LA NOCHE DE LOS GENERALES
A falta de opciones civiles, viejas y nuevas generaciones de oficiales se enfrentan en una tempestuosa pugna por el poder.
Argentina acaba de inaugurar la era "pos-Malvinas", con un autogolpe del Ejército, en contra de la voluntad de la Fuerza Aérea y la Marina, que significa también el harakiri de la junta militar que domina al país desde 1976 y ofrece a los políticos la oportunidad de imponer sus condiciones para apoyar al general-presidente designado Reynaldo Bignone.
¿Y qué le exigen a Bignone los presidentes de los cinco partidos principales, los que integran la Multipartidaria, para aceptar su convite al diálogo? Ni más ni menos que "la inmediata restauración de la Constitución" y la rectificación de la política económica y social que asfixia a la nación desde 1976. Y además, frente a la obvia declaración presidencial de que "estamos en una encrucijada nacional muy importante", hay políticos como el ex-vicepresidente Vicente Solano López, que opinan:"A partir de ahora, no esperamos lo mejor... sino lo peor".
Otros políticos, como el centro-izquierdista Diego May Zubiría, del Partido Intransigente, comentan que todo es posible en la "dimensión desconocida" provocada por la confusión en el cuadro político-militar argentino.
"YALTA CONTINUA VIGENTE"
Aunque esa ceremonia de la confusión se había iniciado el 30 de marzo, con una seria manifestación obrera, ha sido sin duda la guerra de las Malvinas, iniciada con la invasión del pasado 2 de abril, el factor más importante para la desestabilización total de la dictadura militar argentina.
La misma noche de aquel martes negro, y tras su fracasada intervención ante las cámaras de televisión, Galtieri comenzó a despeñarse del poder. Mientras el presidente abogaba por la continuación de la guerra contra Gran Bretaña, Aterra, un alto funcionario de la Casa Rosada, entraba en comunicación con un portavoz de la Casa Blanca y escuchaba por el teléfono que el gobierno Reagan consideraba rotos los puentes que lo unían al esquema argentino del poder y que se negaba a aceptar como interlocutor al canciller Costa Méndez, después de sus discursos y declaraciones en La Habana durante la reunión de los países no alineados. El portavoz del gobierno Reagan descartó también como interlocutor a Galtieri, quien acababa de pronunciar un discurso belicista en el que había formulado serias acusaciones contra Estados Unidos.
Terminada la consulta telefónica, se comenzó a articular la reunión de generales de división para el día siguiente, una reunión que se celebró en un clima tenso y con un tema central: ¿Se debía o no continuar la guerra contra Gran Bretaña? De los diez generales de división, siete dijeron que no y tres que sí. Continuar la guerra significaba la ruptura total con Estados Unidos y "pedir armas donde nos las den", como defendía Galtieri, y para eso no estaban preparados los generales argentinos. Como lo resumió uno de ellos: "Yalta continúa vigente", recordando la división del mundo en áreas de influencia norteamericana y rusa, y que Argentina continuaba estando en la primera.
Entonces, tres generales le insinuaron a Galtieri que debía renunciar a su cargo. Eran Llamil Reston, Horacio Varela y Edgardo Calvi.
LA HORA DE LOS GENERALES
Cuando Galtieri abandonó la reunión con los generales de división, recibió una petición que no pudo negar: los 14 generales de brigada deseaban reunirse con él, inmediatamente.
Fue una reunión violenta. "Tempestuosa", la calificaron algunos de los presentes, en la que no faltaron los insultos y los "tacos". Los generales jóvenes, sobre todo Podestá y Sotero, fueron muy duros con el general-presidente. Galtieri percibió que reflejaban el sentir de los oficiales jóvenes y supo sin duda que su suerte estaba definida. Fue en ese momento cuando renunció con una frase: "Está bien, ya se que no cuento con el ejército".
La solución encontrada por los generales de división -el general Cristino Nicolaides como Comandante del ejército y el general Reynaldo Bignone a la presidencia-, no solamente costó la vida de la junta militar, al salirse de ella la Fuerza Aérea y la Marina, sino que tampoco gradó a los generales jóvenes.
Esos generales de brigada han comenzado a trabajar en la sombra a para conseguir la meta que se han propuesto: Acabar con la cúpula del ejército, pasar a la reserva a todos los generales de división y ascender diez de ellos a sus puestos. Al parecer esa rebelión de los generales jóvenes, madurada en esa larga noche en que fue sepultada la junta militar, está dirigida por cuatro de ellos: Angel Podestá, Alfredo Sotero (subjefe de Inteligencia del Estado Mayor del ejército), Rodolfo Whener (subjefe del Estado Mayor del ejército) y Jorge Hugo Arguindeguy (comandante del primer batallón de caballería blindada).
LA "UNION" GENERA EL CAOS
Mientras se desarrolla esa batalla interna en el ejército, al mismo tiempo que éste asume la responsabilidad total del régimen y rompe con la Fuerza Aérea y la Marina, la desinformación oficial continúa diciendo que las Fuerzas Armadas están firmemente unidas.
Pretenden ignorar que, públicamente, el brigadier Basilio Lamidozo vetó la subida de otro general a la presidencia y lanzó su propio nombre con un vasto programa reformista que prometía mantener "relaciones pragmáticas, realistas y muy nacionalistas", con Estados Unidos, reactivar el aparato productivo y aumentar sensiblemente los salarios. Y que la Marina, a través del almirante Jorge Isaac Anaya, contribuía a la confusión vetando también a cualquier general y hasta proponiendo al civil Nicanor Costa Méndez, actual canciller, o al mismo Lami Dozo para la presidencia.
En ese contexto, era inevitable que el presidente que resultara designado por los militares ya nacería muy débil, como ha sido el caso de Bignone. Quizás el mayor error de los militares en este momento es que enfrentan esta crisis profunda que afecta al país, y en particular a las Fuerzas Armadas, como un resultado de la derrota sufrida en las Malvinas, cuando es bien sabido que esa derrota apenas ha servido para acelerar y agravar la situación, porque, además, en esa guerra los militares emplearon la misma táctica de desinformación aplicada durante sus seis años de desgobierno y hasta les hicieron creer a los argentinos que derrotarían fácilmente a los ingleses. Un gran error que les ha costado caro.
LA ORGIA ESPECULATIVA
Más sepultados todavía que esos centenares de jóvenes soldados mandados al suicidio en el Archipiélago contra fuerzas superiores están la economía y la fuerza social del país, arrasadas durante los seis años del nefasto "Proceso de reconstrucción nacional".
Un comentarista del semanario porteño "El Economista", Octavio Erigerio, resumió así la situación en que está hoy Argentina, tras seis años de régimen militar:
1. Dos días antes de comenzar la guerra de las Malvinas, a la que por lo tanto no podrán echarle la culpa, el producto interno bruto o renta per capita era igual al que tenía en 1970.
2. Ese mismo PIB es peor si consideramos sólo el lado industrial, ya que es similar entonces al de 1964.
3. El año pasado, los obreros en activo en las industrias eran 23% menos que los que en ellas trabajaban en 1970.
4. En abril de este año, el salario real industrial es 47% inferior al promedio de 1975, que fue el último año completo de régimen institucional en Argentina.
5. Entre junio del 77 y mayo de este año, el costo del sistema financiero fue fantástico, 7.800 millones de dólares, y a pesar de eso 31 financieras fueron a la quiebra tan sólo en este año.
6. La deuda externa per capita es la más alta del mundo: cada argentino "debe" 1.250 dólares. De esa deuda, apenas 5.000 millones de dólares son de transacciones comerciales, mientras 30.000 millones de dólares se deben a "operaciones financieras", eso que un colega denomina: "la orgía financiera que enterró al país".
Lo raro es que, frente a tan crítica situación y sin salidas visibles, los militares intenten todavía retrasar lo que es inevitabe y a muy corto plazo, la única solución: Formar un gobierno realmente de transición y convocar al pueblo argentino a elecciones. Es ese "compromiso público" lo que ahora le exigen los políticos de la Multipartidaria al flamante gobierno de Bignone, como condición previa para iniciar el diálogo.