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LIBANIZACION?

CON ELECCIONES GENERALES A LA VUELTA DE LA ESQUINA, NACEN TEMORES DE UNA GUERRA CIVIL EN ISRAEL.

24 de febrero de 1992

TANTO VA EL CANTARO AL agua, que al fin se rompe. Eso parece ser lo que está sucediéndole al gobierno israelí de Yitzhak Shamir, que enfrenta una crisis de desgaste que podría llevar a su relevo. El partido Likud se ha sostenido en los últimos años mediante una débil coalición en la que desempeñan papel preponderante algunos grupos de signo religioso y extrema derecha. La semana pasada, el inminente retiro de los partidos Tehiya y Moledet, hizo que el adelanto de las elecciones de noviembre se hiciera inevitable.
No es la primera vez que Shamir sobrevive a una situación parecida. Pero los tiempos han cambiado desde su última confrontación con su adversario laborista Shimon Peres. El gobierno de Estados Unidos ha puesto todo su peso internacional para promover las coriversaciones de paz con los vecinos árabes, y esas conversaciones involucran un tema que para los israelíes es vital: los asentamientos judíos en los territorios ocupados en 1967. Shamir es un enemigo jurado de suspender esos asentamientos y de la fórmula "tierras por paz", que es bandera de Estados Unidos, la ONU y, por supuesto, de los palestinos. Pero el primer ministro también es consciente de la urgencia de que Estados Unidos otorgue 10 mil millones de dólares en garantías necesarias para enfrentar la absorción de inmigrantes del bloque oriental.
Ello hizo que Shamir aceptara a regañadientes que el tema se tocara en la mesa de negociaciones. Pero entre tanto la ambiguedad de su posición le llevó a situaciones incongruentes, cuando a tiempo que asignó 40 millones de dólares para nuevos asentamientos, presentó a los palestinos una propuesta de autonomía a escondidas de sus opositores en Jerusalén.
Pero ni siquiera esa concesión táctica es aceptable para los partidos que renunciaron a su gobierno, ni para los dirigentes de derecha que promueven los asentamientos (como el ministro de vivienda Ariel Sharon) ni mucho menos para los propios colonos judíos.. Estos representan además un nuevo reto para el gobierno. En respuesta al escalamiento de la Intifada (la rebelión palestina) en las áreas en disputa, e inquietos ante las conversaciones de paz cuya última etapa terminó la semana pasada en Washington, los colonos han optado por constituir una especie de milicia informal de defensa.
Ese movimiento ha sido considerado por muchos analistas como el primer paso para una eventual guerra civil en Israel. Como dice el comentarista Zeev Schiff en el diario de Tel Aviv Ha'aretz (El País), esas milicias han multiplicado los incidentes antipalestinos, en un abierto desafío contra Tsahal, el ejército hebreo, y contra el propio Estado israelí. Para ese columnista, las acciones de los judíos de los asentamientos tienen, en el fondo, las mismas características que las de la propia Intifada: se trata de producir hechos cumplidos que supediten las políticas gubernamentales.
Lo que resulta curioso es que el enfrentamiento se presenta contra un gobierno "duro" que no quiere dar su brazo a torcer ante las exigencias palestinas. En el extremo contrario, recientes encuestas indican que muchos israelíes pacifistas están descontentos con la posición de Shamir que, aunque acepta el diálogo, se niega a hacer concesiones a los palestinos.
Todo ello conforma un panorama que ha sido llamado la "libanización" de Israel. Para muchos analistas, las conversaciones de paz han dividido a la opinión pública israelí mucho más de lo que parece tolerable. Se piensa que en esas condiciones, sea quien fuere el ganador de las próximas elecciones, tendrá que enfrentarse a una situación extremadamente conflictiva.