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| Foto: Marcelo García

REVOLUCIÓN BOLIVARIANA

La herencia del comandante

Venezuela no será la misma después de Chávez. SEMANA le cuenta qué cambió en el vecino país.

7 de marzo de 2013

Después de su muerte, el acertijo planteado por Gabriel García Márquez en su célebre entrevista a Hugo Chávez sigue sin ser resuelto . A Chávez se le ama o se le odia. Con él no hay medias tintas. Unos destacan su grandeza, afirmando que partió la historia del país en dos, que ayudó a los más humildes como nunca antes. Otros lo acusan de romper en mil pedazos la democracia y sus instituciones, de derrochar la renta petrolera y de dejar un país arruinado e inseguro. Pero algo está claro: este llanero entró a la historia. 

“Dentro de unos años no habrá pobreza en Venezuela, se los prometo. Yo pongo mi vida por delante, no habrá ni una mujer, niño, niña ni un hombre viviendo en pobreza”, juró el comandante en 2011, en el lanzamiento de un programa de becas. Todavía hay pobreza, pero se ha reducido. 

El Instituto Nacional de Estadística, que depende del Ejecutivo, indica que en 1997 la pobreza alcanzaba al 56 por ciento de la población, del cual un cuarto vivía en la pobreza extrema. Ahora, se redujo a la mitad y la miseria apenas roza el 7 por ciento. Las cifras del Banco Mundial o del Cepal apuntan a la misma tendencia. Además, entre 2003 y 2011 el PNB por habitante pasó de 3.470 dólares a 11.820 y, según el gobierno, el desempleo es hoy del 6,4 por ciento. Según Chávez, esa es una de las causas del desabastecimiento alimentario, pues “ahora los pobres comen más y mejor”. 

Según el gobierno, el 98 por ciento de los venezolanos come tres veces al día y, en el periodo comprendido entre 1999 y 2012, el consumo diario de calorías habría pasado de 2.127 a 3.182. La historiadora Margarita López Maya le dijo a SEMANA que la exclusión social disminuyó y que la lucha contra la miseria  es una de las grandes victorias de Chávez. 

“En 1998 estábamos en pleno sentido común del neoliberalismo. Hoy nadie se atreve a utilizar un mensaje de esa naturaleza. El chavismo convirtió el combate a la pobreza en la centralidad del discurso, marcando pauta en América Latina, planteando que los modelos económicos no pueden ir en detrimento de las grandes mayorías”, explicó. Una lucha que no solo benefició a millones de personas, sino que le aseguró, año tras año, un robusto apoyo electoral. 

Chávez dijo que aumentó los gastos sociales en un 60 por ciento durante la última década, hasta llegar a un total de 468.000 millones de dólares. El gobierno logró además reducir el coeficiente de Gini, que mide las desigualdades, al pasar de 0,49 puntos en 1998 a 0,39 en 2011 y dejar a Venezuela como el país con el mejor índice de América Latina. En buena medida eso se explica por las misiones sociales que la revolución impulsó con la asesoría de La Habana. 

Según el gobierno, en 26 frentes distintos que van desde la educación, pasando por la salud, la vivienda, la cultura, los alimentos y la atención a los adultos mayores, se ha atendido a millones de personas. Hoy en Venezuela hay menos mortalidad infantil, más doctores, menos desempleo, menos pobreza. La Unesco incluso reconoció que el analfabetismo había sido eliminado y el PNUD reconoció que ha cumplido con gran parte de los Objetivos del Milenio. 

Sin embargo, según López Maya, estos avances tienen los pies de barro porque no abordan la raíz de los problemas y dependen del inestable ingreso petrolero. “Se destruyó el tejido social, lo cual repercute en la violencia –con 50 asesinatos por cada 100.000 habitantes, Venezuela tiene una de las peores tasas del mundo–. No se ha creado empleo digno, solo aumentó el empleo público y el clientelismo. Mucha gente se ha tirado a la informalidad y no se cuenta con educación de calidad. Tenemos una inmensa sociedad dependiendo  del Estado, gente que no relaciona trabajo con productividad y que pareciera tener derechos pero no responsabilidades. ¿Qué sociedad con estas características puede tener éxito en el siglo XXI?”, dijo López Maya.

Bolsillo lleno

Al igual que sus predecesores, el comandante arribó a Miraflores con un compromiso: alcanzar la diversificación de la economía, rompiendo con el karma del rentismo petrolero. Pero la historia volvió a repetirse. “Con Chávez se exacerbó la dependencia: el 96 por ciento de las divisas son de origen petrolero”, le dijo a SEMANA el economista Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica.

Oliveros señaló que el líder bolivariano dejó a Venezuela “sin mecanismos de estabilización o contingencia ante una baja de los precios petroleros”, mientras el Estado parece insaciable, multiplicando la deuda. En 2006, el barril no superó los 60 dólares, la economía creció un 10 por ciento y el déficit fiscal era menor al 3 por ciento del PIB. Seis años más tarde, el petróleo cruzó la barrera de los 100 dólares, la economía se expandió el 5,5 por ciento y el déficit subió al 16 por ciento del PIB.

Para entender este periodo de misiones, becas, pensiones, expropiaciones y nacionalizaciones, debe partirse de un elemento clave: el chavismo ha disfrutado de la mayor bonanza petrolera de la historia, con una factura que ronda los 700.000 millones de dólares. Ese chorro de petrodólares fue manejado a discreción por el presidente, constituyendo lo que Oliveros llamó “una estructura institucional paralela de gasto, que genera marcadas distorsiones en el sistema y es una de las razones que explican la elevada inflación –la peor del continente– y la necesidad de imponer un control de cambio” que ya suma una década.

Por eso, como en muchos países que viven de sus recursos naturales, Venezuela todavía no ha logrado evitar la maldición del petróleo y la enfermedad holandesa. Es decir, el petrolero termina ahogando el resto de los sectores productivos y la avalancha de petrodólares produce una inflación descontrolada. En 2012 esta alcanzó más del 20 por ciento. 

Chávez habló de desarrollar en Venezuela la ‘tercera vía’ ideada por el   británico Tony Blair, y de abrir las puertas a los inversionistas locales y extranjeros. Eso fue en 1998. Ya en 2006, asumía el socialismo como la única vía y le declaró la guerra al capitalismo. Patentó una marca: el “socialismo del siglo XXI”. Al margen de otras etiquetas, al ser consultado por la televisora estatal sobre este modelo, el expresidente cubano Fidel Castro contestó que la invención de su vástago político era “el comunismo, el que el propio Marx definió como comunismo”.

Oliveros apuntó que “el modelo económico del chavismo, con un Estado fuerte, controles profundos y un entorno adverso a los derechos de propiedad, ha provocado que el grueso del sector privado tenga un plan de negocios a muy corto plazo, buscando la maximización de ganancias y dando pie al nacimiento del ‘empresario mercenario’, motivo por el cual nuestro crecimiento no ha sido sólido ni sostenido”.

Dentro de ese esquema, el director de Ecoanalítica salvó un punto a favor de Chávez: “En materia petrolera ha tomado un mayor control, reduciendo la exposición a Norteamérica y acometiendo una política de diversificación enfocada en Asia y estableciendo alianzas con China”.

Por eso Chávez deja un balance incierto. En lo económico no se logró salir de la dependencia petrolera y muchos temen que el país se derrumbe si el barril cae. Pero a sus sucesores –quienes sean– les deja unas conquistas sociales, una responsabilidad que en el futuro ningún político podrá ignorar. 

Catorce años han pasado desde la famosa entrevista de Gabo. Y con Chávez ya en el más allá, el enemigo de su doble personalidad se mantiene. El 31 de enero de 2012, a cuatro días de cumplirse dos décadas del golpe que encabezó contra Carlos Andrés Pérez, el comandante exclamó: “A mí que me condenen quienes quieran condenarme. Qué importa, tomo a Fidel de nuevo: condéname, burguesía; condénenme quienes quieran condenarme. La historia me absolverá”.