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KISSINGER UN HOMBRE CON PASADO

No obstante sus polémicos antecedentes con America Latina, no todo es fatalismo en el nombramiento del ex canciller norteamericano

22 de agosto de 1983

La escena tuvo lugar en la Casa Blanca en junio de 1969, con motivo de la visita de el entonces Canciller chileno Gabriel Valdés. El chileno había sostenido una reunión con el presidente Nixon y su asesor para asuntos de seguridad, Henry Kissinger, en la cual se puso de presente la imposibilidad que tenía Latinoamérica para sostener relaciones justas y equitativas con los Estados Unidos, dadas las enormes diferencias de poder entre las dos partes. Tal franqueza de Valdés fue vista como un acto de hostilidad por parte de Nixon y Kissinger, a tal punto que este último decidió darle una respuesta semioficial en un almuerzo privado que tuvo lugar al día siguiente. En el libro de Seymour Hersh titulado "El precio del poder", Valdés cuenta que Kissinger comenzó la conversación en la siguiente forma: "Señor ministro, sus declaraciones me parecieron bastante raras. Usted viene aquí a hablar de Latinoamérica y eso para nosotros no es importante. Nunca nada importante ha pasado en el sur. El eje de la historia comienza en Moscú, de ahí pasa a Bonn, atraviesa a Washington y termina en Tokio. Lo que sucede al sur de ese eje no es de importancia. Usted está perdiendo su tiempo".
Valdés, ofendido a su turno ante la crudeza de esa declaración, interrumpió a Kissinger anotándole: "Señor Kissinger, usted no sabe nada del sur". Kissinger, displicente, respondió: "No y además no me interesa".
Aunque Centroamérica no constituye el "sur", en términos estrictamente geográficos, difícilmente puede ser más representativa del área a la cual Kissinger se refería con tanto desprecio en la escena descrita.
Por una de esas grandes paradojas de la historia, Henry A. Kissinger se ha convertido, desde la semana pasada, en el árbitro de un grave conflicto, justa mente en esas tierras que hace 14 años "no le interesaban".
¿Cómo llegó a esa nueva posición y qué alcances puede tener ese nombramiento al frente de la comisión bipartidista nombrada por Reagan para elaborar la política norteamericana para Centroamérica? Tales interrogantes constituían el nuevo tema de la política mundial la semana pasada.

¿POR QUE KISSINGER?
El primer interrogante es más fácil de responder que el segundo. En realidad, la selección de Kissinger como presidente de dicha comisión, parece obedecer a una hábil jugada política de Reagan. Consciente de que la opinión pública norteamericana y el propio Congreso ven con creciente preocupación la posibilidad de una salida estrictamente militar a la crisis centroamericana, formó esa comisión para despersonalizar cualquier decisión que pudiera ser vista como de extrema derecha y para tratar de obtener un consenso nacional y bipartidista ante ese problema de política exterior. De pasada, esta estrategia tendría la ventaja de dividir al bloque demócrata en las cámaras legislativas y, como sucede cada vez que se nombra una comisión las responsabilidades se diluyen, sin que el gobierno se vea obligado a cambiar sustancialmente sus planteamientos originales.
Otro elemento que seguramente ha primado en este caso es el creciente prestigio que ha estado adquiriendo el grupo de Contadora, que constituye un factor psicológico y político para que los Estados Unidos traten de imitar internamente el proceso de consenso que se estaba llevando a cabo en el sur del continente.
Pero si es fácil comprender por qué Ronald Reagan ofreció tal encargo a Kissinger, también se puede especular sobre las razones que tuvo este último para aceptarlo.
De entrada se debe descartar la posibilidad de que se trate de un cargo honorífico. Una persona con el ego de Kissinger, obsesionada por su lugar en la historia, viudo del poder desde 1976, difícilmente aceptaría jugar un papel protocolario en un conflicto en el que se puede estar jugando la tercera guerra mundial. Con 60 años recién cumplidos, un doble by-pass, y sometido a la avalancha de las peores críticas de su carrera, Kissinger en estos días parece empeñado en mostrar que el último capítulo de su vida política no ha sido aún escrito. Sin duda, parte de la determinación obedeció a la reciente publicación del libro contra él, de Seymour Hersh, titulado "el precio del poder", un absoluto best seller de la noche a la mañana en Estados Unidos. En este libro, Hersh pretende demostrar que quien fuera considerado en la década de los 70 el genio de la diplomacia contemporánea, no es más que un narcisista, oportunista y un personaje totalmente inescrupuloso.
El autor parece perdonarle los dos primeros defectos a Kissinger pero no el tercero y alega que su falta de escrupulos va acompañada por un absoluto irrespeto por la opinión pública y por una violación sistemática de principios éticos que normalmente son asociados con los líderes de Estados Unidos. Concretamente, acusa a Kissinger de no haber informado al congreso decisiones militares estratégicas, como la de poner en alerta de combate durante 29 días al Comando Aéreo Estratégico y de haber ocultado al mismo secretario de Defensa en aquel entonces, Melvin Laird, un plan -posteriormente abandonado de destruir "posiblemente con armas nucleares" las rutas de abastecimiento del Vietcong.
Aun cuando Hersh es un fanático "antikissinger", su libro es tan extensamente documentado que aun los defensores de éste se han visto "a gatas" para darle una absolución total a los cargos más graves. Kissinger mismo, con ese toque de arrogancia que lo ha caracterizado siempre, desvirtuó las acusaciones presentándolas como falsas o como requisitos normales de su cargo. Pero no cabe duda alguna: Hersh le ha hecho un daño enorme a la imagen del ex secretario de Estado.

UN HOMBRE CON PASADO
Para muchos observadores, sin embargo, los defectos de la personalidad del ex secretario de Estado de Nixon son de menor trascendencia para el desempeño de su nuevo cargo, que sus antecedentes en su relación con Latinoamérica. Tres capítulos contiene su trayectoria en este subcontinente: sus relaciones con Panamá, Brasil y Chile, y difícilmente el balance podría ser considerado como favorable. Del que sale mejor librado es el de su participación en las negociaciones del Canal de Panamá. Aun cuando el papel histórico en la firma de este tratado lo jugó Carter y las etapas iniciales venían de administraciones anteriores, se le abona a Kissinger que, si bien no definió este asunto, no lo obstaculizó.
Sus actuaciones en el resto de Latinoamérica, durante los 8 años en que prácticamente dirigió la política exterior de Estados Unidos, se limitaron a dos aspectos: su acercamiento a la dictadura militar del Brasil, y su hostilidad hacia el experimento socialista de Salvador Allende en Chile.
El primero sorprende retroactivamente cuando se analiza el simplismo de sus fundamentos. Kissinger consideraba que en el hemisferio sur había sólo una potencia: el Brasil, y que un eje entre USA y ese país constituía de por sí una política hemisférica. Las aspiraciones de los demás países no tendrían la fuerza suficiente como para perturbar la solidez de esta alianza y, de una u otra forma, los otros factores regionales terminarían quedando subordinados.
Todo esto se daba en los días del denominado "milagro brasilero" y cuando el énfasis de la política exterior norteamericana había dado un viraje a lo que fue conocido como la real polítik. Esta consistía en que, en lugar de dar prioridad al apoyo de las democracias, como se había pretendido tradicionalmente, los Estados Unidos apoyaban a sus amigos, aunque fueran dictaduras. Circunscribir la política exterior frente a Latinoamérica a una relación bilateral Estados Unidos-Brasil reflejaba un gran desconocimiento de las realidades del subcontinente. El tratamiento de "montonera" que le dio a los países de habla hispana, quizás con la sola excepción de Argentina, cuyo gobierno encajaba con la modalidad de la "real-politik", no sirvió para mejorar las relaciones entre Estados Unidos y el resto del continente.
Estas, que habían tenido su hora dorada bajo la administración Kennedy, llegaron en la de Nixon a su punto más bajo hasta entonces.
Pero si hay un lunar inocultable en la hoja de vida de Kissinger, respecto de Latinoamérica, este tendría que ser Chile.
Ya es un hecho aceptado que la desestabilización del régimen de Salvador Allende, que conduciría a su derrocamiento, fue obra de la CIA y tuvo en Kissinger uno de sus principales instigadores. A esto hay que agregar que el modelo político y económico que siguió a este episodio, después de un engañoso éxito inicial, ha fracasado estruendosamente.
Este récord, sin duda alguna, es una de las razones por las cuales las reacciones políticas y de prensa al nombramiento de Kissinger no han sido particularmente eufóricas.
NO TAN GRAVE
Pese a todo, la situación en Centroamérica se ha convertido en algo tan grave que cualquier iniciativa por el sólo hecho de ser nueva es percibida sin la carga de fatalismo que pudiera anticiparse. Para muchos, Kissinger, a pesar de todos sus defectos, es una alternativa mejor que Reagan. El hecho de que ahora se encuentre al frente del problema centroamericano quien es reconocido como el más hábil negociador de los últimos años, ha sido interpretado en algunos sectores importantes como que los Estados Unidos están listos a darle prioridad al factor negociación sobre el factor confrontación.
Kissinger es considerado un negociador "duro" y "astuto" pero, aún así, un negociador.
Esta interpretación no fatalista está siendo asumida por figuras que, en una u otra forma, están jugando un papel importante en el proceso hacia la paz en Centroamérica. SEMANA se ha enterado, por ejemplo, de que en conversaciones privadas tanto el presidente Betancur como el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, tienden a compartiria.
Aun sus más virulentos detractores admiten que Kissinger es enormemente inteligente y que aun cuando siempre ha desafiado los límites de tolerancia de la opinión pública, por lo menos sabe cuáles son estos límites.
De acuerdo con esto, los días de los "Marines" son cosa del pasado y el ex canciller no puede ser ajeno a esta realidad. La "real politik" de los años 80 consistiría en entender que es imposible repetir desembarcos de Marines como se vieron en décadas anteriores,como en el caso de República Dominicana.
Kissinger, por su parte, parece interesado en fomentar esta imagen como se desprende del tono conciliador de las primeras declaraciones tras su nombramiento.
Estos elementos han hecho que el regreso del famoso ex secretario de Estado norteamericano al escenario mundial contenga la misma espectacularidad de las anteriores etapas de su carrera política. Polémico, controvertido, impenetrable, las circunstancias políticas han hecho que el veredicto final de la historia sobre su carrera tenga como último escenario aquella parte del mundo donde, para utilizar sus propias palabras, "jamás se había hecho historia".

QUIEN ESTA EN LA COMISION
Además del ex secretario de Estado Henry Kissinger, la comisión nombrada por el presidente Reagan se compone de otras 11 personas especializadas en diferentes temas y las cuales se encargarán de proponer las directrices de la política exterior norteamericana en Latinoamérica en un informe que deberá ser entregado el próximo diciembre. Estas personas son:
-Nicholas Brady: 53 años, senador por el Estado de Nueva Jersey y miembro de la junta directiva de importantes empresas. Se espera que representará el punto de vista del capital privado y los intereses comerciales norteamericanos en Centroamérica.
-Carlos Diaz Alejandro: Cubano de nacimiento, este economista enseña en la Uníversidad de Yale y es uno de los expertos más prestigiosos en lo que hace a las economías suramericanas. En 1975 perteneció en calidad de consultora la comisión de relaciones latino-estadounidenses.
-Wiliam Walsh: Médico director de prestigiosas organizaciones de ayuda y miembro de otras comisiones presidenciales. Su misión se cree que será la de analizar uno de los problemas de la región, como es el de la salud. No obstante, el doctor Walsh posee reconocida competencia en otras áreas.
Robert Strauss: Antiguo director de la campaña de reelección del Presidente Carter y ex jefe del partido demócrata. Ha sido negociador en varias conversaciones internacionales, especialmente en el Medio Oriente. Fue una de las designaciones sorpresivas de la comisión.
-Henry Cisneros: Alcalde de la ciudad de San Antonio en Texas. De clara ascendencia latina es el más joven de los miembros dél panel (36 años), pero no por ello comparte una posición particularmente progresista.
-Joseph Kirkland: Presidente de la poderosísima central obrera A.F.L.C.l.O. y poco amigo de las administraciones republicanas. Es un conocido pacífista que ha integrado varios comités en pro del desarme y se considera que no comparte la actual política norteamericana en el Caribe.
-Richard Scammon: Experto en ciencia política que ha ocupado varias posiciones en el gobierno durante los últimos 30 años. Fue miembro de la misión electoral de la OEA que supervisó las elecciones en República Dominicana en 1966, después de la intervención militar norteamericana en ese país.
-Wilson Johnson: Presidente de la Federación Nacional de Negocios Independientes, es miembro de la iglesia adventista del séptimo día. Tiene un curriculum relativamente pobre y se desconoce su posición respecto al problema.
-Potter Stewart: ex miembro, de la Corte Suprema de Justicia y ahora jubilado, ha cumplido la mayor parte de sus 68 años al servicio del sistema legislativo norteamericano.
-Wiliam Clements: Gobernador saliente del Estado de Texas en representación del partido republicano. Es un multimillonario que hizo su fortuna en empresas de exploración y explotación de petróleo. Fue secretario delegado de la defensa entre 1973 y 1977 y se considera que apoya la política del gobierno en Centroamérica.
-John Robert Sliben: Presidente de Boston Uníversity, tiene historial como pacifista y se ha manifestado en contra de la pena de muerte. Su carrera se ha desempeñado en diferentes uníversidades y representa la parte académica de la comisión. -Harry Schaludeman Quien ocupó desde 1969, hasta junio de 1973, un alto cargo en la embajada de Estados Unidos en Chile, posición que abandonó apenas tres meses antes del cruento golpe militar en cuyo desarrollo murió Allende. Cuando dejó Chile, Shlaudeman ascendió a secretario de Estado para asuntos Interamericanos y fue una figura clave en la concreción y el posterior encubrimiento del programa secreto contra el extinto gobernante socialista.