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LA VORAGINE

Los países del área reafirman su soberanía amazónica.

5 de junio de 1989


Pulmón del planeta, reserva ecológica, despensa del futuro, son algunos de los nombres que recibe la cuenca del río Amazonas, el más caudaloso del mundo. Las extensiones de selva virgen representan una riqueza incomparable para los ocho países que directamente o por medio de las cuencas complementarias--caso Venezuela-- comparten esta región del mundo. Pero el aprovechamiento de un ecosistema tan delicado conlleva problemas que trascienden lo puramente ecológico para pasar al plano económico y hasta político.

Es por eso que los presidentes de los ocho países miembros del Tratado de Cooperación Amazónica, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guayana, Perú, Surinam y Venezuela, excepto el de Bolivia, representado por su canciller, convinieron reunirse el fin de semana pasado para revitalizar ese tratado y convenir nuevos programas de desarrollo económico y social para la región, con una conciencia clara de preservación del medio ambiente.

La reunión fue convocada a instancias de Brasil, país que ha sido acusado de llevar a cabo una política de destrucción sistemática de la selva amazónica, al punto de que los países desarrollados han ejercido toda clase de presiones económicas para que el modelo de desarrollo brasileño se acomode a la protección del medio ambiente. El gobierno del presidente José Sarney, por su parte, lanzó su propia campaña ecológica, destinada a convencer al mundo de que su desarrollo no está necesariamente en contravía del medio ambiente, pero hasta ahora ha logrado muy poca credibilidad.

En esas condiciones, la reunión presidencial tuvo como denominador común la afirmación de que la responsabilidad del manejo y protección de la Amazonía corresponde a los países que tienen intereses reales y directos sobre la región, sin desconocer que el interés por su preservación es mundial. Explícita o implícitamente, lo que se trata de decir a los países desarrollados es que los amazónicos están en contra de la asimetría que se aplica al tema, en virtud de la cual aquellos quieren mantener su modelo de vida, no necesariamente ecológica, mientras imponen a los del Tercer Mundo las obligaciones con el medio ambiente que ellos mismos no están dispuestos a aplicar en su propio patio.

El planteamiento del presidente Barco, coincidente en los anteriores aspectos, revela un nuevo ángulo del problema ecológico de la Amazonia: el del narcotráfico. Según el Presidente, el comercio ilícito de estupefacientes ha contribuido enormemente a la destrucción de la selva virgen por la gran rentabilidad del cultivo de coca, que posibilita económicamente la explotación de sectores que de otra forma no resultarían rentables. Por otro lado, para Barco el problema no es que esas zonas se mantengan vírgenes, sino que sean aprovechadas mediante un modelo y una tecnología propias que permitan la renovación del medio ambiente.--