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LA DAMA DEL ENCIERRO

La liberación de la Nobel de Paz, Daw Aung San Suu Kyi, es la primera señal de que aún en Myanmar (Birmania) las cosas pueden cambiar.

21 de agosto de 1995

EL CAMINO SEGUIDO POR Suráfrica tras la liberación de su líder Nelson Mandela, espera convertirse en ejemplo para Myanmar. La antigua Birmania confía en que la liberación de la activista Daw Aung San Suu Kyi, le ayude a superar su condición de paria internacional.
Daw Aung San Suu Kyi permaneció bajo arresto domiciliario durante seis años, fue acusada por el gobierno militar de Yangon de instigar a la insubordinación social, sindicaciones que nunca fueron confirmadas. A pesar de ello permaneció detenida en su casa desde 1989. Si los motivos para la reclusión de esta mujer -que en 1991 fue distinguida por la Academia Sueca con el premio Nobel de la Paz- no fueron claros, los de su liberación el 10 de julio, tampoco lo han sido.
El año pasado se especuló con el posible levantamiento de su pena, bajo la condición de que se marchara del país y que no liderara un movimiento político. En el borrador de la nueva Constitución hay un precepto que le impide a Daw Aung San Suu Kyi aspirar a la presidencia por estar casada con un extranjero. A pesar de la lluvia de especulaciones, se le liberó sin restricción alguna.
Una vez conocida la noticia, la comunidad internacional aplaudió la actitud asumida por el gobierno de Myanmar; lo que ha hecho pensar a los analistas que con ella se pretende atraer los capitales foráneos. Y es que algunas declaraciones oficiales parecen confirmar esta teoría. El vocero del Departamento de Estado de Estados Unidos, Nichollas Burns, expresó su deseo de que este hecho le abra el camino a la democracia y a la protección de los derechos humanos. El gobierno japonés, por su parte, manifestó que se trataba de una magnífica noticia, mientras que el canciller indio abogó por la reconciliación, la libertad y la democracia en esta Nación hermana.
Pero si la actitud gubernamental tiene sorprendido a más de uno, la de la líder opositora no ha dejado de ser extraña. En sus encuentros con la prensa internacional se ha mostrado dispuesta a participar en un mandato compartido con los militares, dentro de un proceso de reconciliación. Equipara la situación de su país con la que vivió Suráfrica luego de la liberación de Nelson Mandela en 1990. Allí fue necesario un período de transición, en el cual cooperaron blancos y negros antes de poder realizarse las elecciones multiétnicas del año pasado.
El lenguaje utilizado por 'La Dama' (apelativo utilizado por sus simpatizantes ante la prohibición gubernamental de pronunciar su nombre) también ha sido motivo de sorpresa. Señala que es necesario hacer una distinción entre las personas y los hechos, pues confundirlos sería una muestra de debilidad. Además, considera que su pueblo no quiere venganza sino trabajar en procura de la verdad.
Para los militares, que desconoció la victoria en las elecciones legislativas de 1991 de la Liga Nacional por la Democracia -movimiento encabezado por Daw Aung San Suu Kyi-, compartir el poder durante el período de transición no es suficiente, quieren permanecer en él indefinidamente. Les resulta difícil pensar en alejarse luego de haber permanecido en él desde 1962, cuando el general Ne Win lo tomó por la fuerza e institucionalizó el Partido Programa Socialista de Birmania -BSPP-. De las aspiraciones del sendero socialista únicamente quedó el régimen totalitario, disfrazado por una democracia donde el BSPP era el único partido.
Pero la perpetuidad de la junta castrense no es el único nubarrón que ensombrece el futuro de este país. Las múltiples denuncias sobre esclavitud ponen en tela de juicio la apertura económica. La construcción de las obras de adecuación para un gasoducto se habrían hecho mediante ese método de trabajo. Las compañías beneficiarias, Unocal de Estados Unidos y Total de Francia, han negado estas acusaciones y el gobierno militar sostiene que se trata de trabajo voluntario que aporta la Nación para su desarrollo.
Pero, es posible, que con la liberación de Daw Aung San Suu Kyi y, sobre todo, la riqueza mineral de su subsuelo y los bajos costos de su mano de obra, Myanmar conquiste los favores del capital internacional y cumpla su sueño de crecer a un 6 por ciento anual.