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LAS MIL Y UNA NOCHES

Termina la pesadilla del avión de Kuwait, pero la amenaza continúa

23 de mayo de 1988

Por más mala que sea la compañía aérea, pocas veces un viaje en avión resulta tan largo. En pocas palabras, esa debe ser la opinión de 29 pasajeros y tripulantes de Jumbo 747 de la Kuwait Airways, que la semana pasada vivieron el feliz desenlace de una odisea que duró 36 horas con 30 minutos. En medio de lo que constituyó el segundo secuestro aéreo más largo en la historia de la aviación (la marca le sigue correspondiendo al Boeing de la TWA que en 1985 estuvo retenido durante 16 días) los pasajeros del aeroplano kuwaiti fueron una vez más las víctimas inocentes del extremismo religioso.
En esta oportunidad todo comenzá el pasado 5 de abril a bordo del vuelo 422, poco después de que el comandante del avión, Subhi Haim Yousef, se dirigiera a sus 112 pasajeros embarcados en Bangkok, Tailandia, con el objeto de comunicarles que en 50 minutos estarían aterrizando en Kuwait. El descenso hacia el emirato nunca se produjo. Minutos después de que el capitán hablara, varios hombres tomaron posiciones estratégicas y uno de ellos le dijo que debían cambiar de ruta y dirigirse hacia Irán.
A partir de ese momento comenzó un tenso peregrinaje. La primera escala tuvo lugar en la ciudad iraní de Meshed donde, según uno de los pasajeros, los secuestradores recibieron refuerzos y armas bajo la mirada complaciente de las fuerzas de seguridad iraníes. Dotados del equipo necesario y dueños de un impresionante autocontrol, los piratas del aire se prepararon para guardar su presa más importante: Jaled Anuar al Sabah, su mujer Ibtisam y su hermana Fede, parientes lejanos del Emir de Kuwait.
Para evitar cualquier imprevisto, el avión despegó con rumbo a Beirut, donde no fue autorizado para aterrizar. Por eso el sitio escogido acabó siendo Larnaca, en Chipre, donde se vivieron las horas más tensas de la aventura, pues los secuestradores asesinaron a dos rehenes y amenazaron con continuar las ejecuciones.
La presión, no obstante, volvió a disminuír pocas horas más tarde cuando las autoridades chipriotas aceptaron reabastecer el aparato a cambio de la liberación de 12 rehenes.
Con el tanque lleno de gasolina, los piratas del aire decidieron jugarse la carta argelina. El día 13 de abril en las horas de la madrugada, el Jumbo 747 llegó al aeropuerto Huari Bumedian de Argel, donde se escenificó la última parte de la historia.
El epílogo acabó tomando una semana. Aparte de ciertos momentos tensos durante los cuales los piratas del aire amenazaron con asesinar a todo el mundo dentro del avión, las horas se pasaron en intensas negociaciones, donde el genio del negociador argelino, Mohamed Tahr, salió a relucir. Curtido por la negociación que condujo hace tres años cuando la toma del avión de la TWA, Tahr supo tranquilizar a los secuestradores y convencerlos de que podía garantizar su seguridad, a cambio de que dejaran a los pasajeros libres.
Fue precisamente esa promesa la que condujo al feliz desenlace, pero también a una intensa lluvia de críticas. El salvoconducto dado por el gobierno argelino fue seriamente censurado por las potencias occidentales. En una escala hecha en Helsinki en medio de un viaje con dirección a Moscú, el secretario de Estado norteamericano George Shultz lamentó la fuga de los aeropiratas. "No hay que olvidar que no sólo se trata de secuestradores, sino también de asesinos", anotó el alto funcionario.
A pesar de la crítica de Shultz, el gobierno argelino no ocultó su satisfacción por el feliz término de la odisea. De hecho, aun los más reticentes observadores reconocieron que no había otra posibilidad de lograr un final sin violencia. Obviamente, queda abierto el peligro de que en poco tiempo se vuelva a presentar un secuestro semejante. En su mensaje de "despedida" los aeropiratas anunciaron que "continuaremos nuestra lucha por liberar a nuestros 17 hermanos presos en las cárceles de Kuwait".
Ese anuncio debería ser tomado seriamente. En esta oportunidad los observadores llamaron la atención sobre el "profesionalismo" de los secuestradores que demostraron saber en todo momento lo que estaban haciendo. Aparte del estricto control de los pasajeros, por lo menos un aeropirata tenía nociones de aviación y conocía ampliamente las características del Jumbo 747.
Detalles como ese han convencido a los diferentes gobiernos de Occidente de que las acciones terroristas seguirán siendo, si no más numerosas, por lo menos más sofisticadas. El fanatismo en Irán, las tensiones en el Golfo Pérsico y la abundancia de fanáticos en Beirut son suficientes elementos que aseguran que la aventura del jumbo de la Kuwait Airways no es sino una escala más, dentro del largo viaje adelantado por el terrorismo internacional .