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Llegó la hora

La isla decide sobre su status.

20 de febrero de 1989

Para los puertorriqueños, el momento de las definiciones parece, estar a la vuelta de la esquina. Tras 91 años de haber sido ocupada por los Estados Unidos, luego de la guerra, hispano-norteamericana que dio al traste con lo que quedaba del imperio español, el status de la isla en relación con la metrópoli quedará definido en forma contundente. El gobernador Rafael Hernández Colón hizo el anuncio de que en los cuatro años del mandato que asumió el 2 de enero, convocará un plebiscito para que, de una vez por todas, sus conciudadanos decidan si quieren o no integrarse del todo con el "coloso del Norte". Según trascendió, esa medida fue consultada previamente con Washington.

La situación actual de la isla fue definida en 1952, cuando el Congreso norteamericano dictó una constitución que le otorgó poderes limitados al gobierno local. En 1967, un plebiscito optó mayoritariamente por la opción del "Estado libre asociado", que triunfó sobre la posibilidad de anexión y la de independencia. Sin embargo, los comicios no fueron reconocidos por las Naciones Unidas, sobre la base de que no se permitió la verificación internacional. No fue esa la única sombra que oscureció el resultado: los movimientos independentistas boicotearon la votación, en protesta por la disposición adoptada en Washington según la cual el único requisito para intervenir en ella era haber residido en la isla durante un año, sin restricciones para los votantes de origen norteamericano.

Por esas razones, aunque el resultado indicó que el 60% de los volantes prefería el régimen de "Estado libre asociado", la ONU sigue incluyendo a Puerto Rico en su lista de territorios coloniales y dependientes.

Si bien ese plebiscito podría sacar al país de la ominosa lista de colonias del mundo, al legitimar del todo el status de la isla, ya se conocen las opiniones de sectores independentistas que piensan que el futuro régimen político debe adoptarse mediante una asamblea constituyente sin la intervención del gobierno norteamericano. Pero pocos dudan de que los puertorriqueños, sea cual fuere el sistema que escojan, se negarán a desligarse de los Estados Unidos, que, para bien o para mal, sostienen una economía que les permite tener el nivel de vida más alto de Latinoamérica, que, por sí sola, caería rápidamente en los problemas de sus parientes de resto del continente.--