Home

Mundo

Artículo

LA RESURRECCION Y DAN QUAYLE

En medio de la campañía presidencial, el vicepresidente adquiere por primera vez un impulso propio.

10 de agosto de 1992

LA RESURRECCION Y DAN QUAYLE
CUANDO SE LE PREGUNTA a un analista político de Washington quien es el portaestandarte ideoloóico de la Casa Blanca, la respuesta no tiene duda: Dan Quayle. El vicepresidente ha adquirido un perfil más combativo, como si tuviera la misión de asumir algunos temas que no suenan bien en el presidente. Para algunos observadores, se trata de una verdadera resurrección política, aunque no tardan en aclarar que Quayle será Quayle hasta el último de sus días.

Casi desde que llegó a la Casa Blanca en calidad de compañero de fórmula de George Bush, Danforth Quayle se convirtió en el hazmerreír del país.
Bush escogió en 1988 a ese oscuro senador por Indiana con el objetivo aparente de que trajera a su campaña un toque no sólo conservador, sino juvenil y "sexy".
Pero Quayle comenzó pronto a cometer tantos errores en sus apariciones públicas, que los estrategas de la campaña decidieron que sólo hablara en los actos de menor importancia. Los observadores llegaron a la conclusión de que el verdadero motivo para nombrarle era para tener a alguien que no tuviera la menor posibilidad de proyectar su sombra sobre el Presidente. En otras palabras, que fuera por lo menos tan mediocre como el.

Pronto surgió un culto popular en el país, que celebraba con regularidad las metidas de pata del vicepresidente.
Hasta una publicación, llamada "Quayle Quarterly", se dedicó a publicar cada 10 días sus errores . La incapacidad de Quayle pareció tocar fondo cuando Bush se enfermó en su reciente viaje a Japón, y los caudadanos se encontraron de la noche a la mañana con la realidad de que lo único que les separaba de ser gobernados por Quayle, era un latido del corazón de su jefe.

No es que Quayle haya dejado de cometer sus errores. En una escuela de la ciudad de Trenton, Ohio, el vicepresidente cometió ante las cámaras un error de ortografía que hubiera avergonzado a cualquier escolar. Pero el 20 de mayo irrumpió en la escena nacional con un ataque contra la heroína de un programa de TV llamado Murphy Brown.
Murphy, caracterizada por Candice Bergen, acababa de decidir tener su hijo, a pesar de no estar casada. Quayle dijo que la heroína "glorificaba el hecho de ser madre soltera ". El hecho fue reseñado inicialmente como una nueva gaffe, pero cuando se disipó el humo, Quayle se había convertido en el defensor de "los valores familiares " con el visto bueno de Bush.

Ese es el papel que Quayle ha asumido a partir de entonces. El vicepresidente le declaró la guerra a las "élites culturales", a las que identificó con las tendencias liberalizantes. En su mira quedaron los medios de comunicación, el establecimiento de Hollywood, las parejas homosexuales y los liberales neoyorquinos, Mario Como incluído.
Quayle "dejó de ser el perrito faldero para ser el perro de pelea".

Su nueva personalidad parece ser un aspecto de la estrategía de Bush, motivada por la presencia del independiente Ross Perot. Con Perot a la caza de los indecisos, se vuelve imperativo asegurar la lealtad de los partidarios tradicionales, y la misión de Quayle sería ser el mascarón de proa ideológico. Tanto es así, que los estrategas de Bush sopesan la reacción pública ante los ataques de Quayle, antes de asumir una posición sobre el tema.

A primera vista ese sería un pobre papel para alguien que sigue pensando en llegar algun día por su propio pie a la Casa Blanca. Pero lo cierto es que Dan Quayle parece haber encontrado por fín un camino hacia algún grado de respetabilidad. Falta ver hasta que punto su cuarto de hora se mantiene más allá de noviembre de este año.

EL IRAK-GATE
EL MOMENTO ESTELAR DE George Bush fue la guerra del Golfo.
Los estrategas de su reelección justifican su bajo desempeño económico con el argumento de que estaba ocupado en la creación de un "Nuevo Orden Mundial" Pero desde mayo los analistas se preguntan si se hubiera podido evitar la guerra si no se hubiera patrocinado durante años a Saddam Hussein. El escándalo es promovido por el congresista Henry González, y deja la sensación de que la reacción contra Irak fue eminentemente coyuntural.
Durante la guerra entre Iran e Irak, el mayor beneficiario de ayuda fue el segundo. Esa política de Reagan, basada en que Irak contuviera al fundamentalismo, continuó durante la era Bush, en la creencia de que con el apoyo se podría "atraer a Irak a la familia de naciones civilizadas". Pero a pesar de que Hussein seguía amenazando a sus vecinos, Bush no detuvo su acercamiento, aunque había indicios de que los fondos estaban siendo usados para comprar armas.
En 1989, Bush no evitó que le llegaran mil millones de dólares a Irak, y el 28 de julio, días antes de la invasión, Bush todavía envió un mensaje en el que le dice "continuo deseando mejores relaciones con Irak".

Es probable que esta semana el Congreso nombre un investigador independiente, sobre todo porque hay un prestamo fraudulento de por medio. Bush argumenta que se trata de una acusación política en época de elecciones. Pero sobre el tema se hará mucho en los próximos días.-