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LA DINASTIA PINOCHET

EL GENERAL YA TIENE 80 AÑOS, Y MUCHOS SE PREGUNTAN EN CHILE CUAL DE SUS HIJOS TOMARA EL ESTANDARTE DE SU FAMOSO APELLIDO

15 de julio de 1996

Las rogativas que en 1936 hizo a la Virgen el entonces alférez Augusto Pinochet Ugarte, "Gracias Madre Mía, ayúdame siempre" le han dado muy buen resultado. Pinochet llegó a la cúspide tras dar el golpe de 1973 y organizó a Chile en torno suyo. Luego de entregar la presidencia jamás ha ido a juicio, como lo querían sus opositores, y hoy se encuentra preparando su retiro de la comandancia del Ejército para pasar a ocupar el cargo de senador vitalicio, de acuerdo con la Constitución que se hizo aprobar en 1980. Así, el modesto general, hijo de un agente de aduanas, fiel representante de la clase media chilena, pasó a ser el hombre que ha concentrado más poder en sus manos en la América Latina del siglo XX. No cabe duda de que, para bien o para mal, su apellido está inscrito entre los personajes históricos de este siglo. Pero el general ya tiene 80 años y su tiempo se acorta. Es por eso que a sus seguidores les preocupa el que, en un país donde los apellidos tienen gran peso, no se evidencie entre sus descendientes la capacidad para agregar una dinastía al coro de los Alessandri, Frei o Allende. Para avizorar cuáles son las posibilidades de una dinastía Pinochet, hay que observar que la vida del general ha estado marcada por mujeres fuertes. La primera fue su madre, Evelina Ugarte, quien confesaría a la prensa que "cuando ingresó a la escuela militar sabía que terminaría siendo comandante en jefe del Ejército". En 1943 se casó con Lucía Hiriart, de quien Pinochet ha dicho y escrito en sus memorias, que fue ella quien le rogó que salvara al país del comunismo. Lucía Hiriart no sólo fue la primera dama protocolaria, sino también una activa política a la sombra de su marido y en más de una ocasión reconoció tener la mano más firme. Durante su mandato fue la presidenta de Cema Chile, una antigua organización de apoyo a las madres pobres, desde donde trató de emular, sin fortuna, a Evita Perón. Los cinco hijos del matrimonio, Augusto II, Lucía, Verónica, Marco Antonio y Jacqueline, se destacaron durante la dictadura por los escándalos en los que casi todos se vieron envueltos, ellos mismos o sus cónyuges. Incluso el primogénito, Augusto II, fue salvado de un juicio por fraude al fisco, gracias a una movilización militar conocida como 'el ejercicio de enlace'. Sólo la mayor de las mujeres, Lucía, lo acompañó públicamente los 17 años de mandato. Su carácter fuerte e independiente más el apoyo de su padre, hicieron que se manejara con soltura en las redes de las intrigas palaciegas. Lucía cultivó sus relaciones con los principales líderes de la derecha, quienes la consideran la heredera natural del pinochetismo, tanto por su nombre como por sus capacidades políticas. Ella misma confiesa su admiración por el sector más derechista, la Unión Demócrata Independiente -UDI-, al tiempo que critica a los sectores de derecha que considera demasiado proclives a los acuerdos con el gobierno. "Me gusta la gente de la UDI -dijo, al recibir en su casa a SEMANA- porque la encuentro gente sana. Son gente muy sana, casi soñadora... muy idealistas, muy católicos, con principios tradicionales bastante rígidos, pero está bien como ellos son. La otra derecha, el grupo de Allamand, sólo ha producido conflicto... Quieren como abuenarse con el gobierno, transar con el gobierno y yo creo que eso es malo". A finales de 1982 Lucía Pinochet formó la Fundación Nacional de la Cultura, de la cual es presidenta desde entonces. Esta fundación, que financia artistas y posee su propia galería de arte, acoge a un exclusivo grupo de nacionalistas que ven en ella una plataforma para sus iniciativas políticas, y a su presidenta le sirve para fortalecer la defensa del general Pinochet. Con dos matrimonios disueltos, Lucía no teme dar públicamente sus opiniones sobre temas controvertidos como el divorcio, sobre el cual no se ha podido legislar por la oposición de la Iglesia Católica y de la derecha. "Yo he sido bastante rebelde en eso porque desde el gobierno de mi papá que estoy de acuerdo con el divorcio". Otro tema que le apasiona es la igualdad de las mujeres, a pesar de que rechaza el feminismo en la vida moderna. "Lo que sí creo es que la mujer es igual que el hombre en capacidad. No creo que un hombre pueda realizar una labor mejor que una mujer". A pesar de su independencia frente a temas sensibles en la derecha chilena, las peticiones para que se lance al Parlamento no le han faltado; niega que esté interesada y dice que sólo se decidiría para defender la obra de su padre. "Esa parte me gusta, defender la tarea de mi papá, profundizarla". Eso es lo que ahora hace desde su puesto de directora de la recién creada Fundación Augusto Pinochet Ugarte. Desde allí se ha encargado de hacer presente que Pinochet seguirá actuando en política después que salga del Ejército. Claro que mientras ella señala que ve a su padre de senador vitalicio, la Fundación lo promueve como candidato a la presidencia. Pero aunque parece haber unanimidad en que el heredero político de Pinochet es Lucía, alguien se le ha anticipado, si bien con pocas posibilidades. Se trata del primogénito, Augusto II, ex militar, ex intermediario en venta de industria al Ejército, y ahora dedicado al agro. Apareció en una manifestación de empresarios agrícolas contra los acuerdos del Mercosur y, amparado por el ultraderechista Partido del Sur, dijo que ingresaba a la política para defender los derechos del campo. Hace dos semanas lanzó su candidatura a la Cámara de diputados apoyado por Rodrigo Eitel, vocero del grupo de antiguos funcionarios de la desaparecida Dina, la policía política del régimen pinochetista. Sin embargo, la derecha con representación parlamentaria no lo considera un personaje digno para defender la institucionalidad dejada por la dictadura. Tampoco su hermana Lucía ve en él al sucesor de su padre y argumenta razones familiares para no opinar sobre 'ese' hermano. Mientras tanto, el general Pinochet se apresta para seguir en el poder hasta que la muerte lo separe. Hasta ese entonces mantendrá frenadas las aspiraciones dinásticas de sus retoños, pues para él, Pinochet hay uno sólo y no acepta sombra ni aunque sea del mismo palo. O como su hija Lucía dice: "Mi papá es único, no hay heredero de él".