Home

Mundo

Artículo

Las brisas de Moscú

En Europa oriental cada cual interpreta la Perestroika a su manera.

20 de febrero de 1989

Los vientos de la perestroika y de la glasnost, aunque soplan fuerte desde la Unión Soviética de Gorbachov, sobre los partidos comunistas y los sistemas socialistas del este europeo, en cada país produce efectos distintos.

Nicolae Ceaucescu en Rumania, Todor Zivkhorv en Bulgaria y Erich Honecker en la República Democrática Alemana, se han aliado para cerrar puertas y ventanas para tratar de detener lo más lejos posible la tempestad que viene desde Moscú, al punto de prohibir la circulación de ciertas publicaciones soviéticas en sus respectivos países.

También Milos Jakes, el sucesor desde 1987 del líder del Partido Comunista checo Gustav Husak, impuesto por Seonid Breznev después de la invasión de agosto de 1968, intenta con todas sus fuerzas evitar "el nuevo curso", porque en Checoslovaquia ese nuevo curso tiene un nombre propio, Alexander Dubcek, el símbolo del "comunismo del rostro humano", y líder de la famosa "Primavera de Praga" en 1968, cuyo experimento de reformas tiene una semejanza con la perestroika.

El pasado 16 fue el vigésimo aniversario del suicidio del joven Jan Palach que se prendió fuego como protesta contra la ocupación soviética de su país. Ese día en Praga los manifestantes fueron dispersados por la policía con gases lacrimógenos e hidrantes, pero es poco probable que Jakes pueda dispersar de igual modo la presión cada vez mayor --tanto al interior del país como al interior del sistema del llamado socialismo real-- en favor de las reformas.

Es más bien en Hungría y Polonia donde se notan los cambios más vistosos. El Parlamento de Budapest, el miércoles 11, aprobó un conjunto de leyes sobre los "Derechos de Asociación y de Asamblea" que hizo que Hungría se convirtiera en el primer país del bloque del este en aceptar el paso del sistema de partido único al sistema múltiple, con lo que no sólo aceptó el reto de Gorbachov sino que lo superó. El proyecto presentado por el ministro de justicia Akalman Kuc san fue aprobado, lo que no quiere decir que todo el el Partido Comunista húngaro esté de acuerdo, y el ala "dura" se reservó ácidos comentarios. Por ahora, el gobierno del Primer Ministro Nemeth tiene seis meses de plazo para presentar el reglamento de actuación de la nueva ley sobre los partidos: se verán entonces los límites dentro de los cuales los comunistas húngaros están dispuestos a aceptar el pluralismo político.

No menos importante que la ley sobre los partidos, es la que da derecho a los ciudadanos de realizar reuniones públicas: esas leyes hacen parte del llamado "paquete democrático" que tiene como objetivo a corto plazo una reforma constitucional y otros cambios esenciales: desde la redefinición del servicio militar hasta la creación de sindicatos independientes, pasando por el recorte a los gastos de la defensa, por la libertad religiosa y el derecho de huelga. Actualmente son al menos seis o siete las asociaciones o "círculos" que podrían convertirse en partidos políticos. Sus orientaciones van desde posiciones "eurocomunistas", socialistas o socialdemócratas, a posiciones de derecha, centro derecha, liberales, católicas, y hasta verdes, que en Hungría se llaman Blu por el famoso vals de Strauss dedicado al Danubio.

Distinta, aunque igualmente dinámica, es la situación en Polonia. En Varsovia, el partido obrero unificado (el Partido Comunista Polaco) debe enfrentarse con el gran movimiento popular de Solidarnosc (Solidaridad) que llevó a los famosos acuerdos de Danzig en agosto de 1980 y al sucesivo golpe de estado del general Wojciech Jaruzelski en diciembre de 1981. Todos los nudos no desatados en esa época se presentan de nuevo y Polonia vive desde entonces en una permanente crisis política, social y económica. La situación se ha vuelto insostenible y de esto se han dado cuenta tanto el general Jaruzelski como los sectores más abiertos del partido. Por eso, el plénum de partido reunido el pasado 16 y 17 de enero en Varsovia, presentó un enfrentamiento fuerte entre los sectores dogmáticos y burocráticos y lo reformistas. El mismo Jaruzelsk abrió la reunión anunciando las próximas soluciones "pluralistas" con el objetivo de unir "todas las fuerzas constructivas del país". En pocas palabras, proponía una futura legalización, después de ocho años, de "Solidaridad". Pero el plazo será largo, a menos tres años, y el líder sindical Lechz Walensa, se mostró escéptico sobre la verdadera voluntad del régimen de renovarse y asumir, en últimas, los nuevos aires de apertura.--