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La paz imposible

Las conversaciones por la paz de Bosnia-Herzegovina no parecen llevar a ninguna salida razonable.

8 de marzo de 1993

TANTO EL SEÑOR VANCE como Lord Owen son unos verdaderos caballeros y han hecho todo lo posible por una paz aceptable, pero le buscan la cuadratura al circulo, y eso es imposible". Con esas sombrías palabras, el presidente de Bosnia-Herzegovina, Alija Izetbegovic, describió las perspectivas del plan de paz esbozado por Cyrus Vance -enviado personal del secretario general de la ONU- y por Lord David Owen, delegado de la Comunidad Europea. El plan fue presentado a las partes en la reunión de Ginebra y, tras el fracaso de esta y su traslado a Nueva York, debera ser considerado bajo el auspicio directo de la ONU.
El plan se basa en la división de Bosnia-Herzegovina en 10 provincias semiautónomas en las cuales se garantizarían los derechos de todos los grupos étnicos en conflicto, bosnios-croatas, bosnios- serbios y bosnios a secas (que hoy están identificados con los musulmanes). El gobierno central de Sarajevo carecería de ejército y tendría sólo una leve autoridad sobre las provincias, pero estas no tendrían derecho a conducir sus relaciones internacionales autónomamente.
En la práctica, tres provincias tendrían mayoría de croatas, tres de musulmanes (incluida la capital Sarajevo, que sería ciudad abierta) y tres de serbios. Pero la última, situada al norte de la capital y cerca de la frontera con Serbia, sería dominada por ciudadanos de ese origen, pues es allí donde estos han perpetrado sus mayores operaciones de "limpieza étnica": traslado masivo de poblaciones, bombardeo de zonas civiles y violación colectiva de mujeres.
Ese es apenas una de las fallas básicas que hacen que su puesta en práctica sea poco menos que imposible. Aun que Lord Owen ha repetido varias veces en Estados Unidos que el plan implicaría que los serbios devolvieran el 24 por ciento de las tierras conquistadas a los bosnios musulmanes, los críticos sostienen que de cualquier manera se estaría premiando la agresión de los bosnios-serbios y en especial la "limpieza étnica".
Por otra parte, el plan significaría la disolución del gobierno legítimo de un país no sólo reconocido internacionalmente sino aceptado en el seno de la ONU. Izetbegovic ha dicho que su aceptación significaría ni más ni menos la desaparición de Bosnia-Herzegovina.
Lo que complica mas el panorama es la evidente falta de interés de las partes en llegar a un acuerdo razonable. Un aspecto central del plan es que implica que los serbios deben abandonar su proyecto de integrar la "Gran Serbia", pues ya no podrían integrar las porciones conquistadas de Bosnia con el territorio serbio. Pero el lider nacionalista de los bosnios-serbios, el siquiatra Radovan Karadzic, en una sesión cerrada de su parlamento de facto, les convenció de adoptar en principio el plan con la seguridad de que no afectaría sus objetivos últimos. Hoy es claro que esa aceptación era sólo una estrategia de dilación, en espera del cambio de gobierno en Washington. Pero es obvio que los serbios son los más interesados en que la fórmula se lleve a término.
Por la parte bosnia la negativa es total, y no sólo por razones tácticas. El gobierno de Izetbegovic (que tiene su parte de responsabilidad en la guerra por haber ganado sus elecciones con una bandera nacionalista que atizó la rebeldía de los bosnios-serbios), ya bajó su tono y clama por un "país de ciudadanos" sin distingos étnicos o religiosos. Pero en los últimos meses parece haber caído bajo la influencia del mayor Sefer Halilovic, comandante de su ejército, cuyo grupo está comprometido a seguir la guerra, si es necesario durante años, para vengar las pérdidas civiles inflingidas por los bosnios-serbios y las atrocidades de la limpieza étnica.
Segun Owen, el gobierno norteamericano también juega un papel crucial en la negativa bosnia, pero por su falta de definiciones. El secretario de Estado Warren Christopher respalda las conversaciones de paz, al mismo tiempo que expresa sus reservas sobre el plan. Ese mensaje equívoco impulsa los clamores de Izetbegovic, quien pide que en ausencia de acuerdos se levante el embargo de armas que mantiene a su ejército en inferioridad de condiciones, y la intervención armada de los norteamericanos para terminar el conflicto. Por otra parte, Owen dice que si se levantara el embargo de armas y occidente equipará a los bosnios, los rusos, tradicionales aliados de los serbios, no tardarían en armar a estos, con lo que se rompería la unidad del Consejo de Seguridad de la ONU.
La expectativa generada ha tenido el efecto letal de encender aun mas los combates, pues las partes y en especial los serbios piensan que las ganancias que se obtengan ahora serán las bases para cualquier acuerdo futuro. Una situación que se complica aun más por los ataques de Croacia contra su propio enclave serbio de Krajina, lo que promete atizar aun más la hoguera. El drama humano de los ciudadanos de Sarajevo, mientras tanto, no termina.