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El escándalo por los intereses de Dick Cheney en Halliburton hace pensar que la guerra de Irak se hizo para favorecer negocios de amigos de la Casa Blanca.

6 de junio de 2004

La revista Time hizo quedar como un mentiroso al vicepresidente estadounidense Dick Cheney. Él ha repetido hasta el cansancio que desde que se posesionó cortó sus lazos con la gigante de ingeniería Halliburton, de la que fue presidente hasta 2000. Había dicho que como Vicepresidente no tenía incidencia en los contratos de reconstrucción de Irak. Time publicó un e-mail del Pentágono que contradice esta afirmación. Se trata de un mensaje del 5 de marzo de 2003 enviado por un funcionario del cuerpo de ingenieros del Pentágono cuyo nombre fue tachado. El mensaje dice que la oficina de Cheney coordinó el enorme contrato Restore Iraqi Oil (RIO) concedido a Halliburton.

El mensaje dice que el vicesecretario para políticas de defensa del Pentágono, Douglas Feith, había sido autorizado para ejecutar el contrato. Este se llevaría a cabo tras lograr la autorización de la Casa Blanca, pero que no esperaban problemas pues la acción había sido "coordinada" por la oficina de Cheney. El vocero de éste negó que el Vicepresidente hubiera intervenido a favor de Halliburton, y dijo que el e-mail era una simple notificación de que el contrato sería entregado pronto. Esta justificación no fue convincente para varios congresistas que pidieron una comisión que investigue el papel de Cheney.

Desde hace tiempo la relación de Cheney con Halliburton viene causando suspicacias. El Vicepresidente sigue recibiendo cheques de prestaciones diferidas de la compañía. El del año pasado fue de 178.437 dólares. Hay quien especula que esa relación de Cheney con Halliburton tendría que ver con los intereses oscuros que llevaron a la guerra de Irak. Halliburton fue uno de los mayores financiadores de la campaña de George W. Bush y terminó siendo el principal beneficiado de su guerra contra el terrorismo. Junto a su filial Kellog Brown & Root ganó la tajada más grande de la reconstrucción, el monopolio del aprovisionamiento de las tropas y varios contratos para rehabilitar la industria petrolera. Son miles de millones de dólares que la convirtieron en la empresa privada que más dinero ganó por cuenta de la salida de Saddam Hussein.Y Cheney fue uno de los principales promotores de la invasión. Según cuenta Bob Woodward en Plan of attack, estaba obsesionado con atacar a Hussein desde la primera reunión de gabinete, mucho antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Para muchos, su principal móvil era conseguir el control de una región rica en petróleo para sus amigos de Halliburton. La lucha contra el terrorismo habría sido una justificación circunstancial que llegó como anillo al dedo para poner en práctica el plan de "traspaso de poder" que neoconservadores como Cheney y los pesos pesados de la industria petrolera estadounidense tramaron desde que Bush padre era presidente.

Para completar, antes del escándalo, la compañía seguía siendo investigada por contratos turbios en Nigeria durante la administración de Cheney. Así mismo, la forma como se adjudicaron los contratos de Irak no ha sido transparente. En la mayoría no hubo licitaciones sino dedo. Algunos congresistas también acusan a Halliburton de pagar sobornos e inflar precios.

El caso de Halliburton es sintomático de los errores, la hipocresía y la ilegalidad de la ocupación de Irak. La invasión se vendió como una cruzada para libertar a los iraquíes, pero las empresas locales han sido marginadas de la reconstrucción. Para muchos iraquíes, parte esencial del traspaso de poder tendría que ver con que empresas como Halliburton salieran del país. Sólo así, Cheney y los neoconservadores de Washington podrían convencer al mundo de que tantas muertes no fueron únicamente el producto de la codicia de unas grandes empresas vinculadas a los Bush.