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“Iván se queda”

El jurista colombiano Iván Velásquez le ganó el primer ‘round’ al presidente de Guatemala, acusado de corrupción. Pero la pelea va para largo, y el futuro del país está en juego.

2 de septiembre de 2017

Al presidente de Guatemala, Jimmy Morales, el tiro le salió por la culata. El domingo, en una carta llena de incongruencias, declaró “persona non ‘grata’” y echó del país al jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), el jurista colombiano Iván Velásquez. Pero el jueves, después de que la Corte de Constitucionalidad suspendió la medida, el mandatario cambió diametralmente de tono y dijo: “Tenemos ahora la atención necesaria para dialogar”.

La escena no es nueva. Morales llegó al poder en 2015 después de que las investigaciones de la Cicig y de la Fiscalía llevaron a la destitución de su predecesor, Otto Pérez Molina. En un proceso que mantuvo en vilo al país y que se caracterizó por manifestaciones multitudinarias en la capital y otras ciudades, este y su vicepresidenta, Roxana Baldetti, fueron condenados por liderar una gigantesca red dedicada a estafar al Estado.

Hoy, Morales está usando el mismo argumento que empleó Pérez Molina para expulsar de Guatemala a Velásquez: que este está interfiriendo en los asuntos de su país. Pero es claro que, como su predecesor, el actual mandatario está tratando de crear una cortina de humo para distraer la atención de sus propios líos judiciales.

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Pues desde hace varios meses, Velásquez y el Ministerio Público tienen abiertas cuatro investigaciones en su contra. La más importante es por el caso Menganos y Fulanos y tiene que ver con el supuesto financiamiento ilícito de la campaña que le permitió ganar las elecciones. Otra implica a su hijo José Manuel y su hermano Samuel, que fueron imputados por los delitos de fraude en forma continuada. Y un día antes de que Morales enviara su carta, el Ministerio Público se basó en la investigación de Velásquez para solicitar que se le retire el fuero al mandatario. Como dijo a SEMANA Luis Linares, analista de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asies), “la situación de Morales es crítica, pues este llegó con la promesa de perseguir y combatir la corrupción. Y no ha hecho ni lo uno ni lo otro. Sino más bien al contrario”.

Como en el caso de Pérez Molina, los ataques contra Velásquez los frenaron la presión internacional y sobre todo los guatemaltecos de a pie. El domingo, cientos de personas se concentraron frente al palacio y la casa presidencial, quemaron muñecos con la cara del mandatario y corearon consignas como “Jimmy Morales, ¡a los tribunales!” o “Jimmy se va, Iván se queda”. A su vez, la ministra de Salud, Lucrecia Hernández, renunció a su puesto tras acusar al presidente de asumir una posición “a favor de la impunidad y de los sectores corruptos del país”, y hay fuertes indicios de que Morales echó al canciller y al vicecanciller porque lo criticaron por la carta con la que trató de sacar a Velásquez.

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Sin embargo, los dos procesos también tienen diferencias importantes. “Mientras que los empresarios apoyaron a Velásquez en el proceso contra Pérez Molina, en el caso de Morales le han dado la espalda. Esto se debe principalmente a que sus investigaciones han implicado a representantes de la oligarquía tradicional guatemalteca, en particular de los sectores de la construcción, hotelero y bancario”, dijo Linares.

A su vez, el mensaje nacionalista de esos sectores ha calado en ciertos sectores de la clase media, que han logrado pintar a Velásquez como un intruso y no como un aliado de la Justicia. Y ese es un elemento clave de la coyuntura actual, pues es claro que ha sido el apoyo popular el que ha mantenido al jurista a la cabeza de la Cicig. Hoy, la gran pregunta es si Guatemala continuará con la cruzada anticorrupción que le valió el respeto y la admiración del mundo, o regresará al ‘todo vale’ que primó hasta 2015.