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LA RUTA EUROPEA

Con el lanzamiento del Ariane, se reactiva la colocación de satélites en el espacio

19 de octubre de 1987

Por un momento, se tuvo la impresión de que en el cielo de la Guayana Francesa había amanecido antes de tiempo. Durante escasos segundos, la noche de la selva suramericana se vio inundada por una luz intensa que se apagó paulatinamente ¿Algún fenómeno natural inusitado? Nada de eso. Simplemente, un proyectil de 49 metros de largo y 240 toneladas de peso que, aparte de dos satélites comerciales, llevaba consigo el futuro de Europa dentro de la carrera espacial.
Esa fue la escena el pasado martes en la noche en la población de Kourou, donde el vuelo número 19 de los cohetes tipo Ariane tuvo lugar bajo la mirada atenta de técnicos y especialistas de diferentes países. Al cabo de 15 meses de espera en los que el mundo se vio prácticamente imposibilitado para volver a colocar satélites comerciales en órbita, el despegue del cohete europeo era definitivo para aligerar un cuello de botella que se formó cuando la tragedia del transbordador espacial Challenger obligó a la paralización del programa espacial norteamericano. En ese entonces se creía que el Ariane iba a cubrir parcialmente la labor que tenía la NASA. Sin embargo, en mayo de 1986, el vuelo número 18 del cohete sufrió un problema inesperado cuando la tercera sección del proyectil no se prendió y éste tuvo que ser destruido a control remoto, junto con su preciosa carga de satélites.
Como consecuencia el mundo se quedó sin cohetes para lanzar satélites para usos comerciales. A pesar de que los norteamericanos completaron exitosamente las pruebas con "misiles mejorados" tipo Delta y Titán, su uso está reservado por los militares y por lo tanto no había manera de colocar en el espacio satélites destinados a las telecomunicaciones o a observar el estado del tiempo en el mundo.
Sin embargo, ese cuello de botella se terminó la semana pasada cuando al cabo de 20 minutos del despegue y entre los gritos de júbilo de los técnicos europeos, el Ariane dejó en órbita -a más de 36 mil kilómetros de distancia- al satélite europeo ECS-4 y al australiano, Aussat K-3. A pesar de una demora de cerca de 2 horas sobre el itinerario de despegue, el lanzamiento salió bien y la famosa sección 3 del cohete funcionó sin problemas.
Ese éxito le deja el camino despejado a Arianespace, el consorcio de 13 países europeos que opera el cohete.
Por lo menos hasta el fin de esta década, la firma del Viejo Continente tiene comprometidos los cupos en más de una veintena de lanzamientos que deberán dejar en órbita cerca de 45 satélites. No obstante, a partir de 1991 las cosas se van a poner difíciles.
Sin descartar una vuelta de los transbordadores, cuya ventaja tanto en precio de transporte como en calidad en el servicio era indiscutible, varios países están interesados en lanzar cohetes porta-satélites. No es para menos. Cada satélite debe pagar entre 25 y 110 millones de dólares -según el aparato- por un cupo de transporte al espacio.
Por ahora los competidores fijos son los dos grandes países comunistas. China ha tenido tenido éxito con el lanzamiento del "Gran Marcha" y hace poco instaló su primera oficina de ventas en Los Angeles. A 25 millones de dólares el "pasaje", los orientales son los menos costosos del momento, aunque tienen el problema de su escasa experiencia en estas lides.
Por su parte, los soviéticos no se quedan atrás. La sociedad Clavkosmos de la URSS ha iniciado el mercadeo del servicio en los cohetes Protón, poco conocidos en Occidente pero que cuentan con la ventaja que da la tradición rusa dentro de la carrera espacial.
A su vez, los japoneses están intentando entrar al negocio con los proyectiles H1 y H2 cuyas posibilidades técnicas podrían competir técnicamente con el Ariane. Sin embargo, la gran amenaza viene de los Estados Unidos. En los próximos años la sociedad Martin Marietta debe lanzar unos 50 cohetes Titán de las clases 2, 3 y 4 (la clasificación depende del límite de peso del proyectil) con destino, en su mayoría, a cumplir un contrato con la fuerza aérea norteamericana.
Mientras tanto, Mc Donnell Douglas tiene previstos 28 cohetes tipo Delta para ser lanzados antes de 1991. De éstos, 20 son también para la fuerza aérea, 4 para la NASA y apenas 4 más para firmas comerciales. La empresa nortemericana ha tenido mucho éxito en otras oportunidades y por lo tanto se cree que los cupos van a ser "rapados" entre los particulares que deberán pagar unos 80 millones de dólares por cada servicio. Un precio un poco menor -60 millones de dólares- es el que cobra la sociedad General Dynamics por un cupo en los próximos 18 cohetes Atlas-Centauro que va a lanzar durante los próximos 5 años. Destinados a fines comerciales, los vendedores del Atlas insisten en que su proyectil tiene un éxito del 95% "en sus últimos lanzamientos" .
No obstante, esa competencia no preocupa a Arianespace, por lo menos ahora. Solucionados los problemas técnicos de hace unos meses, el consorcio confía en no tener problemas con sus cohetes en el futuro y en seguir dominando al mercado, pues con un costo de 45 millones de dólares por lanzamiento sólo los países del bloque comunista le pueden competir en precio. Adicionalmente, los norteamericanos tienen la desventaja del papeleo. Hace unos días hubo una queja formal ante el Congreso de los Estados Unidos, pues para utilizar las instalaciones de la NASA en cada lanzamiento, es necesario llenar un formulario de 4 mil páginas para el Pentágono, lo cual demuestra que en materia espacial, no todas las cosas marchan como un cohete.-