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LA AGENDA DE GAVIRIA

Estos son los retos del nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos al asumír su cargo.

10 de octubre de 1994

WASHINGTON CAMBIA DE TALANTE EN septiembre. A medida que los días del verano comienzan a hacerse más cortos y que un viento fresco toma vigor en la vecina bahía de Chesapeake, empieza también a apagarse el bullicio de las vacaciones. Todos los habitantes de la capital estadounidense, comenzando por el propio presidente Bill Clinton y los miembros del Congreso, vuelven a trabajar, un poco más bronceados, todavía con la nostalgia que les dejó el puente del labour day, pero al mismo tiempo llenos de nuevos propósitos. Y dentro de esa horda, que por estos días vuelve imposible el tráfico en esa ciudad con nombres de calles sacados del alfabeto, se encuentra un colombiano que apenas ha tenido un mes de descanso, al cabo de cuatro años de intensa tarea.

Se trata de César Gaviria Trujillo, quien esta semana estrena cargo como secretario general de la Organización de Estados Americanos. El ex presidente colombiano llega a esa posición con el propósito tácito de recuperar el prestigio de un organismo, que a través de los años que siguieron a su fundación en Bogotá (1948) fue perdiendo presencia hasta convertirse más en centro de chistes en su ciudad sede, que en el foro interamericano que supuestamente debió haber sido.

Gaviria arriba a la organización para convertirse en el primer secretario que inicia su gestión en plena posguerra fría, lo cual constituye, sin lugar a dudas, una oportunidad histórica de grandes dimensiones. Eso quiere decir que será bajo el mando del colombiano que deberán borrarse los amargos recuerdos de la inoperancia de la OEA ante las diversas crisis del continente.

Las circunstancias han cambiado porque la confrontación este-oeste quedó enterrada bajo los escombros del Muro de Berlín, con lo que el gran motivo que aglutinó a sus países miembros alrededor de la voluntad de Estados Unidos, el rechazo al comunismo, ya no existe. La defensa de una democracia que por virtud de las dictaduras era letra muerta terminó por desprestigiar paulatinamente a la OEA hasta convertirla en una especie de eco de las decisiones internacionales de Estados Unidos. Pero esas épocas, al menos teóricamente, tienen que cambiar.


CUBA

Curiosamente el primer tema que espera a Gaviria, y que está por primera vez en muchos años en la agenda de la Organización, corresponde al único país hemisférico que no hace parte de ella. Cuba, que con su régimen comunista era una amenaza para el predominio capitalista en América, lucha ahora por su supervivencia ante un bloqueo comercial estadounidense que, 30 años después de haber sido impuesto para derribar a Fidel Castro del poder, no sólo no ha logrado su cometido, sino que al desaparecer la "amenaza cubana" perdió su razón de ser.

Lo más interesante es que, a tiempo que Gaviria asume en la OEA, en ambientes intelectuales y de análisis de Estados Unidos, incluidos sectores oficiales, nunca había existido una corriente tan fuerte de pensamiento a favor de levantar el bloqueo (ver recuadro). Eso hace que la política que Gaviria desarrolló frente a Cuba como presidente de Colombia, parezca cada vez más razonable a los ojos de los observadores estadounidenses.

Esa política de realismo pragmático se basaba en la necesidad de que cualquier transición política en la 'Perla de las Antillas' se hiciera en forma paulatina y con la menor cantidad de traumatismos posibles. Y eso es lo que, con motivaciones estratégicas distintas y sin admitirlo, acaba de demostrar Fidel Castro al gobierno de Bill Clinton: lo único que podría producir una mayor avalancha de balseros que la permanencia de Castro en el poder sería una guerra civil en Cuba.
Esa coincidencia, que no parece casual, le da a Gaviria una base importante de prestigio, pero ello no quiere decir que el papel del nuevo secretario general sea el de mediador. Para muchos analistas, está claro que mediación no habrá porque Castro ya logró sentar a sus representantes con los de Estados Unidos, y no hay la menor posibilidad de que admita interlocutores distintos.

El papel de Gaviria, no menos importante, sería el de servir de catalizador para motivar a Castro a asumir su parte, a jugar la pelota en su propio campo. Reformas económicas, salida de presos políticos, liberación de la prensa, podrían ser medidas graduales que permitirían a Clinton presentar ante su opinión pública la idea de que es posible sentarse a la mesa con Cuba, sin quedar con una sensación de derrota. Algo que tampoco le conviene al propio Castro, porque si de algo se arrepiente el líder caribe es de haber contribuido a la derrota de un presidente liberal como Jimmy Carter, quien no sobrevivió el chasco de los inmigrantes del Mariel, en 1980. Al fin y al cabo el subsecretario de Estado Strobe Talbott y su equipo, quienes están a cargo del caso cubano, son el grupo más liberal que ha estado en esa posición en muchos años. Para ese papel de Gaviria cuenta el hecho de que, como dijo un experto de Washington "Estados Unidos nunca ha visto con malos ojos los esfuerzos de Gaviria para acercarse a Castro, y han enviado buenas señales al respecto". El momento es propicio. Según dijo a SEMANA un observador colombiano que pidió mantener en reserva su identidad, "ninguno de los actores de este drama ha cambiado de posición, pero todo el mundo está cambiando de modo de pensar". Y lo cierto es que el tema está en ebullición, desde el Departamento de Estado en Washington hasta las calles llenas de exiliados cubanos de Miami, pasando por el Congreso y llegando hasta la propia Habana.

El éxito de esa eventual gestión de Gaviria dependería, sin embargo, de que haya un acuerdo razonablemente positivo en el tema de la inmigración. Algo que de todas maneras es muy posible, porque el asunto de los balseros podría salirse de las manos y eso no le conviene a ninguna de las partes.


HAITI

Si el papel del nuevo secretario general en el caso cubano puede tener gran importancia, en el de Haití parecen cerrados todos los caminos, pues la invasión resulta prácticamente inevitable. Por una parte, esta la terquedad de la cúpula cívico-militar en el poder que corresponde legalmente al sacerdote Jean-Bertrand Aristide. Y por la otra, están las conexiones inevitables entre este asunto y el de Cuba.

Este último factor se presenta por la necesidad de Clinton de presentar ante una opinión pública cada vez más hostil un triunfo claro, que no sea necesario explicar en forma prolija ante las pantallas de televisión. Y ese extremo se da cualquiera que sea el resultado de la crisis cubana, tanto si gana como si pierde en la mesa de conversaciones.

Eso quiere decir que si Clinton consigue buenas concesiones de Castro -pero parece demasiado blando-, su única manera de compensar sería endureciéndose con Haití. Y si Castro es quien saca mejor partido de la situación, también el que pagará los platos rotos será el país francohablante. A eso se agrega que Estados Unidos parece haber recogido suficiente apoyo en los países del Caribe y Centroamérica, lo que, unido a la pésima imagen de los dictadores haitianos, deja muy poco margen de maniobra para la OEA.


LOS TEMAS

Pero si los anteriores son los problemas de la agenda de Gaviria, los temas son mucho más positivos. Para nadie es un misterio que la OEA, más que un espacio donde se resuelven los problemas bilaterales de los Estados americanos, es un instrumento de relación entre Estados Unidos y el resto de América.

Para que haya efectivamente una nueva OEA, como parece haber sido la filosofía de la elección de Gaviria, es necesario que la organización deje de ser la caja de resonancia de Estados Unidos, y pase a convertirse en un foro efectivo de interacción de doble vía.

Para ello, los analistas coinciden en que Gaviria deberá tratar de 'descubanizar' y 'deshaitizar' las relaciones interamericanas para entrar de lleno en los verdaderos temas de los años 90: el comercio, el fortalecimiento de la democracia, el respeto a los derechos humanos y la protección del medio ambiente.

Si Gaviria logra llegar a la cumbre de presidentes de Miami (citada por Estados Unidos con exclusión de Cuba) con esos propósitos en camino de realizarse, podría decirse que el ex presidente colombiano llenó las expectativas y comenzó por buen camino. Si no lo logra, no le quedará más remedio que esperar mejores vientos.


EL EMBARGO DEBE TERMINAR

UNA NUEVA CORRIENTE DE pensamiento con respecto a Cuba está tomando mucho auge dentro de los dirigentes de Estados Unidos: la que piensa que el mejor camino que puede tomar Washington es levantar el embargo contra La Habana.

Y es que son numerosos, y de gran importancia en algunos casos, los defensores de esta teoría. Dentro de ellos se cuentan personalidades de la talla de Clayborne Pell y Lee Hamilton, presidentes de los Comités de Relaciones Exteriores del Senado y la Cámara, respectivamente.

En efecto, Pell y Hamilton publicaron en The Washington Post del jueves de la semana pasada un artículo titulado 'El embargo debe terminar', en el que expusieron en forma concisa sus tesis con respectada esta medida. Algunos apartes del escrito son los siguientes:


"(...) Más que concentrar nuestra atención en Fidel Castro, necesitamos empezar a pensar acerca de qué es bueno para los habitantes de Cuba, y acerca de cómo puede darse un cambio en la isla. La política común de Estados Unidos data de épocas cuando Cuba amenazaba, apoyada en la Unión Soviética, los intereses estadounidenses desde Africa hasta América Central. Pero ese tiempo ya pasó y Cuba no constituye ninguna amenaza contra la seguridad de Estados Unidos.

"(...) Creemos que el reto no es construir una política que ponga la solución pacífica en manos de Castro, sino que promueva una transición en Cuba. Infortunadamente luego de tres décadas el embargo ha fracasado en su empeño de conseguir la democracia en Cuba. Pese a que la isla ha perdido los subsidios soviéticos, así como una cosecha de azúcar, y aunque sufrió la peor tormenta tropical en años, Castro sigue en el poder. No importa cuánto exprima Estados Unidos la economía cubana, dudamos que el gobierno de la isla abrace la democracia.

"(...) Aumentar la presión económica sólo reducirá la posibilidad de una transición pacífica. Si las sanciones económicas causan efectos suficientes como para que haya malestar social en Cuba, la más probable consecuencia será que crezca la violencia. Esto será un desastre para Cuba y una tragedia para Estados Unidos.

"(...) Hemos aprendido que la mejor manera para conducir a un país comunista hacia la libertad es intensificando y ampliando la conquista de su pueblo. Los cubanos necesitan una invasión de gente, de ideas y de información; no el incremento del bloqueo y del embargo. Estados Unidos ha cambiado un poco a China y Vietnam. Si nos hemos aproximado de ese modo a naciones que quedan al otro lado del mundo, ¿por qué habría de ser distinto con un país que está a sólo 90 millas de aquí?

"(...) Estados Unidos debe abrir la puerta a una influencia hacia Cuba más positiva que punitiva. Como pasos iniciales, debería: 1) Eliminar la prevención a los estadounidenses de que viajen a Cuba; 2) Levantar la prohibición de que miembros de una misma familia viajen entre los dos países; 3) Remover las restricciones a las telecomunicaciones y al intercambio de prensa entre Estados Unidos y Cuba; 4) Incrementar los programas de intercambio entre ciudadanos de ambos pueblos; 5) Levantar la barrera de venta de alimentos y medicamentos; 6) Retirar las provisiones extraterritoriales del embargo que han enfurecido a nuestros aliados y provocado un acercamiento multilateral hacia Cuba. Aparte de estas medidas, Estados Unidos podría, en un tiempo, adoptar nuevas disposiciones para modificar las características del bloqueo, según como responda Cuba.

"(...) En contraste con Haití, donde Estados Unidos busca promover la democracia en unión con otros países, en el caso de Cuba estamos solos. (...) No creemos que levantar el embargo inmediatamente sea políticamente posible. De seguro debemos movernos gradualmente. Pero necesitamos movernos".