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| Foto: Cortesía Daniel Silva

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La historia del joven colombiano que se baña en los glaciares árticos

Es santandereano, se llama Daniel Silva y, como en la película Into the Wild de Sean Penn, decidió dejar un mundo de comodidades para irse a recorrer en bicicleta Islandia, durmiendo en una carpa y alimentándose con lo necesario. Esta es la increíble historia de un camino hacia la espiritualidad en medio de la naturaleza.

20 de agosto de 2017

Por: Juan Pablo Vásquez

Sí usted es fanático de Game of Thrones es posible que sepa que Islandia es el escenario donde se filman varios de sus episodios. Si vio la Eurocopa sabrá que  su selección de fútbol masculina logró una histórica clasificación a cuartos de final. Sin embargo, aparte de estos datos aislados, es poco el conocimiento que se tiene sobre este pequeño país insular que, pese a ser parte del continente europeo, se encuentra bastante alejado del mismo.

Pues bueno, en esta isla que tiene una población igual o menor a la de Neiva, se encuentra un colombiano recorriéndola de extremo a extremo en bicicleta, bañándose en cascadas con temperaturas bajo cero y alimentadose de frutos silvestres que él mismo recoge.

¿Cómo empezó todo?

Al estilo de la película Into the Wild de Sean Penn, en la que el personaje principal abandona su vida de privilegios y comodidad, Daniel Silva se retiró de sus estudios de negocios internacionales en la Universidad de Newcastle, en Australia, y decidió emprender un viaje con un propósito claro: encontrar la felicidad que no obtenía en su día a día.

Mientras estaba en la universidad no me sentía tranquilo. Hacía lo que hacía sin saber el porqué, solo creía que era lo socialmente correcto”, afirma este santandereano de 21 años.

De esta forma inició una travesía en la que visitó más de 10 países de Centroamérica, Suramérica y el Sudeste Asiático. Vivió con lo estrictamente necesario, trabajó para costearse sus comidas, viajes y hospedajes. Este tiempo fue su gran aprendizaje, se convirtió en otra persona, una mejor, pasó de tenerlo todo a madrugar y esforzarse para subsistir.

Entre las distintas ocupaciones que tuvo que desempeñar, sobresale aquella ocasión cuando combatió de manera profesional en Chiang Mai, Tailandia. Su carrera, lamentablemente, no duró mucho ya que, en los últimos meses del 2016, después de un combate, sufrió una grave lesión en la rodilla y los médicos le prohibieron seguir compitiendo.

Yo había practicado artes marciales mixtas en Bucaramanga y me aventure por allá. La cosa es que me lesioné y no pude continuar. Yo pensaba que en la lucha ya había encontrado mi felicidad y me sentí golpeado por la lesión. ¡Que va! Estaba equivocado”.

Tan pronto se enteró de la restricción para combatir, compró un pasaje con destino a Colombia. Su objetivo era reencontrarse con su familia, la cual no veía desde hace varios meses. No pensó que su regreso sería breve y, mucho menos, que desembocaría en una travesía totalmente inusual.

El encuentro con el método Wim Hof

En Colombia asistió a terapias con diferentes especialistas para mejorar el estado de su rodilla maltrecha. Nunca obtuvo el diagnóstico deseado y su estado de ánimo también se vio afectado. A esto, se sumaron los comentarios al aire y poco constructivos de muchos de sus conocidos que lo criticaban por no tener un estilo de vida convencional. Esto no le importó.

Mientras definía qué hacer, tiempo en el que contempló montar una escuela de thai boxing para niños, un amigo le habló sobre un holandés que se sumergía en aguas con temperaturas bajas y en condiciones extremas para mejorar su salud. En otro momento, estas palabras hubieran pasado inadvertidas, pero, ante la necesidad de recuperación, Daniel decidió averiguar de qué se trataba.

Yo al principio pensé que se trataba de un viejo loco. Después me di cuenta de que ese tipo era una vaina de otro mundo. Incluso encontré que trabajaba con científicos para demostrar las ventajas de hacer ejercicios de respiración en temperaturas heladas”.

Este hombre, que tiene por nombre Wim Hof, tiene entre sus hazañas pasar dos horas en cilindros con aproximadamente 700 kilogramos de cubos de hielo y correr distancias maratónicas descalzo en superficies nevadas. Según Hof, a quien llaman “Iceman”, estas prácticas producen múltiples beneficios al cuerpo y tienen la capacidad de sanar distintos tipos de malestares, incluyendo los ortopédicos.

Mientras muchos calificarían estas prácticas como dignas de una persona demente, Daniel encontró una luz.

Sin mucho que perder, empacó tres mudas de ropa y se montó en un bus con destino al Nevado del Cocuy. Los diferentes tipos de frailejones de esta formación montañosa de la cordillera oriental fueron testigos del asombroso esfuerzo que le costó ascender varios de sus picos, los cuales están a más de 4.500 metros sobre el nivel del mar, con el dolor de su rodilla y vistiendo tan solo una pantaloneta y una camiseta de mangas cortas.

Allí se sumergió en varias de sus lagunas, se ejercitó sobre bloques de hielo, meditó por horas ante la fuerte brisa que soplaba y obtuvo resultados: cuenta que su rodilla se alivió de sus afecciones. Sus pasos en aquella asombrosa geografía también le ayudaron a interiorizar sus miedos, pasiones y deseos. Concluyó que su felicidad no estaba en los cuadriláteros de lucha ni mucho menos en lo material. Su alegría se depositaba en la naturaleza y la conexión que pudiera establecer con la misma.

Los viajes que había hecho me habían ayudado a abrir la mente, pero cuando estuve en El Cocuy la cosa fue diferente. Estar ahí con toda esa majestuosidad fue una cosa incomparable”.

La decisión: Islandia

La primera visita al Cocuy fue como una especie de bautismo. Continúo visitando el nevado y haciendo de cada baño en aguas naturales, de cada caminata sobre superficies frías, de cada bocanada de aire, su propio peregrinaje.

Las ganas de llevarlo a un siguiente nivel y de impedir que todo este mejoramiento interior se transformara en una monotonía, lo condujeron a cuestionarse sobre el siguiente paso. No tardó en recordar sus vivencias en el continente asiático y ante la obviedad de que el mundo es grande, decidió que quería ir a un lugar donde no existiera posibilidad alguna de escaparse de lo natural.

No le costó trabajo escoger, no lo dudó. Tenía claro su objetivo, pero sus familiares se sorprendieron cuando les comunicó que a principios de junio planeaba irse a Islandia. Fue necesario ingresar a internet, escribir Islandia en un buscador y enseñarles las maravillas que ofrece este país. Sus paisajes, costumbres, pero, sobre todo, el hecho de que poco se sabe sobre él en nuestro país, dejaron maravillados a sus papás, su hermano y su mejor amigo.

Yo lo veía en imágenes y me parecía muy bacano todo. Me imaginaba aprovechando todos esas montañas y lagos. Estaba muy decidido”, comenta.

Por su ubicación, al noroccidente del Reino Unido, Islandia no es un país que sea fácil de distinguir al momento de ver un mapa. Por este motivo, muchos ignoran su existencia. No saben de los glaciares que cubren una importante porción de su territorio y, mucho menos, de los más de 200 volcanes que lo componen.

Fue precisamente eso lo que Daniel estaba empeñado a encontrar y pudo cristalizarlo cuando su vuelo de Delta aterrizó a tempranas horas de la mañana, en el Aeropuerto Internacional de Keflavík.

Su equipaje consistía en una única maleta con poca ropa, una pequeña carpa plegable y varios frutos secos debido a que no tenía presupuesto para gastar dinero en comida. Tampoco tenía en mente gastar en transporte, sus piernas serían el vehículo mediante el cual recorrería esta nación ártica.

Tan pronto culminó sus trámites de documentación en el terminal aéreo, se dispuso a iniciar su travesía. No le dio gran importancia a que aún no hubiera salido el sol y emprendió camino a Reikiavik, la capital, situada a unos 50 kilómetros del terminal aéreo. El inicio no fue el esperado.

Yo camine al borde de la carretera como noventa minutos, pero se me hizo raro que no veía gente. Además, me empezó a doler mucho la espalda y me tocó parar. Después fue que me vine a dar cuenta que estaba caminando en la dirección equivocada, soy una hueva (risas)”.

La planeación no fue la mejor y Daniel tuvo que admitir que la idea de caminar Islandia era descabellada. Por lo que, apenas pudo enderezar su rumbo y llegar a la ciudad, se acercó a una tienda local de bicicletas para adquirir una. Era consciente de sus carencias económicas y del elevado precio que pueden llegar a tener. Entonces hizo lo que un colombiano promedio haría en una situación similar: pidió rebaja.

No fue fácil porque yo creo que acá no están acostumbrados a eso. Súmele que el tipo no hablaba bien inglés entonces se me dificultaba comunicarme. Al final, me dejo en un buen precio la bicicleta que el usaba y me ha servido muchísimo. Con eso es que me muevo todos los días”.

Ya con bicicleta, todo marchó de mejor forma. A esto se le suma la ventaja de que no está atado a ningún tipo de cronograma, por lo que puede explotar al máximo su voluntad de sacarle provecho a su estadía.

Este diario vivir sin restricciones le ha permitido pedalear alrededor de diversos lugares, como cuando estuvo en el volcán de Snæfellsjökull, el mismo en el que se inspiró Julio Verne cuando escribió Viaje al Centro de la Tierra. También ha podido pasar la noche en verdes praderas, sin ningún ser humano a varios kilómetros a la redonda.

Sin embargo, el aprendizaje se logra en muchas ocasiones a través de los errores y son estos los que han servido para que adquiera conocimientos no solo en nociones prácticas sino también la manera como se deben manejar determinadas situaciones en las que tenga que lidiar con sentimientos contradictorios o incomodidades.

En su tercera semana, estando al oriente de la isla, conoció a Benjamín, un joven suizo que también quería viajar por el país en bicicleta. Juntos concertaron visitar el volcán Askja, distinguido por tener un enorme cráter donde se encuentra un lago. La emoción de estar disfrutado de aquel paraíso lo llevó a ignorar las advertencias de su nuevo compañero.

Cuando emprendieron el camino de regreso a la ciudad de Egilsstadir, allí donde planeaban pasar la noche, no les fue posible terminarlo ya que el sol se había ocultado y no había luz sobre la vía. A la urgencia de no poder armar las carpas debido a la poca visual que tenían, se sumó la baja temperatura y los fuertes vientos que cubren la zona. Su única alternativa fue resguardarse en lo primero que encontraron a la vista, unos baños portátiles.

“¡Fue muy incómodo! Intenté comer porque tenía mucha hambre, pero no pude. Apenas medio vi que amaneció desperté a Benjamín que estaba en el baño de al lado y le dije que arrancáramos”.

Hoy se ríe de la anécdota, pero es consciente de que su ímpetu y ganas de moverse en cualquier dirección no pueden dejar a un lado una correcta planeación. Sí no encuentra una zona de camping cercana, trata de ubicar con el debido tiempo un espacio natural para pasar la noche allí y ahorrarse molestias innecesarias.

En uno de esos días, mientras se encontraba visitando una cascada, no encontró lugar cercano donde se reunieran campistas. Decidió que lo más práctico sería descansar junto a la cascada y así se aseguraría un buen baño al despertar al día siguiente. Cuando ya estaba a punto de conciliar el sueño, se vio sorprendido por un ruido que provenía fuera de su carpa. Su primer pensamiento fue que alguien se había acercado a robarse su bicicleta.

La sorpresa fue mucho mayor cuando salió y se dio cuenta que la verdadera razón del alboroto era un animal inofensivo.

Salí del sleeping pitado y quité el cierre de la carpa. Yo pensé que, si se llevaban mi bicicleta, hasta ahí me llegaba el viaje. Vi que era una oveja y estaba comiéndose la poquita comida que me quedaba. Traté de perseguirla, pero no la alcancé”.

En Islandia son muy comunes las ovejas. Hasta el punto de existir una raza de este mamífero que es oriunda de la isla, la oveja islandesa. Daniel lo había notado en sus viajes en bicicleta, pero no consideró que sería víctima de una de ellas y que por esta razón tendría que conseguir trabajos esporádicos para suplir la comida que había perdido. Además, aprovechó el suceso para aprender a encontrar y recoger frutos naturales.

Más allá de las anécdotas y las maravillas observadas, él no se ha distraído de su fin y siempre dedica un espacio para la meditación y sus ejercicios. Ya sea a la orilla del lago Myvatn, con sus grandes árboles que se combinan con las formaciones volcánicas que datan desde hace más de dos milenios, o en las cercanías del glaciar Vatnajökull, uno de los más grandes de Europa y del mundo, siempre estará buscando la forma de establecer un vínculo cercano con lo que lo hace feliz.

¿Qué se viene?

Mientras muchos viven tratando de sobrellevar su día a día repleto de compromisos, este joven disfruta con poco. Sus palabras parecen ser auténticas y su sonrisa es contagiosa. Se ríe constantemente de sus experiencias y se le nota que es feliz, que no aparenta nada. Dice que su próxima parada será la región escandinava y pretende recorrer Suecia y Noruega con su bicicleta, acumular experiencias mientras pedalea y obtener una grata satisfacción espiritual.

A fin de cuentas, no da mayor trascendencia a las opiniones ajenas y solo le interesa los consejos de personas cercanas. Cercanas como su mejor amigo, Javier, con el que se graduaron juntos. Al ser interrogado sobre su opinión del estilo de vida de Daniel responde tajantemente:

Muchos lo critican por abandonar los estudios, pero para mí él nunca ha dejado de aprender. A nuestra edad sabe mucho más que cualquiera”.