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LA LEY DE LA SELVA

CON LA MUERTE DE SUS YERNOS, SADDAM HUSSEIN PONE DE PRESENTE ANTE EL MUNDO LA FORMA COMO SE RESUELVEN LOS CONFLICTOS EN SU PAIS.

1 de abril de 1996

La petición no podía sonar menos que descarada. Para solicitarle al mismísimo Saddam Hussein autorización para volver a Irak, luego de haber protagonizado un escándalo de marca mayor, de traicionar a su familia y de revelar todos los secretos de sus armas nucleares y biológicas a las Naciones Unidas, se necesitaba ser bastante caradura. Entre otras cosas, porque los antecedentes del dictador de Irak no lo clasifican entre los hombres más bondadosos del mundo. Sin embargo los hermanos Hussein y Sadam Kamel fueron lo suficientemente estúpidos como para pensar que podían salir del paso sin más problemas.Tal parece que los Kamel sufrieron un ataque de amnesia. No puede ser de otra forma porque en agosto, cuando partieron hacia Jordania, aseguraron que sus vidas estaban en peligro porque Saddam Hussein _su suegro_ estaba a punto de dar la orden de ejecutarlos en cualquier momento. Tampoco debieron haber recordado esa extraña reunión familiar que tuvo lugar poco antes de su deserción, en la cual los guardaespaldas de su cuñado, el hijo de Saddam, Uday, se pusieron nerviosos y comenzaron a disparar, con lo que dieron muerte a un sobrino de Saddam Hussein e hirieron a un medio hermano del líder. Esa fue la misma reunión que una y otra vez narraron con tanto horror a la prensa internacional. Pero es que Hussein y Saddam Kamel decidieron regresar a Irak no porque se hubieran convencido de la bondad de su suegro o porque pensaran que su patria los necesitaba. Todo parece indicar que los motivos fueron mucho más simples. Sencillamente no tenían otra alternativa. Lo cierto es que luego de instalar a los desertores a sus anchas, junto con los 100 miembros de su comitiva en un palacio de Amman, el rey Hussein de Jordania descubrió que Hussein Kamel no era el hombre que imaginaba, ese que gracias a su tenacidad había logrado convertirse en ministro de la industria militar, sino que era un perfecto fanfarrón. Los enemigos de Saddam, a quienes los Kamel esperaban reunir bajo su liderazgo, no les hicieron caso porque pesó más el papel de los hermanos en el brutal aplastamiento de la rebelión chiíta, al final de la guerra del Golfo. Como si esta fuera una presión de poca monta, los aliados de Saddam comenzaron a hacerles la vida imposible. Fue ante este panorama que los Kamel comenzaron a considerar firmemente la idea de volver a Irak. La actitud de Saddam Hussein fue sospechosa desde el principio, sobre todo conociendo sus antecedentes y la forma como se arreglan los conflictos en esa sociedad de clanes. Aceptó dejarlos regresar a su país con unas pocas condiciones que, en el contexto de ese país, tampoco parecían extraordinarias. Al fin y al cabo, besar los zapatos de Saddam parecía poco precio por recobrar los favores del líder absoluto, así quedaran al nivel de cualquier disidente sin alcurnia alguna. Pero el martes 20 de febrero los Kamel comenzaron a darse cuenta de su fatal error. Sus esposas, las hijas de Saddam, Raghad y Rana, abandonaron a sus maridos y solicitaron el divorcio. Eso sí debió parecerles sospechoso a los desventurados, porque sólo dos días más tarde las mujeres ya habían recobrado su condición de solteras. En ese estado, ya era evidente que muy poco les quedaba por delante a los Kamel. Su degradación social era un asunto que venía de tiempo atrás, pues antes de partir Hussein Kamel había perdido los privilegios del poder y su lugar había sido ocupado por el primogénito Uday, quien tras varios años de distanciamiento había regresado al hogar paterno. Pero aun en su condición de descastados, los Kamel nunca pensaron que su regreso a Irak fuera a terminar tan mal, asesinados a manos de sus propios familiares.En efecto, los parientes de los hermanosKamel no encontraron otra forma de limpiar el honor de su clan que meterse en su casa y abrir fuego contra los traidores. En la acción no sólo murieron estos, pues las balas también sirvieron para acabar con la vida de un tercer hermano y con la del padre de los Kamel. En medio de la balacera también perdieron la vida dos de los agresores: sus primos Tahir Abdulqadir y Ahmed Abdul-Ghafur.La reacción de Saddam Hussein frente al múltiple asesinato fue muy diciente. Los dos jóvenes que murieron por limpiar el nombre de su familia fueron enterrados con los mismos honores con que habían sido recibidos los traidores asesinados. La televisión estatal, manejada por Uday Hussein, se encargó de magnificar el entierro y sus escenas fueron transmitidas una y otra vez como si se tratara de un espectáculo. Entre tanto, los Kamel fueron lanzados a una fosa común. La evaluación para Saddam Hussein de este episodio es contradictoria: si bien logró librarse de dos de sus mayores enemigos y, de paso dar una lección a su pueblo de lo que puede suceder a quien intente traicionarlo, un hecho como este no es la mejor manera de mostrar al mundo un país civilizado y tolerante. En un momento como el actual, cuando Irak está luchando porque las Naciones Unidas le levante el embargo petrolero que tiene vigente desde la guerra del Golfo, y le permita vender libremente su producción de crudo, un acto tan increíble pero al mismo tiempo tan familiar, pone al descubierto la barbarie que impera en las relaciones de poder de ese país.