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LA NOCHE DE LOS SARGENTOS

Con el general Prosper Avril como mascarón de proa, los suboficiales controlan el país.

24 de octubre de 1988

Tal como van las cosas, el próximo golpe de estado le corresponderá a los soldados rasos. Como si la situación no fuera ya lo suficientemente caótica en este país de casi seis millones de habitantes, los cambios en el poder en Haití se siguen sucediendo, gracias a la elocuencia de las armas.
Esta vez el turno le correspondió al teniente general Prosper Avril, quien el 18 de septiembre fue nombrado jefe de Estado de la nación más pobre del Hemisferio Occidental (350 dólares de producto por habitante). Con ayuda de los suboficiales del ejército compuesto por 7 mil hombres y, en particular, del sargento Joseph Heubreux, el nuevo mandatario le dio el boleto de salida a su ex amigo, el general Henri Namphy, quien tuvo que salir aceleradamente para la República Dominicana. Al cabo de unas cuantas escaramuzas en torno al palacio presidencial, Avril heredó un sillón que ha sido ya calentado por otras dos personas en lo que va de este año: Namphy y Leslie Manigat, el débil presidente civil derrocado en el mes de junio.
La justificación, claro está, fue la misma de siempre. Hablando por televisión a las 2 de la mañana del lunes 19, Avril sostuvo que había aceptado la nominación "para salvar al país de la anarquía y del caos". Las mismas razones habían sido escuchadas por el embajador norteamericano cuando el general le aseguró al cabo de una entrevista, que ahora sí Haití se dispone a encontrar el camino de la paz y el orden.
Eso es lo que está por verse. Desde la salida del dictador Jean Claude Duvalier a comienzos de 1986, la situación en la isla caribeña es poco menos que caótica. La crisis económica es constante y la situación del orden publico es francamente mala.
Fue precisamente este punto el que habría precipitado el golpe. El 11 de septiembre varios pistoleros atacaron la iglesia de San Juan Bosco en Puerto Príncípe, asesinando a por lo menos 12 personas e hiriendo a otras 70. Según los rumores, el ataque habría sido orquestado por Franck Romain, alcalde de la ciudad, quien está acusado de ser uno de los líderes de los Tontons Macoutes, la siniestra policía secreta de los tiempos de Duvalier.
El temor de que los Tontons se tomaran el gobierno y manejaran a Namphy como a una marioneta, indujo a los suboficiales a actuar. Estos contactaron a Avril y lo pusieron como cabeza visible de todo, aunque para los buenos entendedores quedó claro que ahora el poder le corresponde a los de abajo.
En efecto, los soldados parecen estar cansados de la corrupción e inefectividad de sus superiores. Al día siguiente del golpe, en la guarnición de los Leopardos -un cuerpo de élite formado por los norteamericanos- el jefe del batallón, el coronel Abelard Denis, fue golpeado y despojado de sus insignias por la tropa. Esa misma suerte le correspondió horas después al coronel Gesner Bruno, jefe de la aviación.
Si este golpe va a tener algo de diferente, es cosa que está por verse. Por ahora, hay que reconocer que hubo sorpresa total cuando se supo que el gabinete está integrado por civiles moderados. También llamativo fue el anuncio de destitución de ocho generales quienes fueron remplazados por coroneles de buena reputación.
Tales indicaciones de apertura llevaron a Washington a mostrarse prudente. Aunque el golpe fue condenado por el candidato demócrata Michael Dukakis, la administración se mantuvo silenciosa. Para los conocedores la Casa Blanca opina que los primeros son gestos positivos y que en todo caso la debacle no debería ser peor que la que existía cuando estaba Namphy.
La duda, claro está, radica en lo que viene. Actualmente hay una preocupación especial sobre la actitud de los suboficiales cuyo líder, el sargento Heubreux, ha dejado entender que ninguna decisión se toma sin su permiso. Aunque en teoría una revuelta de las bases puede ayudar eventualmente a la democratízación del país lo cierto es que si el sargento coge vuelo, lo más probable es que aspire a remplazar a Avril tarde o temprano, aumentando así el clima de inestabilidad.
En cuanto al orden público, la situación continúa confusa. La semana pasada se presentaron los acostumbrados linchamientos en la calle, con la colaboración de algunos soldados. No obstante, la mayoría de los conocedores confían en que si Avril se fortalece un poco, la paz llegará, por lo menos hasta la próxima revuelta.
Tristemente, en estos días nadie da un peso por la democracia. En medio de una aguda situación de pobreza y en condiciones políticas demasiado confusas, aun los más optimistas reconocen que todavía falta mucho, antes de que se pueda volver a hablar, con esperanza, de instituciones que funcionen y saquen a Haití del increíble atraso en que se encuentra.