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LA NUEVA IZQUIERDA

Tony Blair, un laborista sin pinta de serlo, se consolida como la próxima amenaza para el poder de los conservadores.

14 de noviembre de 1994


DESDE HACE 15 AÑOS, el partido laborista de Gran Bretaña ha permanecido en el limbo de una oposición sin esperanzas. Sus últimas posibilidades de acceder a la casa de gobierno de Downing Street parecieron morir con el infarto que se llevó en mayo a su líder John Smith, un dirigente que parecía en camino, al menos, de dar una pelea más decorosa que los últimos descalabros electorales de su partido.
Pero como en una nueva confirmación de que no hay mal que por bien no venga, la muerte de Smith dio lugar al surgimiento de un nuevo jefe, que la semana pasada enfrentó por primera vez a la asamblea del partido. Se trata de Tony Blair, un hombre de 41 años que no casa en ninguna de las categorías en que estaban tradicionalmente encasillados los laboristas. Blair no pertenece a la clase obrera, no nació en distritos tradicionalmente dominados por los laboristas y tiene una nueva forma de ver la política de su partido que muchos identifican con lo que se requiere para ser de nuevo una alternativa de poder.
Blair le ha dado a su partido una nueva cara que deja atrás los estereotipos que convirtieron al laborismo en una agrupación sin atractivo para la clase media británica, que es a la postra quien decide. Desde su fundación hace 94 años, el partido se convirtió paulatinamente en un dependiente de las centrales sindicales, y cifró su atractivo en la diferencia de clases. Para ser un buen laborista, había que ser obrero y viceversa.
Sin embargo así no se ganan elecciones, y eso parece tenerlo muy claro el propio Blair. El flamante líder laborista es un abogado que estudió en la exclusiva Universidad de Oxford, vive en el elegante sector londinense de Islington, su esposa Cherie Booth, con quien se casó en 1980, es también abogada y gana buen dinero y, en suma, representa a la clase media ascendente del país.
El que Blair sostenga verdaderas herejías y sea de todos modos el jefe, le da al fenómeno que protagoniza un aire de inevitabilidad. A cambio de un manejo fiscalista de la economía en función de un gasto social enorme. Blair prefiere la `asociación' entre el sector privado y el gobierno para favorecer el crecimiento del empleo. Blair ha fijado su mira en dirección a temas que atraen a la clase media, como educación y seguridad. En lo primero, predica un mayor orden en las aulas. Y en lo segundo, su eslogan es 'Fuerte contra el delito. fuerte contra sus causas', donde la sociedad tiene la responsabilidad de detener el crimen, pero el individuo debe responder por sus actos, lo que significa un importante viraje laborista, que tendía a atribuir igual consideración a víctima y victimario, porque éste era un producto social'.
En el campo laboral, Blair no ha tenido problema en declarar que el compromiso del partido debe favorecer más al trabajador individual que a los sindicatos, lo que ha levantado una polvareda en éstos, pero ha acercado a Blair al elector común y corriente, que no olvida el triunfo de la conservadora Margaret Thatcher sobre la `tiranía de los sindicatos'. A pesar de lo audaz de sus propuestas, Blair tuvo un revés en su primera asamblea, llevada a cabo en la localidad veraniega de Blackpool. No logró que el partido eliminara su cláusula cuatro, que es uno de los obstáculos ideológicos más grandes que tiene electoralmente. Según ese texto, estatuido en 1918, el partido "debe luchar por lograr la colectivización de los medios de producción intercambio y distribución ".
Era de esperarse esa derrota, porque para la línea dura del laborismo, ese es un pilar fundamental de su ideología. Pero también es claro que se trata de un pilar simbólico, porque ningún político estaría dispuesto ni interesado en ponerlo en práctica. No obstante Blair ya inició el camino al ponerlo en tela de juicio va tal como van las cosas, se trata de un camino irreversible Hijo de un abogado conservador. Blair Juega tenis, adora el rock and roll. viste elegantemente y tiene un hogar clásico en todo el sentido de la palabra. Se trata de un hombre que, con esas condiciones, es un peligro evidente para el primer ministro John Major, a quien sólo espera un camino cuesta abajo hasta las elecciones generales, previstas para mediados de 1997. En ellas, y con Tony Blair al frente, el laborismo británico podría ser de nuevo la alternativa de poder que tanto necesita la democracia británica.-

EL ESCANDALO MARK
PARA LOS conservadores ingleses, el panorama no puede ser mas desconsolador. A tiempo que nace una estrella entre sus adversarios más consistentes, los laboristas, la de su primer ministro John Major no hace más que decaer, porque su desempeño no permite dilucidar si las políticas de la anterior primera ministra, Margaret Thatcher, eran insostenibles, o si se trata de incapacidad pura y simple de parte del desabrido mandatario.
Pero ahora acaba de destaparse un escándalo aún más dañino, con las revelaciones hechas la semana pasada sobre el enriquecimiento descomunal de Mark Thatcher, el hijo de la ex primera ministra, que en la década pasada no era nada más que un aficionado al automovilismo y un playboy relativamente cotizado.
Lo que el público en general no sabía era que el aparentemente inofensivo joven ya estaba labrando su futuro económico al amparo de su famosa madre. Según las denuncias, Mark ganó una suma calculada en 60 millones de dólares en un contrato para renovar la Fuerza Aérea de Arabia Saudita.
La defensa de Thatcher se basa en que el convenio en cuestión resultó crucial para salvar la industria aeronáutica británica, y que por otra parte, su gran fortuna no se debe exclusivamente a sus negocios, sino al dinero de su esposa, la millonaria estadounidense Diane Burgdorf. Pero en todo caso, se trata de un nuevo problema para los conservadores y de una nueva sombra sobre alguien que alcanzó en la década pasada niveles de mito: la Dama de Hierro.