destina 535 millones de dólares a favorecer 500.000 pobladores. Pero por el lado militar, desde 2005 Lula firmó la Directiva de Defensa, en la que definió como estrategias de seguridad el Amazonas, el Atlántico Sur y el combate al crimen organizado. "Esto quiere decir que, llegado el caso -comenta Fabián Calle-, se podría decretar una situación de emergencia, establecer una zona militar bajo la conducción directa del Presidente. No hay que descartar que de aquí a 2014 ó 2016, alguna zona quede bajo ese régimen", dice.

Por ahora, el grupo elite contra el crimen organizado es el famoso (Bope) Batallón de Operaciones Especiales de la Policía Militar de Río, una fuerza sobre cuyo accionar se filmó una película, Tropa de elite. Sus hombres están identificados con un escudo bajo una calavera cruzada con pistolas y cuchillo, y son los que entran cuando la situaciones se ponen más duras. Antes de morir, Pablo Dreyfus resumió el problema en un reportaje: "No es cierto que el Estado no pueda ejercer su autoridad. La capacidad de fuego de los narcos no lo supera. La pesadilla es que la Policía entra a la favela a tiros y después se va, lo cual les da cierto grado de legitimidad a los traficantes ya a las milicias".