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¿LOCO YO?

Los aliados escudriñan la siquis de Hussein. Pero concluyen que cualquiera podría estar tan loco como él.

11 de marzo de 1991

Desde la Segunda Guerra Mundial, cuando la inteligencia militar de Estados Unidos encargó un estudio sobre la personalidad de Hitler, el interés por conocer el esquema mental de los enemigos se convirtió en una especie de obsesión para los servicios de inteligencia. A partir de entonces, se han dedicado a escudriñar las posibles grietas de la siquis de Nikita Khruschev, MaoTseTung, Ho Chi Min, Fidel Castro, Manuel Antonio Noriega y hoy, por supuesto, de Saddam Hussein.

Sin embargo, la sicología a distancia para determinar la salud mental de los enemigos, ha resultado cuestionable, por dos razones. Una, que afirma que los indicios conocidos sobre los líderes adversarios son demasiado débiles. Otra, que sostiene que el perfil sicológico aplicable a los déspotas, es igualmente serio cuando se aplica a líderes democráticos. Lo que equivale, según algunos, a que cuando se trata de diagnosticar sobre la salud mental de un dirigente que envía sus tropas a la guerra, es necesario llamar al diablo, para que escoja.

Ese perfil resulta aterrador. Para la mayoría de los expertos, se podría denominar