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LA COMPARSITA

Todo indica que Luis Alberto Lacalle será el nuevo presidente uruguayo.

25 de diciembre de 1989

Primero Paraguay, después Bolivia, luego Argentina y Brasil Ahora le tocó el turno a Uruguay. El pasado 26 de noviembre 2.300.000 uruguayos salieron a las urnas para elegir presidente de la república y nuevo Parlamento.Según las últimas encuestas (los resultado hasta ahora no se conocen), el senador Luis Alberto Lacalle, candidato por el Partido Nacional, los llamados "Blancos", actualmente en la oposición, es el que cuenta con las mayores posibilidades de acceder a la presidencia de la nación. Lo sigue en la lista de nuevos candidatos Jorge Batlle, del Partido Colorado, que se define como "entre lo menos malo de todo". Batlle ha tomado distancias de su partido actualmente al gobierno, porque en aras de la unidad interna de su agrupación han tenido que "asesinar nuestra propia imagen popular".
Los dos candidatos favoritos en las últimas encuestas proponen recetas de corte neoliberal como solución al actual estancamiento de la economía uruguaya y al aumento del desempleo juvenil que atraviesa el país. Con tres millones de habitantes, Uruguay gozaba de una economía estable, fundamentalmente basada en la exportación de carne y lana. Con un sistema educativo envidiable en América Latina y unos servicios estatales eficientes que le permitían a la gente pensionarse a temprana edad, hoy tiene un alto índice de desempleo, al punto que se cuentan más pensionados que trabajadores.
El nuevo presidente, que se posesionará el próximo 1o. de marzo, sucederá a José María Sanguinetti, del Partido Colorado, cuya elección en 1985 marcó el paso hacia la democracia después de 12 años de régimen militar.
Debido al curioso sistema electoral uruguayo, cada partido puede presentar tres candidatos, aunque en el momento del conteo final gana el partido con mayor número de votos, que se acumulan a favor del candidato que en dicho partido haya obtenido también más preferencias. Así, pues, el candidato más popular "arrastra" con los votos de sus copartidarios. De ahí que la campaña haya tenido momentos de áspero enfrentamiento entre candidatos de un mismo partido. Los dos favoritos en las encuestas, Lacalle y Batlle, a pesar de pertenecer a partidos opuestos, han hablado de querer reducir el peso del Estado en la vida económica del país, tratando de atraer sobre todo al inversionista extranjero. "En vez de exportar gente hay que importar oportunidades", declaraba Lacalle al explicar, durante su intensa campaña electoral, la razón de su promesa de una mayor agresividad en la búsqueda de inversión extranjera.
Sin embargo, las propuestas de sus copartidarios, Julio Pereyra y Alberto Zumarán, los otros presidenciables del Partido Blanco, de no privatizar y de mantener el monopoplio en algunos servicios del Estado,que contrastan a todas luces con las ideas desregulatorias y liberales de Lacalle, son explotadas permanentemente por la oposición. La pregunta que muchos se hacen y que hasta ahora no tiene respuesta es ¿qué hará Lacalle si accede al poder con semejantes contradicciones en el seno de su agrupación?
Pero esa no es la única batalla que enfrentan los dos grandes partidos tradicionales de Uruguay. La llamada "batalla por Montevideo", como han calificado la lucha electoral por la intendencia de esa capital, parece inclinarse por el candidato del Frente Amplio, una coalición de izquierda constituida por comunistas, socialistas e independientes, que cuenta ya con casi 30 por ciento de adhesiones, según los sondeos. Los Colorados, con el apoyo del 18 por ciento, y el llamado Nuevo Espacio, integrado por el Partido Democrata Cristiano y grupos socialdemócratas escindidos del Frente Amplio, con 14 por ciento,no aparecen con posibilidades para disputar la supremacía de la capital,tradicional bastión de las partidos izquierdistas.
Lo cierto es que hasta ahora el buen tiempo,la playa y los partidos de fútbol han llegado más al corazón de los uruguayos que el fragor del quehacer electoral. Muchos se preguntan qué hubiera pasado en esas condiciones si el voto no fuera obligatorio.