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LA GUERRILLA CONTRAATACA

4 de mayo de 1987

El asalto a uno de los bastiones más protegidos del Ejército salvadoreño confirma que la guerra en ese país está muy lejos del fin.
Después de varios meses de ausencia de las primeras planas de los periódicos, El Salvador volvió a ser noticia. Por primera vez en siete años de guerra civil y de asistencia militar norteamericana, un asesor estadounidense, el sargento Gregory Fronius, cayó en combate. Quizás los 69 soldados salvadoreños que cayeron con él según las cifras oficiales (el Frente Frabundo Martí para la Liberación Nacional -FMLN- habla de más de 200) y los nueve guerrilleros no hubieran causado tanto revuelo. Al fin y al cabo el saldo en rojo de la guerra va ya en más de 60 mil muertos y 7.000 desaparecidos. Pero que un norteamericano caiga en un ataque guerrillero a una de las guarniciones más importantes y más protegidas del Ejército salvadoreño, la de El Paraíso, es otra cosa, por lo menos a los ojos de la prensa norteamericana.
"Humillante", lo calificó el New York Times. Y lo es. Pero no porque sea un marine el muerto. Sino porque demuestra que ni los mil millones de dólares que el ejército salvadoreño ha recibido de manos de Estados Unidos, ni sus asesores militares, ni el respaldo irrestricto al presidente Napoleón Duarte a pesar del dudoso éxito de su gestión, ni la insistencia en que la guerrilla está aniquilada y en una desventaja numérica de 10 a 1, han sido suficientes para acabar con ella. Por el contrario, si se tiene en cuenta que la Cuarta Brigada había sufrido ya un ataque guerrillero en 1983 que la dejo semidestruida y con un saldo de 100 soldados muertos, lo que la convirtió en uno de los bastiones más defendidos del ejército salvadoreño, el golpe del FMLN perpetrado por un centenar de hombres con armas ligeras, lanzagranadas y un cañón de 90 mm., es sin duda una muestra fehaciente de que la guerrilla sigue, viva y fuerte.
Según el FMLN, que agrupa a las organizaciones guerrilleras más importantes de El Salvador, se trata de una nueva campaña ofensiva tendente a demostrar el fracaso de la estrategia contrainsurgencia de Estados Unidos, la baja moral del Ejército, el aislamiento del gobierno de Duarte y la fuerza política y militar que aún tiene la guerrilla, cuyo fin último es derrocar a Duarte. Para el gobierno salvadoreño no es más que un acto propagandístico, y para el norteamericano un acto desesperado de terrorismo que no tiene un significado militar de largo alcance.
Pero lo cierto es que, se quiera o no, para el gobierno de Duarte representa una derrota militar, propagandística y sobre todo política. No se puede hablar de éxito en la gestión de un gobierno que desde la campaña electoral que lo llevó a la presidencia en 1984 le prometió a los cinco millones de salvadoreños que encontraría una solución política al conflicto y que, después de dos rondas de conversaciones gobierno-guerrilla ese mismo año, no ha podido sacar adelante ningún nuevo intento de diálogo. Y lo que es igualmente diciente, tampoco ha logrado convencer a los salvadoreños de que es él quien tiene la razón y merece todo su apoyo, y no quienes luchan por derrocarlo.
Como lo expresara el experto en Centroamérica de la American University de Washington a la agencia Inter Press Service, el ataque de El Paraíso "es una prueba más de que la guerra no la está ganando el gobierno del Presidente Duarte, a pesar del apoyo de Estados Unidos". Hecho que trasladado al contexto centroamericano e incluso al colombiano, lleva a pensar una vez más, que intentar soluciones militaristas a los conflictos sociales, difícilmente lleva a la victoria por más millones de dólares y asesores norteamericanos que se tengan.