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LAS VACAS GORDAS

Tiempos de bonanza en la última cumbre de los siete grandes con presencia de Reagan.

25 de julio de 1988

Hace escasos seis méses, nadie se imaginaba que este mes de junio iba a resultar tan tranquilo, por lo menos en lo que a situación de la economía mundial se refiere. Pero lo cierto es que las cosas están calmadas y, por eso, cuando la semana pasada se reunieron en Toronto, los líderes de las siete naciones capitalistas más grandes del planeta, el ambiente fue de relativo optimismo.
Y es que las cosas han salido mejor de lo que se esperaba. A comienzos del año, la mayoría de los especialistas pronosticaba el regreso de las vacas flacas, como consecuencia del crack bursátil del pasado octubre. Según las predicciones iniciales, el crecimiento económico mundial debía detenerse y la inflación y el desempleo volverían a aparecer con fuerza en el mundo industrializado. Afortunadamente, nada de eso ha sucedido hasta ahora y buena parte de los analistas piensa que ya no hay grandes riesgos a la vista. Aunque siempre hay campo para sorpresas, todo indica que las economias grandes van a seguir navegando en un mar calmado.
Gracias a esa nueva tranquilidad, la cita en Toronto se dedicó a revisar los logros de los últimos meses y a despedir a Ronald Reagan, quien asistió a lo que seguramente fue su última cita internacional. Fue esa la causa principal de que en la ciudad canadiense no pasara nada extraordinario. Si las principales potencias de Occidente se aprestan a tomar decisiones, éstas le corresponderán ya sea al presidente Bush o al presidente Dukakis, en la cumbre económica del proximo año en Francia.
Claro que eso no impidió la revisión del estado del clima económico. A la cabeza de la lista, se ubicó la paulatina disminución del déficit en el comercio exterior norteamericano que tantos dolores de cabeza ha creado. En los primeros cuatro meses del año, el saldo en rojo en la balanza comercial de los Estados Unidos fue de 12 mil millones de dólares en promedio, un 15% menos que en el mismo período de 1987.
Más alentador aún es el hecho de que la mejoría se ha obtenido gracias a un crecimiento del 30% en las exportaciones del país del norte. Las mayores ventas en el exterior le han permitido a la industria norteamericana, alcanzar un nivel de utilización del 83%, cifra considerada excepcional por los conocedores.
El buen comportamiento del comercio fue una de las claves de que a Toronto se llegara con sonrisas y no con ceños adustos. Aparte del crecimiento de las exportaciones, las importaciones norteamericanas también han aumentado -un 14% en el primer trimestre de 1988- lo cual ha alimentado la actividad económica del resto del mundo. Ninguno de los demás grandes de la economía se encuentra en problemas y aún Japón, que ha sido el país más golpeado por la revaluación del dólar, ha sabido conservar sus mercados prácticamente intactos. Incluso en el primer trimestre de este año la economía nipona creció a una impresionante tasa del 11%.
Claro que todo lo anterior no quiere decir que no haya problemas.
Para comenzar, los pesimistas señalan que aunque el déficit comercial de los Estados Unidos ha disminuido, todavía falta mucho para que se llegue a un equilibrio. A pesar de que si las tendencias actuales se conservan, los Estados Unidos alcanzarían un superávit comercial en 1990, lo cierto es que organismos especializados como la OECD insisten en que la solución del problema va a tomar mucho más tiempo. Otras casandras dicen que la alta utilización de la capacidad instalada en la industria norteamericana puede conducir a cuellos de botella que generan inflación. Un tercer grupo habla de las tasas de interés y de la debilidad de los mercados bursátiles después de la caída de octubre pasado.
Comenzadas en la década pasada, las cumbres han servido para que los jefes de Estado se sienten cara a cara, pero en términos de resultados concretos, el balance es pobre. El texto del comunicado conjunto traía todos los adjetivos típicos de un encuentro como éste y se destacaba una vez más por su falta de sustancia.
Claro que en Toronto se habló de muchas cosas. Bajo la supuesta égida de Margaret Thatcher -heredera intelectual de Reagan- los mandatarios hablaron de la educación, del medio ambiente, del terrorismo y del tráfico de drogas.
Independientemente del optimismo salido de Canadá la semana pasada, la mayoría de países todavía espera que les llegue su hora. Por eso, aún los más optimistas tuvieron que reconocer que la semana pasada en Toronto, fueron pocos los llamados y pocos los escogidos.