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LA OTRA BOMBA

Un suéter permite, a través de increibles pesquisas, llegar al autor material del atentado al avión de Pan American en Lockerbie.

15 de enero de 1990

Ha pasado casi un año desde que el vuelo 103 de la Pan American Airlines cayó en pedazos sobre la localidad escocesa de Lockerbie el 21 de diciembre de 1988. Todos los 259 pasajeros que el Boeing 747 debía llevar de Londres a Nueva York murieron en el peor desastre de ese año. El mundo entero se horrorizó cuando se confirmo que la causa del siniestro había sido una bomba, colocada presumiblemente por terroristas palestinos. Hoy, gracias a sofisticados métodos de investigación, el cerco se cierra sobre los posibles autores de la masacre.
Por increíble que parezca, las pistas que condujeron a los investigadores a pensar que el autor material del atentado fue un palestino llamado Mohammed Abu Talb fueron simples fibras de tejidos encontradas en el lugar del accidente. Los investigadores escoceses lograron, mediante el examen científico de aquellas, determinar que las prendas de las que formaron parte habían sido usadas para envolver el pequeño aparato de radiocasete que contenía a su vez el explosivo. Las pesquisas condujeron a una pequeña boutique en el sitio turístico maltes de Sliema, donde fueron adquiridas por el supuesto terrorista.
Algunos aspectos de la investigación se habían puesto de manifiesto desde varios meses atrás. En primer lugar, se sabía que el atentado se produjo en retaliación por el derribo de un aerobus iraní a manos del crucero norteamericano USS Vincennes, con un saldo de 290 pasajeros muertos. Según informes de inteligencia de esa época, el gobierno iraní le ofreció US $10 millones a un terrorista residente en Siria, llamado Ahmed Jibril para que hiciera que un avión norteamericano corriera la misma suerte.
Por lo menos dos meses antes del atentado los servicios de inteligencia de varios países occidentales tenían razones para creer que un ataque terrorista estaba a punto de suceder. En octubre la policía de Alemania Occidental allanó la casa de un conocido lugarteniente de Jibril, Hafez Kassem Dalkamoni, en cuyo automóvil se encontró una radiograbadora llena de Semtex y conectada con un dispositivo altimétrico que disparaba un timer de 45 minutos al llegar a 3 mil pies, y producir así la detonación.
Atando cabos, los investigadores saben hoy que esa era una bomba exactamente igual a la que, un par de meses más tarde, causaría la tragedia de Lockerbie.
Posteriores pesquisas llevaron a la conclusión de que la maleta fatal había sido trasladada desde la isla de Malta hasta su destino final. Jibril, preso en Alemania Occidental desde octubre, no pudo haber colocado la bomba por sus propias manos. Las sospechas se dirigieron entonces hacia otro miembro notorio de su organización, Abu Talb.
Este palestino de 38 años, que se encuentra preso en Suecia por otros episodios terroristas contra blancos iraelíes, niega toda conexión con el crimen. Pero la evidencia obtenida mediante tecnología avanzada juega en su contra.
Lo cierto es que el examen de fibras pertenecientes a la ropa que envolvía la bomba llevaron a los investigadores no sólo a determinar el tipo y clase de prenda de que se trataba, sino la marca y demás características y, por si eso fuera poco, hasta su lugar de venta, una pequeña boutique localizada en Sliema, Malta. Los sabuesos llegaron hasta el lugar con una foto del presunto terrorista, quien fue identificado por el dueño como la persona que en octubre de 1988 compro en su establecímiento un vestido de algodón para bebé, una pijama, una chaqueta de hombre, dos pantalones y un paraguas. El propietario del almacén se encuentra bajo protección de 24 horas, debido a que se convirtio en el testigo clave del caso.
Esa evidencia resulta demoledora, en opinión de los investigadores, ante el hecho de que el propio Talb ha admitido haber estado en Malta en los días anteríores al atentado y ante un sello que lo atestigua en su pasaporte. Por otro lado, las labores de vigilancia de la policía sueca sobre el sospechoso habían revelado que el hombre tenía una maleta "Samsonite" de color marrón, igual a la que, según se presume, llevaba el explosivo en el vuelo 103.
La policía escocesa cree que la bomba en cuestión fue introducida subrepticiamente en Malta, procedente de Alemania Occidental, y que en esa isla fue puesta a bordo de un avión hacia Frankfurt, en manos de un pasajero inocente que la transfirio luego como equipaje no acompañado al vuelo 103. Otras versiones dicen que ese pasajero era el joven árabe norteamericano Khalid Jaafar, quien viajaba en el vuelo fatídico para reunirse con su familia en Detroit.
Aún no se sabe si las autoridades suecas extraditarán el sospechoso a las autoridades escocesas, o si estas tendrán que esperar a que el hombre purgue sus culpas por los actos terroristas cometidos en Suecia. Hasta ahora los familiares de las víctimas del siniestro habían dirigido su amargura contra los gobiernos que, teniendo suficiente información sobre la inminencia de un ataque terrorista, no hicieron lo necesario para advertir a los viajeros potenciales. Con el esclarecimiento de los responsables, esas mismas personas sabrán que, por lo menos, existe la justicia sobre la Tierra.