Home

Mundo

Artículo

LOS COGIO LA NOCHE

Las elecciones presidenciales guatemaltecas se le vinieron encima al proceso de paz y muchos dudan que pueda sobrevivirlas.

4 de diciembre de 1995

EN GUATEMALA EL AÑO 1995 fue muy corto. A pesar de tener 12 meses como todos los demás, no alcanzó para realizar los planes que tenían previstos: la firma de un acuerdo de paz que condujera a la desmovilización de la Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala,-Urng- que estaba prevista para el mes de diciembre.
A pesar del interes demostrado tanto por el gobierno de Ramiro de León Carpio como por la Urng por sacar adelante el proceso de paz, el consenso ha sido esquivo. Hace cinco meses las partes están empantanadas en el punto más difícil de toda la agenda: los aspectos socioeconómicos y agrícolas, que en términos simples es el problema de la tenencia de la tierra. En Guatemala, como en casi todos los países de Latinoamérica, el tema de la reforma agraria causa polémica con sólo mencionarlo. Unicamente el 5 por ciento de la población es la propietaria de las mejores tierras del país, mientras que el 80 por ciento de los guatemaltecos vive en pobreza absoluta.
Si bien las conversaciones son secretas y las adelanta un petit comité en Ciudad de México, los reproches han llegado hasta Guatemala. Tanto la insurgencia como el gobierno han acusado a su contraparte de no ceder en sus posiciones y de entorpecer el proceso. Para acabar de encender los ánimos, las agremiaciones económicas y agrarias han señalado públicamente que están en desacuerdo con las reivindicaciones solicitadas por la guerrilla. Pero aun si en las próximas semanas hubiese consenso alrededor del tema de la tierra, todavía seguiría siendo difícil que alguien le apostara a la firma de la paz antes de Año Nuevo. El siguiente punto en la agenda puede ser igualmente conflictivo: la función del Ejército dentro de la sociedad civil. Con un rosario de acusaciones sobre violaciones a los derechos humanos, las fuerzas armadas guatemaltecas parecen no estar muy contentas con las últimas decisiones de De León Carpio, que entregó la cabeza de su ministro de Defensa, el general Mario René Enríquez, por la masacre de 11 campesinos repatriados en el municipio de Chisec.
Todas esas diferencias de criterios podrían superarse en el futuro si las negociaciones de paz no estuvieran amenazadas por su peor enemigo: el tiempo. El 12 de noviembre se realizarán elecciones generales y en enero próximo Ramiro de León Carpio entregará la presidencia. A pesar de que las versiones oficiales sostienen que el proceso seguirá su marcha incluso después del relevo presidencial, observadores independientes prevén lo contrario. Un cambio en el equipo de negociadores del gobierno -actualmente encabezado por Héctor Rosada- demorará las connversaciones.
Y lo peor es que, en materia de apuestas electorales, las perspectivas aún no están muy claras, pues los últimos sondeos han demostrado que el electorado puede cambiar de opinión a última hora. El candidato del Partido Avance Nacional -PAN-, Alvaro Arazu, al cual algunos califican como el más cercano al gobierno, ha perdido terreno frente al aspirante del Frente Democrático Nuevo Guatemala, Jorge González del Valle. Este último movimiento está bajo la dirección y recibe todo el aval del ex dictador Efraín Ríos Montt.
Con este orden de cosas, las posibilidades reales de que Guatemala concrete su proceso de paz no son muchas, pero tal vez sea ese el único espacio que le queda a la Urng, debilitada militarmente, para acometer sus proyectos de cambio. Es posible, entonces, que luche contra viento y marea por sacar las negociaciones adelante porque por algo dicen que, del ahogado, el sombrero.