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Lamento boliviano

El presidente Carlos Mesa alborotó el avispero con sus demandas de salida al mar. Pero sus efectos son internos.

12 de enero de 2003

La frase del presidente de Bolivia Carlos Mesa le dio la vuelta al continente. El mandatario dijo en su mensaje del domingo 4 de enero que "el problema marítimo boliviano se convirtió en octubre en un elemento potencial de desestabilización de la región porque se puso en juego la democracia boliviana". Se refería a que la caída del presidente titular Gonzalo Sánchez de Losada había tenido mucho que ver con la mediterraneidad del país. La fuerte declaración de Mesa iba dirigida a los gobiernos de Chile y Perú, los cuales tienen que ver con la causa histórica de Bolivia, y quienes recibieron de Mesa la invitación a discutir el asunto en la Cumbre de las Américas de Monterrey, en México. Pero también reflejaba un cambio radical en la postura del mandatario, quien después de asumir con carácter transitorio, ahora se plantea terminar el período en 2007. Mesa goza de una popularidad sólo superada en Suramérica por el argentino Néstor Kirchner, lo que le proporciona capital político en momentos en que se discute en su país el crucial tema de la exportación de gas natural. Con las segundas mayores reservas en América, esa posibilidad sería para los economistas y el FMI la solución para el pago de la deuda externa: es vista en La Paz como la salida a la situación económica y social del segundo país más pobre de América Latina. Pero se trata de un tema que despierta las mayores pasiones, al punto que causó la caída de Sánchez de Losada, quien pretendió exportar el recurso energético en condiciones cuestionables y, sobre todo, a través de un puerto chileno. Los dirigentes de la protesta, los indígenas Evo Morales y Felipe Quispe, aprovecharon la coyuntura para sacar del poder a un personaje a quien rechazaban por su ideología neoliberal y pro Fondo Monetario Internacional. Los líderes no sólo cuestionan las condiciones sino el negocio en sí, pues sostienen que el gas debería ser nacionalizado y usado por la población extremadamente pobre de Bolivia. Por eso Mesa recurrió al tema nacionalista de la salida al mar, para neutralizar las protestas y tratar de unir al país en torno a la necesidad de exportar al menos parte de la producción. Todo ello en el marco de la campaña a favor del sí en un referendo a celebrarse el 28 de marzo, en el que todas estas cosas deberían quedar aclaradas. Morales, sin embargo, cuestionó las palabras del Presidente. Como dijo a SEMANA, "lo que sucedió fue la recuperación de la democracia en el país al caer los supuestos demócratas que asesinaban a la mayoría indígena". Para Morales, "Mesa ha confundido las discusiones", pues lo que sacó a Sánchez de Losada no fue la salida al mar, que es una reivindicación tradicional, sino la aplicación de un modelo político que tiene a los bolivianos en la miseria. Sea como fuere, según un observador boliviano, Mesa además aprovechó inteligentemente la ola de declaracionesx en favor de su país sobre su salida al mar. Una ola iniciada por el presidente venezolano Hugo Chávez y acrecentada por el secretario general de la ONU, Koffi Anan, y por el ex presidente norteamericano Jimmy Carter. Pero como era de esperarse, la respuesta de Chile y Perú fue más que fría, y ninguno concretó una reunión bilateral. Aunque el discurso de Mesa volvió a provocar en Chile un examen de conciencia sobre la naturaleza de la política exterior de Santiago, que algunos consideran más motivada por el comercio que por la diplomacia, las palabras del Presidente tuvieron más eco dentro que fuera de las fronteras. Mesa sabe que tiene poco tiempo ante el ultimátum de los indígenas, que amenazan con reactivar sus protestas si no ven un avance hacia sus reivindicaciones. Y el tema de la salida al mar podría ser su salvación. Pero eso está por verse.