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LA HORA DE LOS REHENES

La liberación de un rehén británico abre esperanzas para los demás. Pero hay fuerzas que se oponen a la paz.

9 de septiembre de 1991

EL PERIODISTA BRITANICO JOHN MCCARTHY se dirigia al aeropuerto de Beirut, con el fin de tomar un vuelo de regreso a Londres. El joven de 28 años acababa de terminar su primera misión en el extranjero como camarógrafo de la Cadena de Televisión Mundial (WTN) y pensaba en su novia Jill Morrel, con quien vivía hacía tres años. Pero el destino le tenía preparada una sorpresa. Habían pasado dos días desde que en abril de 1986, Estados Unidos bombardeara Trípoli, con el objetivo de castigar las actividades terroristas de Libia, y en particula relata- que contra el buque italiano Achille Lauro.
Un automóvil cerró al suyo, y McCarthy experimentó por primera vez lo que sería el denominador común de sus siguientes 1,143 días de vida: el cautiverio. Acababa de caer en manos de la Jihad Islámica, una organización con fuertes vínculos con el movimiento político pro iraní Hezbollah. Las intenciones aparentes de sus captores eran vengar la colaboración británica para el bombardeo de Trípoli.
Esa razón no parece muy clara, porque tras el bombardeo, aparecieron en las calles de Beirut los cadáveres de tres rehenes occidentales que estaban en cautiverio desde el año anterior. Pero lo cierto es que comenzaba un calvario que sólo terminaría la semana pasada.
McCarthy se convirtió en uno más de las decenas de rehenes que llegaron a tener, en un momento dado, varias organizaciones militantes islámicas. Ya para entonces se encontraban en cautiverio, entre otros, Terry Anderson, corresponsal de la agencia de noticias Associated Press (A.P.), quien había sido secuestrado el 16 de marzo de 1985, Thomas Sutherland, decano de Agricultura, el misionero Benjamin Wei y varios norteamericanos- más, junto con cuatro franceses y un italiano. El cautiverio se justificó, a través de los años, por muchos motivos. En esa época, el objetivo era la liberación de 17 chiítas encarcelados en Kuwait por ataques contra las embajadas francesa y norteamericana allí Fluctuando según la situación del momento, los captores exigían en canje por sus secuestrados la libertad de cientos de prisioneros palestinos, o terroristas libios o alguna concesión siempre imposible.
Fué entonces cuando entró en escena el reverendo anglicano Terry Waite. Llamado el