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La tercera potencia mundial

Una nueva clasificación del FMI pone a la economía china entre las grandes. Podrá llegar al primer lugar?

26 de julio de 1993

EL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL HIzo el anuncio hace dos semanas: Segun sus nuevos cálculos, la economía de China no es la decima, sino la tercera en el mundo, superada solamente por Estados Unidos y Japón.
Una semana después el Instituto para Estudios Estratégicos de Londres advirtió que China podría llegar a ser la economía más grande del planeta hacia el año influencia en todos los rincones del 2010. El Banco Mundial no se quedó atrás y añadió que si la actual tendencia de crecimiento continua, las economias sumadas de China, Hong Kong y Taiwan serán mayores que la de Estados Unidos en menos de una década.
Los estudios de las máximas entidades financieras internacionales se basaron en un nuevo sistema de cálculo: la paridad del poder de compra (PPC). Al calcular la producción de bienes y servicios con el PPC, el Producto Interno Bruto (PIB) de China llega a 17 billones (millones de miliones) de dólares. Semejante noticia cayó como una bomba entre los estudiosos de las tendencias históricas, que se preguntaron si por fin habría despertado el gigante dormido para ejercer su mundo.
IRRECONOCIBLE En un pasado muy reciente los viajeros que regresaban de China traían a occidente la sensación de que habían estado en otro planeta. Por las calles de ciudades tan populosas como Beijing o Shanghai miles de bicicletas dominaban las avenidas, con muy pocos automóviles para disputarles el espacio.
Las consignas políticas estaban por todas partes y la presencia estatal era oprimente, pero sobre todo, lo que más impresionaba era la uniformidad de las gentes. Millones de personas en el país más poblado del mundo parecían vestidas por el mismo sastre de Mao Tse Tung. China mostraba al mundo la cara lavada del comunismo, como demostración de que la utopía del igualitarismo y la colectivización estaba al alcance de la mano.
Si Mao resucitara hoy se encontraría con una realidad completamente distinta. El viejo cliche ha sido reemplazado por uno nuevo en el que el chino promedio maneja un automóvil japonés, usa vestidos de marca y ostenta en su muñeca un fla- mante Rolex. Las razones de ese cambio tienen que ver con el proceso iniciado en 1978 por el líder Deng Xiao Ping para liberalizar la economía centralizada de estirpe comunista.
Aunque la dirigencia sigue sosteniendo de dientes para afuera que es fiel al marxismo, lo cierto es que el plan central, que en el pasado dominaba la totalidad de la actividad económica del país, hoy no alcanza ni al seis por ciento. Las fabricas estatales, que acusan una avanzada obsolescencia, aun son responsables del 50 por ciento de la producción industrial, pero la privatización de algunas y el cierre de otras esta haciendo descender ese porcentaje en forma acelerada. Segun predicciones oficiales, hacia el 2000 debe haber disminuido al 27 por ciento, mientras las industrias privadas deberan ya haberse encargado del 25 por ciento.

NUEVA REVOLUCION Un historiador del futuro probablemente tendrá que registrar ese proceso de apertura económica como una revolución tanto o más crucial que la dirigida por Mao en 1949. Libres de las ataduras del colectivismo, los chinos han sacado a relucir su tradicional espíritu industrioso y mercantilista y la inversión extranjera ha respondido en la misma medida. Según cifras oficiales, las inversiones extranjeras ascendieron a 11 mil millones de dólares en el año pasado, mientras en los 13 anos anteriores esa inversión Sólo alcanzó un total combinado de ocho mil millones. El boom de 1992 convierte a la China en el mayor imán de capitales, con más del doble de inversión neta que sus competidores mas cercanos.
En efecto, empresas de Estados Unidos, Europa, Japón, Taiwan y Co- rea del Sur, entre otras, han comenzado a hacer negocios de gran envergadura en China. Productoras de automóviles, como Volkswagen, Ford, Nissan entre otras, sacaron allí en 1992 más de un millón de vehículos. China se ha convertido en el mayor exportador mundial de artículos de menor precio como zapatos, juguetes y ropa deportiva, hasta el punto de que su penetración en el mercado norteamericano creó tensiones al elevar el déficit comercial de Estados Unidos a más de 28 mil millones de dólares el año pasado. Los mercados de valores estan ganando im- portancia día a día, con el de Shangai en el primer lugar. Y por otra parte, la creciente capacidad de compra de muchos chinos ha convertido a ese país en un mercado potencial que se estima entre 60 y 300 millones de consumidores con suficiente dinero para gastar.
NUBARRONES En occidente, la reacción mas generalizada ha sido de un optimismo desbordante, pues si hay en el planeta algun sitio donde hoy el dinero se puede ganar a manos llenas es en China.
Los salarios bajos, los costos de producción relativamente inferiores y una mano de obra de muy buen nivel parecen ser una garantía absoluta de éxito.
Pero los optimistas tienden a olvidar que la historia de China esta plagada de revoluciones y contrarrevoluciones que han marcado para siempre a la población. Hay quienes dicen que la resistencia de Deng y el presidente Li Pen a aceptar una liberalización política acorde con la económica se debe más al temor de la inestabilidad que a la caída del régimen que los sostiene.
Deng y sus colaboradores mantienen un rígido control de las disidencias políticas que buscan mayor apertura política, pero hay factores que escapan a ese control y que tienen la po- tencialidad de oscurecer el panorama.
Algunos son los siguientes:
-El regionalismo. China es el último imperio transcontinental del mundo, que abarca pueblos y culturas muy diversas, desde el Tibet budista hasta los enclaves coreanos de Manchuria, desde la provincia musulmana de Xinjiang en los límites con Pakistan hasta la moderna y pujante Guangdong, también conocida como Cantón.
En varias oportunidades en su historia China no fue un país unitario sino un continente repleto de países independientes -y a veces en guerra-. Mientras vivió Mao, el culto a la personalidad y la represión fueron el elemento aglutinante. Pero con el comunismo convertido en un recurso retórico. ese elemento ha desaparecido.
Xinjiang, Tibet y Mongolia Interior tienen movimientos separatistas, pero la situación más inquietante es la de Taiwan, que aunque ha funcionado como un país diferente desde que los nacionalistas se refugiaron allí tras perder la guerra civíl de 1949, nunca ha declarado formalmente la independencia. El temor generalizado es que esa declaraciíon, que se ventila en Tai- pei, lleve a Beijing a cumplir sus promesas de intervenir militarmente, lo que provocaría una ola de inestabilidad en todo el lejano Oriente y un estancamiento económico inevitable.
-La disparidad. El crecimiento económico más ostensible se observa en las regiones costeras, donde en realidad se concentra el nuevo cliche del "Yuppie', chino de maneras occidentales. Las autoridades centrales han apostado a que el desarrollo de esas regiones llevara a remolque a las demás, pero en el mejor de los casos eso tomaría años, tal vez décadas. Entre tanto, una región como Guizou, donde la pobreza es extrema, ha entregado a la costa su producción de carbón, madera y otras materias primas a precios subsidiados. Eso ha estimulado el éxodo de millones de la- briegos hacia las regiones más ricas y ha conformado un panorama inquietante, porque una brecha parecida fue una de las causas de la rebelión que terminó con la victoria de Mao en 1949.
-Algunos sostienen que la economía china ha seguido siempre un ciclo de crecimiento y estancamiento y que hay indicios de que se atraviesa un pico del primero.
-El crecimiento económico debe producir una clase media de pro- porciones suficientes como para que se empiece a sentir la presion hacia una mayor apertura política. Mientras el gobierno reprime todavía con fuerza cualquier movimiento en ese sentido, el flujo de ideas e inquietudes es incesante. Los optimistas piensan que la clase media produce evolución antes que revolución. Pero en China, dadas las extremas condiciones de los años maoistas, cualquier cosa parece ser posible.
-La muerte de Deng, que tiene 88 años y una salud frágil, podría llevar a la inestabilidad e incluso a una guerra civíl.
Entre tanto, el orbe tiene los ojos puestos en el nuevo gran gigante que acaba de dar de un salto el paso del tercer al primer mundo. Algunos señalan la amenaza que representa que un país de esas dimensiones alcance semejante poder económico, sobre todo porque ante el final de la guerra fría y con el retiro de Estados Unidos de la región, el lejano Oriente presenta un vacio de poder que China esta ostensiblemente empeñado en llenar. Pero esa es otra historia.