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LA OLLA PODRIDA

Tras el juicio de Yuri Churbanov, se descubre toda una era de corrupción y mafia: la de Leonid Brezhnev.

10 de octubre de 1988

Las palabras "pandillero", "mafia", "chantaje", "soborno", "corrupción" no formaban parte del vocabulario oficial de la Unión Soviética. Largo tiempo reservadas para designar las taras resultantes de la decadencia del mundo capitalista, resultaron sorpresivas cuando comenzaron a usarse, en medios gubernamentales, para calificar las actividades delictivas de una red subterránea que abarcaba, desde funcionarios de alta categoria, hasta meseros de restaurante. Yuri Churbanov, el mayor implicado en el escándalo, es el yerno del fallecido secretario general Leonid Brezhnev.

Pero detrás de todo el barullo, la realidad subyacente es que, para muchos, no podía aparecer una oportunidad más preciosa para el actual secretario general Mikhail Gorbachov, quien ha enfilado sus baterías contra la época en que Leonid Brezhnev gobernó el país parapetado tras su rostro pétreo de campesino ucraniano.

Esa era, que duró entre 1964 y 1981, comenzó cuando Nikita Kruschev cayó en desgracia y terminó con la muerte del enigmático Secretario General. Cuando se produjo su deceso, Brezhnev fue cubierto literalmente por alabanzas que se referían casi exclusivamente a la estabilidad que impuso en la administración soviética y a la erradicación de los últimos vestigios del terror estalinista.

La consolidación de Gorbachov en el poder, luego de que barriera en el Congreso del Partido Comunista celebrado en julio, fue el golpe de gracia para la imagen histórica de Leonid Brezhnev. La estabilización propiciada por el difunto pasó a llamarse estancamiento, y la época de terror que había erradicado dejó de ser fuente de merito alguno. Por el contrario, comenzaron a aflorar las versiones según las cuales el aparato industrial había llegado a un grado de anquilpsamiento casi irredimible y que a la sombra de la rigidez y la indolencia estatal y del silenciamiento de toda voz disidente, bajo el gobierno de un líder decrépito se escondía la corrupción a todos los niveles.

Por eso, no es raro que el juicio que comenzó a ventilarse la semana pasada contra el yerno de Brezhnev y otros implicados en una red de sobornos y actividades subterráneas, sea interpretado en medios occidentales e incluso en el interior de la Unión Soviética,como un proceso contra toda la era del omnipotente Brezhnev. Para muchos, el yerno es un clásico chivo expiatorio.

Ese es precisamente uno de los alegatos del abogado defensor de Churbanov, Andrei Makarov, para quien las múltiples declaraciones dadas por los investigadores y magistrados-en un ejercicio de glasnot (transparencia) que haría sonrojar a cualquier país occidental-son clara prueba de que la sentencia está dictada de antemano. Sea como fuere, a Churbanov se le acusa de haber recibido, como viceministro del interior, sobornos por más del equivalente a US$1 millón, de parte de funcionarios de Uzbekistán. Tanto él como los otros ocho acusados podrian ser condenados a muerte, dentro de los castigos draconianos que ordena la ley soviética para quienes cometan delitos contra la economía del estado.

No se sabe hasta qué punto el gobierno le meterá la mano al juicio aunque los exhaustivos informes de la televisión no dejan duda sobre la inclinación oficial. La semana pasada el periódico del Partido Comunista, Pravda, describió a Churbanov como un hombre que llegó, hasta la cima con fraude y engaño, un personaje que reflejaba, con su ascenso, el grado de corrupción al que se habia llegado. Pero la afirmación que despertó más expectativas, fue la de que el yerno no era más que "una herramienta poderosa e influyente en manos de gente más inteligente que él".

Sin embargo, en este episodio se ha demostrado que la transparencia de Gorbachov da para todo. En un artículo que pareció refutar a Pravda, el diario oficial Izvestia afirmó que "la sentencia proferida por un periodista puede con toda probabilidad influenciar la decisión de la corte. Ir contra un torrente de pasiones públicas no es fácil ni para los jueces más independientes".

Para añadir picante al escándalo, la mayoría de los delitos investigados se cometieron en Uzbekistán, república del Asia Central conocida tanto por su producción de algodón como por su fama de violencia y mafia que recuerda las mejores épocas de Chicago. Mientras el puesto de Churbanov era en el gobierno central, todos los demás acusados son antiguos funcionarios del gobierno uzbeko. Entre ellos, esta un ex ministro del interior de la región, dos de sus ayudantes y cinco jefes regionales de policia.

Pero para Pravda no están todos los que son. En su artículo el diario acusó a Churbanov de trabajar en liga con su jefe, Nikolai Shchelokov, el ministro del interior de Brezhnev, quien además resultó ser amigo de infancia del lider. Según se dice, Shchelokov se suicidió hace cuatro años, cuando supo que se le investigaba.
Pero no es el único que evitó su enjuiciamento por la via definitiva. Dos cómplices más tomaron la determinación fatal en la prisión donde esperaban el juicio.

Pravda no paró allí en su condena de personajes muertos. El mismo artículo condenó la memoria de un personaje legendario, Sharaf Rashidov, quien manejó a Uzbekistán como secretario de su Partido Comunista durante 25 años, hasta su muerte en 1983. Los informes indican que la tumba de Rashidov ha sido despojada de su lápida, en una suerte de degradación póstuma.

En cualquier caso, el juicio de Churbanov va a causar sensación sobre todo entre los soviéticos, que se enterarán de detalles inimaginables de la vida de los poderosos de la época de Brezhnev. Allí desfilarán, como en telenovela, la extravagante Galina, hija del secretario general y esposa de Churbanov, quien comerciaba con diamantes y se daba una vida de lujos , burgueses, en medio de bizarros romances con artistas de circo. También estarán los jefes del bajo mundo soviético, que se trasportaban en lujosos automóviles, y los funcionarios venales, gustosos receptores de sobornos. Pero sobre todo los ciudadanos conocerán los detalles del surgimiento de la mafia cuando esos mismos funcionarios corruptos, con los bolsillos llenos de rublos, se convirtieron en víctimas de organizaciones de chantajistas que pronto comenzaron a "venderles" su protección.

Según las autoridades soviéticas, Churbanov y sus compañeros, catalogados como "simples mensajeros", no son más que la punta del iceberg de la mafia soviética. Las revelaciones de que las ramificaciones de la red podrían llegar hasta los niveles más insospechados, se vieron complementadas por las afirmaciones hechas por un historiador, según las cuales, Brezhnev, descrito como un hombre sin personalidad ni voluntad, habría muerto clínicamente en 1976 y se habria convertido en marioneta viviente durante los últimos años de su vida. Cierto o no, la olla podrida que se destapará en este juicio seguramente confirmará que Brezhnev, luego de estar en el podio de los héroes, caerá indefectiblemente en el infierno de los archienemigos del pueblo soviético. --