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La unión hace la fuerza

En medio del pesimismo general, la cumbre antinarcóticos acuerda ayuda financiera para los países productores.

27 de noviembre de 1989

Dialogar con los narcotraficantes sería como amnistiar los crímenes de quienes tanto dolor y muerte han causado en nuestro país" fue la frase que utilizó el ministro de Justicia de Colombia, Roberto Salazar, para responder la pregunta que más interés despertaba en la prensa internacional: la propuesta de los narcotraficantes de nombrar una comisión de alto nivel encargada de adelantar el diálogo entre "Los Extraditables" y el gobierno colombiano.
La intervención del ministro se produjo en la rueda de prensa que tuvo lugar luego de la "cumbre" antidroga que se realizó la semana pasada en Madrid, en la que participaron los países miembros de la "Trilateral contra la droga" (Estados Unidos, Italia y España), como países representantes de las naciones consumidoras y a la que invitaron a Colombia, Perú y Bolivia, en calidad de países productores.
La reunión, a la que también asistió Francia, como país presidente de la Comunidad Europea, se caracterizó por su enfática negativa a cualquier tipo de consideración en lo que a la legalización de la droga se refiere. "Sería una irresponsabilidad total y supondría dejar la iniciativa en manos de la mafia y de las organizaciones criminales", afirmó Edward Denis, viceministro de Justicia de Estados Unidos.
Aunque prácticamente nadie esperaba lo contrario, los resultados de la "cumbre" fueron recibidos con cierto pesimismo, ya que, en cierta medida, se limitaron a la recomendación de impulsar la entrada en vigor (en todos los países) de la Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes de 1988 y de los diversos convenios destinados a acordar una respuesta jurídica internacional al problema de la droga.
Probablemente la parte novedosa y que puede constituirse en un avance en la interpretación global del fenómeno del narcotráfico, fue el compromiso de las delegaciones reunidas de "investigar hasta el final el blanqueo del dinero proveniente de la droga". Esta iniciativa había surgido el día anterior en la minicumbre entre los presidentes de España, Felipe González, y de Francia, Francois Mitterrand, quienes llegaron a la conclusión de que "hay que promover la idea de que el rigor y la represión deben aplicarse esencialmente a los narcotraficantes y no a los consumidores", quienes en opinión de Mitterrand" son víctimas y por lo tanto no hay que añadir a sus miserias medidas más duras".
Sin embargo, en medio del pesimismo general era evidente que la ayuda técnica y financiera ofrecida por España, Italia y Estados Unidos a países como Colombia, Perú y Bolivia con el fin de combatir a fondo el tráfico de drogas, se convertía en un logro material y práctico, tan significativo como la investigación del lavado de dólares y la agilización de los respectivos trámites de extradición.
Coincidiendo con la reunión de Madrid, en Nueva York el alcalde Edward Koch afirmaba que Colombia es "el país más valiente del mundo" por librar una guerra contra los carteles de la droga y en una dura autocrítica, que no es la primera vez que formula, el funcionario expresaba: "Aún cuando no están ganando la guerra, están tratando, mientras nosotros no hacemos nada". Koch comentó cómo los traficantes de drogas han asesinado jueces, fiscales y hasta un candidato presidencial pero, añadió, el gobierno continúa luchando para detener el narcotráfico. El alcalde dijo que solicitará a William Bennet, la cabeza visible de la lucha contra la droga en Estados Unidos que facilite a por lo menos seis policías colombianos, entre los más valientes y especializados, ir a Estados Unidos y permanecer protegidos para evitar su muerte violenta.
Aunque los resultados prácticos no se verán enseguida, algunos observadores destacaron cómo los mandatarios europeos involucrados en esta reunión estaban muy enterados del problema y cómo el presidente francés, Francois Mitterrand, fue concreto en sus apreciaciones, pidiendo a la Comunidad Europea la designación de funcionarios fuera de las jerarquías oficiales para que se encarguen de estas actividades contra los narcotraficantes. Planteó, además, poner el cultivo de las plantas que producen la droga en un terreno específicamente financiero, preguntándose si es lógico que Colombia haya perdido este año más dinero por la baja en los precios del café que el que ha recibido como ayuda para combatir este problema. Mitterrand se preguntó también: "En los países pobres, ¿de qué vivirá la gente si no se cultivan plantas de las que se extraigan las drogas?".
Además de la ayuda financiera y técnica que recibirán Colombia, Perú y Bolivia para estos fines, los tres países aprovecharán los beneficios de estos planes de desarrollo que faciliten la erradicación de los cultivos de coca y su sustitución por otros, proveer al poder judicial de esos países productores de elementos de protección para que puedan administrar mejor sus funciones, reforzar la cooperación entre los servicios encarga dos de la seguridad pública, entre otras medidas.
Ahora, hay que esperar la puesta en marcha de todos estos planes y recomendaciones y que las comisiones internacionales designadas inicien sus actividades inmediatamente, para que la reunión de Madrid no quede como simple recurso retórico en la prensa.