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Las opciones de Yeltsin

El último Congreso de Diputados de Rusia cambió la balanza de poderes y acabó con los instrumentos que permitieron a Boris Yeltsin gobernar.

19 de abril de 1993

EL VIII CONGRESO DE DIPUtados Populares de Rusia ha terminado en una humillante derrota para el presidente Boris Yeltsin, al cambiar la balanza del poder en favor del Congreso conservador y despojar a Yeltsin de la mayoría de sus poderes.
En días pasados el Congreso anuló el acuerdo que había logrado un frágil equilibrio de fuerzas entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, y que, por otro lado, había obtenido el compromiso de convocar un referéndum acerca de la propiedad privada de la tierra y la conveniencia de establecer en Rusia un régimen presidencial. Además, el fin del acuerdo puso en vigencia una serie de enmiendas a la Constitución mediante las cuales el Congreso tiene la posibilidad de anular los decretos presidenciales que considere ilegales. En otras palabras, Yeltsin perdió las facultades extraordinarias por medio de las cuales logró gobernar el último año.
Sin duda el golpe más fuerte para Boris Yeltsin fue la votación que acabó con la posibilidad de convocar el referéndum, pues se trataba de la única arma del presidente ruso para presionar al Congreso. Por ello, la situación del presidente ruso es, por decir lo menos, muy delicada. Hoy por hoy Yeltsin está solo en el poder. No sólo perdió el apoyo del Congreso, sino que carece de instituciones en las cuales apoyarse. Las cabezas de las repúblicas y de las regiones autónomas de la Federación se pronunciaron abrumadoramente en contra del referéndum, por temor a que un plebiscito inicie la desmembración de una Rusia sacudida por los conflictos nacionales.
Por su parte, en el Ejército la oposición al referéndum y el descontento con Boris Yeltsin no se han hecho esperar. Según el diario Novedades, de Moscú, los miembros de las Fuerzas Armadas y sus familias suman alrededor de siete millones de potenciales votantes, de los cuales un 56 por ciento se ha pronunciado en contra de la línea de gobierno. Por esta razón, muchos observadores califican de vacía la amenaza de Yeltsin de una "opción final" hacia un régimen presidencial. Aparentemente, no contaría con el respaldo de las Fuerzas Armadas.
A esta falta de apoyo al presidente ruso en el Congreso de los Diputados y en el Ejército, se suma la del Gabinete de Ministros. El primer ministro Víctor Chernomyrdin agradeció al Congreso de los Diputados la confianza depositada en él al otorgarle nuevas facultades al gabinete, y no al presidente, para tomar medidas económicas. Aparentemente, la última opción de Yeltsin sería, como él mismo lo ha repetido en numerosas ocasiones, apelar a la población, convocar a los obreros y los mineros a hacer huelga, realizar manifestaciones y "llevar el conflicto a las calles".
Pero aún así, no está claro que esta opción funcione. Si bien se encuentran más partidarios de Yeltsin entre la población y si bien el Congreso es visto, en general, como un resabio del pasado régimen dictatorial, la popularidad de Yeltsin no es la misma que en agosto de 1991, cuando se subió a los tanques para resistir el golpe de Estado. Año y medio ha pasado desde entonces. La población está cada vez más descontenta con la situación económica y es muy posible que, en caso de que se convocara a un referéndum, la mitad de la población no participe y que, por increíble que parezca, comiencen a hacer carrera los rumores que hoy circulan sobre un posible regreso al régimen comunista de antaño.