LA HORA DE LOS RADICALES
"Con Marx y con Lenín, vota Alfonsín", gritan los peronistas tratando de darle el "golpe final" al candidato presidencial más opcionado
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No tiene ni lejanamente el carisma y la fuerza que tenía Perón. Tampoco su pasta de líder. Sus discursos tienen más bien el tono de una charla, antes que el de la gran oratoria. No arrastra multitudes ni despierta un entusiasmo loco. Sin embargo, este hombre de aspecto afable, con cara de bueno, está logrando el milagro de hacer tambalear la seguridad que hasta ahora lo hacía aparecer como la única alternativa posible ante los militares.
Raúl Alfonsín tiene 55 años, estatura mediana, y un físico que parece estar en lucha contra los kilos. Se viste un poco a la antigua, de traje y chaleco abotonado, y habla pausadamente, de una forma que transmite paz y confianza. Esto último debe ser lo que le hace atraer más votos.
Desde que se empezó a hablar de elecciones, hace poco más de un año, la figura de Alfonsín ha ido creciendo vertiginosamente y de este modo, terminando con la creencia generalizada de que, gustase o no, el primer triunfador sería el peronismo. Quienes deciden el resultado de las elecciones son los obreros, se ha dicho siempre, y si los obreros siguen siendo incondicionales de Perón, no habrá fuerza capaz de contrarrestar una victoria peronista. Se afirma también que a estos obreros y a la clase trabajadora en general les; pasa por encima toda critica al segundo gobierno peronista (Perón-Isabel López Rega), ya que para ellos prevalece el recuerdo de la primera época, cuando Perón protegia como un padre a los "descamisados".
¿Por qué y cómo ha logrado, entonces, Alfonsín crecer políticamente como figura popular, con avances grandes entre la clase media y también entre sectores de la clase obrera?
Todo empieza con una carrera siempre en ascenso dentro de la Unión Cívica Radical, partido al que ingresa a los 24 años. En el último tiempo es el líder indiscutido de la línea Renovación y Cambio, que internamente se opuso hasta vencer a la línea del patriarca del partido, el ya fallecido Ricardo Balbín. El golpe final lo dio al ser designado candidato a presidente, imponiéndose al candidato balbinista, De la Rúa. Ahora, como presidenciable, sostiene que el peronismo debe acostumbrarse a perder alguna vez. "Nosotros vamos a triunfar -afirma- y pienso que muchos peronistas nos van a votar, porque quieren afianzar la democracia. Vamos a tener votos obreros a niveles que no se imaginan".
Esto es realmente un punto clave, y hasta que no se sepa el resultado de las elecciones, no se sabrá si la afirmación de Alfonsín es real. Lo concreto es que la campaña proselitista actual refleja una seguridad total de Lúder respecto a los votos obreros y un claro interés por conseguir los votos de la clase media. Contrariamente, se ve a Alfonsín absolutamente confiado en su arrastre entre los sectores medios, profesionales e intelectuales, y tratando de que el voto de los obreros no sea irremediablemente peronista. Lo que sí es seguro es que mucha gente, que en la elección anterior votó al peronismo, esta vez apoyará a los radicales. Pueden citarse, como ejemplo, a los que hace 10 años eran jóvenes profesionales de izquierda no marxista, a viejos peronistas nostálgicos del primer periodo de Perón, a las bases del Partido Comunista que, esta vez, se niegan a seguir la orden del partido de votar al justicialismo, y a muchos independientes que se preocupan por la clase obrera pero que dudan que Lúder pueda satisfacerla, controlado por un líder partidario como Lorenzo Miguel y el resto de los sindicalistas "matones".
Un gol de Alfonsín en este sentido ha sido la denuncia del pacto militarsindical, que acaba incluso de ratifcar. Ha desatado contra él la furia de los peronistas, pero quienes creen en sus argumentos, sienten que no tienen otra alternativa que votarlo.
Alfonsín dice que el pacto ya está funcionando, y explica por qué les conviene a los militares. "Así piensan impedir la revisión del pasado, garantizar la continuidad de la actual cúpula y preservar la intervención de los gastos de defensa. A los dirigentes -agrega- les da el control de los sindicatos claves a través de mecanismos no previstos por la ley. Si ese pacto subsiste -concluye- la democracia no subsistirá ".
El peronismo respondió acusándolo tanto de pro-yanqui como de promarxista. Hay pintadas callejeras que dicen "Con Marx y con Lenin, vote a Alfonsín". El candidato protesta, pero no se enfurece. No ataca: "Si Perón y Balbin se abrazaron -razona- no vamos a ser nosotros los que nos vamos a separar. Que no sigan buscando roma porque no nos van a hacer entrar". Y cuando alguien le recrimina la falta de una respuesta más dura, porque es sabido que la acusación de marxista puede ser un golpe fatal para cualquiera en este pais, contesta: "No quiero herir, ni siquiera al adversario ".
La juventud que lo apoya le pide a veces más firmeza, como cuando se habla del castigo a los culpables de la represión, que costó tantos miles de desaparecidos. "¡Paredón, paredón!", piden los jóvenes radicales. Y él contesta calmadamente: "No, no, no. Nunca más el paredón. La ley y la Constitución". "Si alguna vez la Argentina tiene que salir a defenderse de la subversión, lo hará dentro de la ley y sin baños de sangre", agrega.
La salida alfonsinista para todo está en las banderas de la libertad y la justicia social: "Con esto sólo, cuando nos dejen de mandonear, sacaremos al país adelante", dice.
Puede sonar a promesa de candidato, pero en todo caso ahora se ve como posible que Alfonsín tenga la oportunidad de probar sus propuestas, algo que hace un año no se habria soñado jamás.