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(izquierda)Ayelet Shaked ministra de justicia de Israel.(centro)Marion Maréchal-Le pen parlamentaria de la asamblea nacional de francia.(derecha)Daniela Santanché exfuncionaria del gobierno de Berlusconi.

RADICALISMO

Las líderes occidentales de extrema derecha

Una nueva tendencia de mujeres radicales se ha establecido con éxito en algunos paises. Su imagen no disimula la xenofobia que promueven.

16 de mayo de 2015

“Todos los combatientes palestinos son enemigos, y sangre debe rodar sobre sus cabezas. Deben morir sus madres, quienes enviaron a estos mártires al infierno, y deben arder sus casas para que ninguna otra serpiente sea criada allí”. Estas palabras, publicadas a principio de este año en su página de Facebook, muestran el talante de la ministra de Justicia de Israel, Ayelet Shaked. Sus comentarios le dieron la vuelta al mundo y muchos, incluyendo el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, la compararon con Hitler.

Curiosamente, se trata apenas de un ejemplo de las polémicas declaraciones que parecen acompañar a muchas de las musas electorales de los partidos europeos más importantes. Con resultados impresionantes en las urnas, ellas se han convertido en abanderadas de causas xenofóbicas e inclusos racistas, que cada día consiguen más apoyo de los ciudadanos.

El mejor ejemplo es Marion Maréchal-Le Pen, nieta del antiguo director del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen. A sus 24 años, Marion es diputada de la Asamblea Nacional de Francia, elegida con el 80 por ciento de los votos de su partido. Es conocida por pensar igual que su abuelo, y varias veces ha dicho que “la inmigración masiva no es la única causa de la caída de Francia, pero es la más importante. Un millón de inmigrantes significa un millón de desempleados”.

Francia no es el único país con este tipo de personalidades. En Dinamarca, Pia Kjaersgaard, líder del Partido Popular Danés, ha logrado en apenas una década consolidar a su partido como la tercera fuerza política del país. Sus críticos la acusan de promover su imagen por medio de escandalosas declaraciones contra los inmigrantes. “Ya tenemos una religión en Dinamarca, la tenemos desde hace mil años cuando se formó este imperio. Por lo tanto, no necesitamos que el islam se propague en nuestro país– dijo Pia en un mitin de su partido–. Concuerdo con Søren Krarup (sacerdote luterano) en que el velo musulmán y la esvástica son el mismo símbolo”.

Al igual que Pia, en Noruega esta la controvertida política Siv Jensen. A sus 42 años encabeza el Partido del Progreso, y por primera vez en la historia logró que su formación ganara 41 de los 169 escaños en el Parlamento de Noruega. Con un discurso violentamente islamofóbico, esta mujer de derecha es considerada en su país culpable de la masacre que realizó Anders Behring Breivik en 2011, en el centro de Oslo, en la que murieron 77 personas.

La italiana Daniela Santanchè también tiene lo suyo. Fue vicesecretaria de la presidencia del Consejo en el gobierno de Silvio Berlusconi, y durante ese tiempo intentó ascender en su carrera política tratando de prohibir el velo islámico. Ha declarado en el pasado que “Mahoma era un polígamo y un pedófilo”, palabras que le han valido el rechazo de la opinión pública en su país.

Dentro de este controvertido grupo de mujeres está la norteamericana Pamela Geller, que al igual que sus partidarias europeas y aún sin pertenecer a la política gringa, ha hecho sonar su voz contra la población musulmana. Con una exposición deliberadamente antislámica en Texas el 4 de mayo, Geller consagró su propósito de detener la islamización de Estados Unidos y evitar el avance de la ley sharía.

Ellas han demostrado con sus declaraciones y campañas que el feminismo occidental cometió algunos errores en su interpretación de la política. El supuesto de que la llegada de las mujeres al poder en la toma de decisiones en la sociedad sería más amable y gentil parece equivocarse en este caso. El racismo y la xenofobia ya no son temas que le pertenecen exclusivamente al patriarcado y este parece ser parte del éxito del discurso de las mujeres de extrema derecha.

El éxito relativo de ese liderazgo femenino ha movido, como documenta el diario londinense The Guardian, a formar mujeres jóvenes para suavizar su mensaje de xenofobia y racismo. Aunque se trataría de una estrategia apenas incipiente, indica hasta dónde están dispuestas a llegar esas agrupaciones para hacer penetrar sus ideas en nuevos sectores de la sociedad europea.