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"LA COSA ES CON MOVILIZACION POLITICA"

El líder opositor más buscado por los militares uruguayos explica a SEMANA cómo su país recobrará la democracia.

18 de junio de 1984

La reciente llegada de Wilson Ferreira Aldunate, candidato del mayoritario Partido Nacional (Blanco), uruguayo a la capital argentina, ha renovado las expectativas sobre su pronto retorno al Uruguay después de once años en el exilio y sobre las consecuencias que éste tenga en el proceso de democratización de su país. SEMANA entrevistó al líder político en una suite en el décimo piso del Hotel Conquistador que le sirve de sede temporal en Buenos Aires.
Ferreira Aldunate cuya captura ha sido requerida por un juez militar en Montevideo, por su presunta colaboración con grupos subversivos, figura además entre los proscritos en las próximas elecciones del 25 de noviembre, ya que el gobierno de facto lo privó de sus derechos cívicos hasta 1991.
Wilson -como lo llaman sus seguidores- es un político astuto que parece deleitarse con su oficio. Moldea cada palabra cuidadosantente explicando su sentido con un recurrente accionar de las manos. La destreza en su discurso y la rapidez con que percibe los diferentes tempos de la delicada coyuntura actual de su país, junto con el ataque furibundo que contra él ha desatado el Presidente del Uruguay, General Gregorio Alvarez le han hecho ganar gran popularidad entre sus compatriotas y quienes bien pueden llevarlo a ser su próximo Presidente.
SEMANA: Usted dijo en un reportaje, que la única forma de que el pueblo uruguayo imponga unas elecciones auténticamente democráticas es a través de la movilización política. ¿Cree usted que su presencia en el Uruguay, aunque lo metieran preso, contribuiría a esa movilización?
WILSON FERREIRA: La pregunta no tiene contestación fácil. Creo que el episodio concreto del encarcelamiento es claramente movilizador. La prolongación de la cárcel en medio de la indiferencia surte el efecto precisamente contrario.
S.: ¿Por esto usted no ha vuelto al Uruguay?
W.F.: Creo que esto hay que medirlo políticamente. No hay que jugar todas las cartas simultáneamente. El proceso tiene que ser: una rápida reconstitución del frente opositor, una campaña de creciente movilización popular, e insertado dentro de esta campaña, mi regreso en el clima que ésta haya creado, pero además contribuyendo a acrecentarla por el hecho mismo de volver.
S.: Las Fuerzas Armadas presentaron una propuesta política a todos los partidos habilitados, el pasado primero de mayo. Esta restringe el campo de acción del próximo gobierno democrático, produciendo así reacciones distintas de su partido, que la rechazó de plano, y de los colorados, quienes dijeron merecia estudio.¿Significa esto que, a pesar de la comisión multipartidaria creada el 15 de abril, los partidos mayoritarios estan muy lejos aún de conformar esta unión opositora que usted considera tan necesaria?
W.F.: Yo creo que estamos muy cerca afortunamente. El Uruguay vivía un proceso de progresiva crispación. Había una sucesión de movilizaciones populares cada vez más intensas: el enorme acto de Obelisco, luego la aparición de este fenómeno de la cacerolada, un primer paro general... y todo parecía indicar que esto conducía inexorablemente a la caída de la dictadura. Sin embargo, en los últimos cien días ha habido un proceso de aquietamiento. La intensidad comienza a decaer porque tengo la impresión -y no estoy haciendo juicios morales, son meramente diferencias tácticas- que en todos los sectores políticos, gremiales y las organizaciones sociales hay un núcleo que -hecho el anuncio de que habrá elecciones el 25 de noviembre- no cree conveniente ningún tipo de acción que proporcione al régimen pretextos para suspenderlas. Creo que es un profundo error porque creo que habrá elecciones solamente si el pueblo las impone.
S.: ¿Entonces cuál es la estrategia de su partido de acá al 25 de noviembre?... Pase lo que pase ese día.
W. F.: Hay que partir del supuesto de que el 25 de noviembre tendremos elecciones libres compareciendo todos los partidos y sin que ningún ciudadano sea privado de sus derechos cívicos. En función de esto hay que canalizar toda la estrategia. Creo que desde este punto de vista, el aparato militar nos ha hecho un magnífico favor, porque la propuesta política que usted mencionó, es de tal forma inaceptable que el frente opositor se reconstruirá automáticamente y desaparecerán las diferencias tácticas.
S.: ¿Podría usted explicar cuáles son los principales puntos de esta propuesta y qué implicaciones trae?
W.F.: Cito solamente algunos ejemplos. Es difícil creer que esto que voy a decir ahora haya sido propuesto en serio. Dicen por ejemplo que todas las sentencias dictadas por la justicia militar, aún contra civiles, durante los últimos once años quedan convalidadas constitucionalmente. O sea que si mañana el condenado por asesinato ve aparecer vivo al muerto, su sentencia es inmodificable porque es por mandato constitucional. Todo el Frente Amplio tendría que votar expresamente la confirmación plebiscitaria de la sentencia condenatoria del General Seregni. Esto bastaría... Pero además se agregan cosas del mismo tenor. Se deroga la facultad que tiene el poder legislativo para dictar amnistías dirigidas a delitos políticos o comunes conexos con políticos. De modo que se respeta el derecho de la asamblea general de dictar amnistía sólo para ladrones, violadores... en fin. Otro ejemplo: se establece que los Generales se designarán así mismos. Es decir todo el régimen del Ejército comienza a operar por cooptación: los Generales existentes eligen a los próximos Generales, eligen a su propio comandante en jefe; pero ahi viene la gran concesión a la tradición democrática del país: permite que el ascenso de un General pueda quedar sin efecto si se oponen los dos tercios del Senado. Yo creo que para muestra basta un botón y van tres botones. Esto es de tal modo inaceptable que, gracias a Dios, nadie podrá ceder.
S.: ¿Esto no es pecar de optimista?
W.F.: No porque nosotros votaríamos por un no en un eventual plebiscito ratificatorio, y si nosotros votamos por no, todo el país vota por no. Acuérdese que las Fuerzas Armadas dicen que convocarán a elecciones sólo si previamente los partidos firmamos. Ningun otro partido se va a meter solo a firmar. Primero porque la propuesta es absurda y segundo, porque no nos van a dejar quedar como los únicos opositores de la dictadura.
S.: Siendo optimistas entonces, supongamos que se dan elecciones libres, ¿cuáles serán las tareas más urgentes del nuevo gobierno?
W. F.: Te digo en dos palabras lo que ocurre hoy. Primero, mi país experimentó una de las sangrías poblacionales más grandes de la historia moderna: perdimos alrededor del 12% de la población. Y no es un 12% cualquiera; son jóvenes, son obreros especializados, son artistas, escritores y demás profesionales. Segundo, a pesar de haber exportado tantos uruguayos, tenemos una de las tasas de desocupación más altas del continente, sobre todo para los menores de 25 años.
S.: ¿Qué porcentaje?
W.F.: Debe andar entre el 60 y el 70 por ciento para éste grupo de edad, y alrededor del 17% en general. Para los empleados, el salario real, comparado con el de 1971, es del 43% de lo que era. Esto quiere decir que Uruguay que se enorgullecía de tener un nivel de ingresos muy elevado, tiene hoy una cantidad de gente que no come suficiente. Se ha intentado destruir el aparato cultural, mediocrizar la enseñanza. Se han obedecido doctrinas económicas que han conducido a la práctica desaparición de nuestra débil infraestructura industrial. Se ha atentado aún contra la estabilidad de las industrias básicas, que eran poco más que mero aprovicionamiento de materias primas, como nuestra ganadería. Finalmente, todo esto ha conducido a la generación de una deuda externa que, con poca fortaleza económica detrás, hace que cada niño uruguayo al momento de nacer no llegue ya como decía el viejo refrán "con el pan debajo del brazo" sino que la canastilla trae una deuda de 2.300 dólares. Todo esto conduce a un estado desesperante y ésta es una de las razones por las cuales el régimen tiene que encontrar inevitablemente caminos de salida.
S.: Entonces ¿cuál debería ser la primera medida del nuevo gobierno?
W. F.: Se me ocurre que lo primero es concertar una gran conjunción de energía nacional para enfrentar la crisis. Comenzando por agravar uno de los problemas más graves, porque si éste es el desempleo, tenemos encima que traer a los 350 mil que se fueron y no sólo abrirles la puerta sino irlos a buscar. Y luego, confiar en un gran esfuerzo nacional compartido. En un esfuerzo claramente pensado por encima de barreras partidarias, cualesquiera sean los resultados electorales.
S.: Viéndolo desde su experiencia personal, ¿piensa usted que el exilio le cambio en algo su perspectiva sobre estos problemas como uruguayo y como latinoamericano?
W. F.: Yo te digo que el exilio, que es una experiencia destructiva, traumatizante, supone estar luchando día tras día para evitar que te elimine, pero nos enriqueció en algunos ángulos. A los uruguayos no les pasaba igual que a los argentinos que exhibíamos con cierto orgullo la condición europea de nuestras poblaciones, pero que en el fondo demostrábamos un poco de falta de raíz. No sentíamos con mucha intensidad nuestra referencia latinoamericana y habíamos construído países con visión muy europeizada. El exilio a mí me ha hecho descubrir en una dimensión muy profunda mi referencia latinoamericana, esa cosa muy intensa...