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LA PAZ MASACRADA

El proceso de paz del Medio Oriente podría quedar herido de muerte tras la matanza de fieles palestinos a manos de un colono judío.

28 de marzo de 1994

LA ACCION DE BARUCH GOLDSTEIN FUE UN atroz sacrilegio, no sólo por la muerte de tantos civiles ni por la solemnidad del lugar, sino porque se convirtió en la más grave amenaza contra la posibilidad de paz en el Medio Oriente. El viernes 22 de febrero, Goldstein, un colono judío proveniente de Estados Unidos, asesinó a sangre fría a más de 50 palestinos que oraban en la mezquita de Hebrón, lugar sagrado para las religiones judía y musulmana. Con el telón de fondo de los disturbios que estallaron en la zona y que han causado más de 10 muertos, el panorama de la paz no puede haberse ennegrecido más.
La tragedia era un hecho anunciado casi desde el mismo día en que se encontraron en la capital estadounidense los presidentes Yitzh ak Rabin , de Israel, y Yasser Arafat, de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). El compromiso contemplaba el otorgamiento paulatino de autonomía para los territorios ocupados por Israel en 1967 (Cisjordania, la franja de Gaza y la ribera occidental del Jordán), pero pronto se enfrentó con enemigos en ambos bandos. Desde el extremo palestino, con el grupo Hamas, compuesto por fundamentalistas islámicos que juraron vencer la "traición" cometida por la OLP al reconocer la existencia del Estado de Israel y entrar en pactos con ese país. Por el lado israelí, el proceso se encontró con la oposición intransigente de los colonos judíos ultraderechistas de los territorios ocupados, para quienes esa región es parte de su herencia ancestral y, por tanto, no puede ser objeto de negociación.
No es de extrañar que la tragedia haya tenido lugar en Hebrón, pues esa ciudad es el lugar señalado como la tumba de Abraham, patriarca de los judíos y reverenciado por los musulmanes por haber sido el primer hombre que proclamó a un solo Dios. Por eso los habitantes de esa ciudad pertenecen a los sectores religiosos más extremos, cuya mezcla es altamente volátil.
La firma del pacto de septiembre no cambió el curso de la violencia diaria de Hebrón. La Intifada (el levantamiento a piedra contra la autoridad israelí) siguió casi a diario, con saldo mortal en muchos casos. Los colonos judíos, por su parte, organizaron un Comité de Seguridad de Caminos, una especie de patrulla civil que suele circular por las calles intimidando a los transeúntes palestinos y provocando brotes de violencia. Son tantos los asesinatos de parte y parte, que la zona vive una virtual guerra civil.
Las colonias judías de Hebrón son muy particulares. En pleno centro de la ciudad viven protegidos por el ejército unos 300 judíos, mientras a un kilómetro de distancia existe, desde 1968, el asentamiento de Kiryat Arba, fundado por unos rabinos que alquilaron un hotel árabe para celebrar la festividad del Paisaj, que evoca el Exodo, y luego se negaron a irse. Desalojados por el ejército y luego auxiliados con casas rodantes, esos colonos dieron lugar así a una de las más feroces comunidades antiárabes.
Ambos enclaves judíos, que alojan hoy a unas 2.500 personas, son conocidos como el Baluarte de Kach, un partido tan extremista que está prohibido en el Knesset (parlamento) y cuya doctrina es el íransfer, o sea la expulsión de la población de origen árabe, no sólo de los territorios ocupados sino del mismo Israel.
Por eso, a pesar de lo sangrienta, la tragedia del viernes no tomó por sorpresa a los observadores. Si en algún lugar las dificultades del proceso de paz son evidentes, es en Hebrón. Allí la acción demencial ha logrado descarrilar uno de los procesos de paz más esperanzadores del planeta, uno que se había convertido en ejemplo para otros lugares desgarrados del mundo.