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La semana después

¿Volverán los genocidas a gobernar Haití? ¿Hubo golpe de Estado? La salida de Aristide deja muchas preguntas.

7 de marzo de 2004

Al día siguiente de la misteriosa salida de Haití del presidente Jean Bertrand Aristide, miles de haitianos recibieron con entusiasmo delirante el convoy de camperos de los líderes rebeldes encabezados por Guy Philippe y Louis-Jodel Chamblain. Los simpatizantes del Presidente, que habían jurado defenderlo en las calles de Port-au-Prince, no aparecieron por ninguna parte.

Los rebeldes no pudieron llegar al palacio pues los soldados canadienses que lo cuidaban se lo impidieron. Guy Phillipe se proclamó jefe de la Policía e intentó apoderarse del cuartel, pero tampoco pudo hacerlo. Cuando el presidente interino Boniface Alexandre nombró un nuevo comandante se hizo a un lado, aceptó la autoridad de las tropas multilaterales y prometió deponer las armas.

Pero esta calma no durará mucho tiempo. Lo que se augura es el retorno de las dictaduras que parecían superadas desde la primera elección de Aristide en 1990 y su reinstalación en el poder luego del golpe de Raoul Cedras en 1994. De hecho, el mismísimo Jean-Claude 'Baby Doc' Duvalier, hijo del sanguinario 'Papa Doc', anunció desde su exilio en Francia que planea retornar al país.

No es claro cómo la autoridad interina piensa lidiar con unos rebeldes acusados de genocidio y toda clase de abusos contra los derechos humanos

"Lo que es de uno es de uno", contestó Philippe, cuando la prensa le preguntó si pensaba participar en el nuevo gobierno. Así mismo manifestó su intención de rehacer el ejército haitiano, institución que Aristide había desmembrado por cuenta de los abusos de la junta militar que gobernó a sangre y fuego de 1991 a 1994. Según explicó a SEMANA Hippolite Pierre, director del instituto de investigación en ciencias políticas de Haití, el ejército "ha sido un dolor de cabeza histórico para los haitianos. somos buenos guerreros pero muy malos protectores de la paz".

Al cierre de esta edición, SEMANA recibió un correo electrónico de un vocero del Haiti Support Group, que defiende los derechos de haitianos dentro y fuera del país. Según la organización, el lunes primero de marzo milicianos rebeldes llegaron a reprimir una huelga de trabajadores de una fábrica de jeans confeccionados para Levi's, en la frontera con República Dominicana. Hechos como este hacen pensar que la crisis haitiana no terminará con la salida de Aristide.

El gobierno de Washington, por su parte, no tiene interés en intervenir a fondo en Haití. Al menos eso fue lo que dijo George W. Bush cuando era candidato a la presidencia y criticó duramente la intervención con la que Bill Clinton le devolvió el poder a Aristide en 1994. Su posición no ha cambiado. El secretario de Estado, Colin Powell, advirtió que en esta oportunidad no enviarían más de unos cientos de soldados y que en ningún momento se comprometerán en un esfuerzo de construcción nacional.

Lo que sí le interesa a Bush es evitar una ola de refugiados hacia las costas de Florida en pleno año electoral, y ello quedó demostrado con la extraña salida de Aristide. Washington intentó primero una solución negociada, pero los rebeldes se negaron. Otras opciones eran esperar a que el ejército 'Canibal' se tomara el poder o mandar tropas para defender un gobierno moribundo. La mejor opción resultó sacar a Aristide del poder.

Si bien se sabe que Washington decidió que Aristide tenía que irse, las circunstancias son un misterio. Los voceros de la embajada norteamericana dieron a conocer la renuncia del Presidente, quien según el documento, deseaba evitar muertes inocentes. Para entonces Aristide se encontraba en camino a un país de África.

Unas horas después empezó a circular la versión del depuesto líder. El ya ex presidente llamó a su amigo y fundador del Transafrica Forum Randall Robinson y a la congresista estadounidense Maxine Waters. Más tarde, Aristide se entrevistó con AP y con la CNN desde su exilio en la República de África Central. Siempre repitió que había sido secuestrado por tropas estadounidenses y que su salida era producto de un golpe de Estado. "Llegaron de noche, eran demasiados. Me dijeron que si no me iba empezarían a disparar y muchos inocentes morirían", aseguró.

SEMANA habló con el presidente del Transafrica Forum Bill Fletcher, quien dijo que no le sorprendía que Estados Unidos hubiera dado un golpe como Aristide relató. Según Fletcher, Bush deseaba desde hace tiempo la caída de Aristide por su teología de la liberación.

Washington lo niega todo. Powell, que estuvo detrás de todo el proceso, declaró que la acusación de secuestro era "injustificada y absurda". Powell relató que fueron los agentes de seguridad de Aristide quienes hicieron el primer contacto con la embajada estadounidense en Haití para discutir la salida del Presidente. El embajador pidió el visto bueno a Washington y negoció con Aristide, quien estaba interesado en saber si defenderían sus propiedades y las de otros miembros de su gobierno y si tendría la opción de decidir su destino de exilio.

Luis Moreno, funcionario de la embajada, agregó que cuando fue a llevar a Aristide al aeropuerto éste estaba despierto y tenía listas las maletas. Según Moreno, el Presidente no le dio la carta inmediatamente, pero prometió que lo haría antes de partir. Se fueron en carros separados y 20 minutos antes de que despegara el avión sacó la carta de la cartera de su esposa y se la entregó.

En ambas versiones hay algunos huecos. Aristide presenta los hechos como si los estadounidenses hubieran llegado a sacarlo sorpresivamente, pero no niega que ya tenía negociada su salida. No obstante, Aristide no renunció ante el jefe de la Corte Suprema, como era debido, sino ante un funcionario de segunda de Estados Unidos. La víspera de su partida acababa de declarar que lucharía por terminar su mandato. Cuando se fue no se sabía a dónde lo llevaban y no tuvo la oportunidad de avisar a sus parientes en Estados Unidos o a sus amigos.

De todo ello lo único que parece comprobable es que si bien las tropas estadounidenses no le apuntaron a Aristide en la cabeza para que firmara la renuncia ni lo esposaron para meterlo a un avión contra su voluntad, sí presionaron la dimisión de un presidente democráticamente elegido y lo tuvieron incomunicado por varias horas. Si eso fue o no un golpe de Estado, lo dirá la historia.