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Aunque los cuervos insisten en que no quieren hacerle daño a Benedicto XVI, las filtraciones debilitan su pontificado.

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Los cuervos del Papa y las intrigas en el Vaticano

El escándalo del mayordomo de Benedicto XVI descubre que en el Vaticano las intrigas, traiciones y componendas de la Edad Media no han desaparecido. Solo se actualizaron.

2 de junio de 2012

Cuando los gendarmes del papa tocaron a la puerta de su apartamento en el Vaticano, el 23 de mayo pasado, Paolo Gabriele no se sorprendió. Ese día el devoto mayordomo de Benedicto XVI trabajó como si nada. Desde hacía seis años, despertaba al sumo pontífice a las seis y media de la mañana y no se despegaba de él hasta entrada la noche, cuando le preparaba la cama. Le servía las comidas, lo acompañaba en sus caminatas, le preparaba sus infusiones de menta. Gabriele era su sombra. Pero, por lo visto en las últimas semanas, en la Santa Sede confiar es arriesgar.

Como se supo muy pronto, hacía meses que Gabriele era el cuervo, el traidor, el Judas que le robó cientos de documentos secretos a su amo para dárselos a la prensa. Aquel que desnudó las riñas que desgarran el Vaticano los turbios manejos financieros, el que está sometiendo a dura prueba la institución que ha hecho del silencio el modus operandi de sus 18 siglos de existencia.

Desde entonces no pasa un día sin que hablen los cuervos, como el Vaticano bautizó a los que están filtrando informaciones confidenciales. Con llamadas anónimas advierten que "Gabriele no está solo, somos muchos, incluso muy arriba. Queremos defender al papa, hacer limpieza en el Vaticano". Para algunos el mayordomo es un idealista cansado de la corrupción. Para otros es solo un peón en un juego de poder mucho más complejo en el que algunos tratan de desacreditar al secretario de Estado, monseñor Tarcisio Bertone, y de paso posicionarse ante la sucesión de Benedicto XVI. Como le dijo a SEMANA el vaticanista Marco Politi: "Antes se usaba la carta anónima para aniquilar a un adversario; hoy, por el contrario, hay algo muy moderno. Estamos frente a un grupo de disidentes que quiere cambiar la secretaría de Estado y usan un medio inusual, la prensa".

La hecatombe empezó en enero, cuando el periodista Gianluigi Nuzzi divulgó los primeros documentos privados papales en su programa de televisión Los intocables. Eran varias cartas que exponían el detrás de bambalinas del traslado a Washington de Carlo Maria Vigano, el arzobispo que estaba ordenando las cuentas del Vaticano, lo que la elegancia del latín define como "promoveatur ut amoveatur" (ascenderlo para sacarlo del medio).

Se supo que Vigano le escribió al papa que hay "corrupción y prevaricación arraigadas desde hace mucho tiempo en el Vaticano". El prelado descubrió irregularidades en la adjudicación de contratos que siempre favorecían a las mismas empresas, a pesar de ofrecer precios superiores a los de la competencia. Vigano logró así que el pesebre que adornaba la Plaza de San Pedro pasara de costar 550.000 a 300.000 euros. El purpurado, además, convirtió un balance negativo de casi 8 millones de euros en un superávit de 34 millones.

Cuando le informaron que iba a ser trasladado a Estados Unidos, Vigano le suplicó al papa: "Mi partida provocaría inquietud y desánimo entre aquellos que creyeron que sería posible sanar la corrupción y las malversaciones" y después le escribió que entendía su salida como "una condena a mi trabajo y un castigo". En el aire quedó la impresión de que oscuras maquinaciones condenaron a Vigano al destierro.

Unas semanas después, nuevas fugas destaparon un supuesto complot para asesinar a Benedicto XVI. La carta, escrita por el cardenal colombiano Darío Castrillón , relataba que un colega suyo comentó abiertamente que el "papa morirá en 12 meses". Además, advertía que "la relación entre el santo padre y su secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, sería muy conflictiva".

Pero el Apocalipsis se desencadenó hace dos semanas, cuando Nuzzi publicó el libro Sua Santità, las cartas secretas de Benedicto XVI en el que un centenar de documentos inéditos y privados, que venían del despacho papal, muestran sin piedad que solo con mucha imaginación se puede encontrar a Dios en la Santa Sede. Dominan el dinero y las confabulaciones.

En el texto hay detalles sobre conversaciones secretas entre el Vaticano y el grupo independista vasco ETA; referencias sobre la bancarrota de la Iglesia estadounidense por los costos de las demandas contra los curas pedófilos; alusiones a la injerencia de la Iglesia en el gobierno italiano para no pagar impuestos sobre el patrimonio; un capítulo sobre los intentos por ignorar las denuncias por pederastia contra el mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo; revelaciones sobre las finanzas de Benedicto XVI. Incluso se reproduce la donación de 10.000 euros a la Iglesia de un reconocido periodista italiano, que incluía una peculiar anotación: "¿Cuándo puedo tener una audiencia privada?".

Para rematar, a los pocos días cayó Ettore Gotti Tedeschi, el banquero del Señor, director del Instituto para las Obras de Religión, el banco del Vaticano. En 2009 el papa lo nombró para que el Consejo de Europa lo incluyera en la "lista blanca" de instituciones financieras. Pero Gotti Tedeschi está investigado por una transferencia que violó las normas antilavado. "No se había aplicado nunca tanta contundencia y mucho menos a un laico", dijo Nuzzi a SEMANA.

Tarcisio Bertone es el nombre que emerge una y otra vez como la principal víctima de los oscuros manejos del Vaticano. Secretario de Estado de Benedicto XVI, es el "primer ministro", controla la Curia, que cumple la función de los ministerios. Y como en cualquier gobierno, ahí se mueven la burocracia, los presupuestos, los hilos del poder.

Según las filtraciones, fue él quien sacó al honesto Vigano. Los cuervos también lo acusan de la destitución fulminante de Gotti Tedeschi y de maquinar campañas mediáticas para deshacerse de competidores. Benedicto XVI nombró en 2006 a este experto en derecho canónico por encima de los experimentados diplomáticos papales, que tradicionalmente llevan las riendas de la burocracia.

El escándalo dejó al descubierto la fragilidad del pontífice: "Es viejo y necesita rodearse de personas conocidas que estén en sintonía con él. Benedicto XVI es un intelectual que, a pesar de sus 20 años pasados en la Curia, desconoce sus mecanismos", dijo Politi. El estilo Bertone, limitando el acceso al papa, involucrándose con políticos italianos, con un manejo confuso de los lineamientos pontificios y nombrando fichas en puestos claves, empezó a pisar muchos callos. Aunque los cuervos insistieron en que "solo queremos ayudar a la Iglesia", e incluso algunos sugirieron que el propio papa está detrás del complot contra Bertone, en el Vaticano todos saben que Benedicto XVI, a sus 85 años, es un pontífice de transición. Y que más pronto que tarde el cónclave se reunirá para elegir el nuevo representante de Dios en la Tierra.

Como lo dijo el diario La Stampa, "el fondo de esta pelea es que Bertone no tenga tanta influencia al escoger el próximo papa". En la Curia, dominada por clérigos italianos, además muchos se quieren asegurar de que después de 30 años de ayuno, el trono de San Pedro vuelva a ser ocupado por un compatriota.

Parece que los mercaderes se tomaron el templo y el guardián de la casa del Señor no tiene ni el poder ni la fuerza para sacarlos. Las intrigas no parecen tan alejadas de la leyenda de los papas en el Medioevo y el Renacimiento. Las traiciones, maquinaciones, alianzas oscuras y maniobras opacas solo se actualizaron.

Nuzzi no deja de precisar que sus fuentes no tienen como objetivo la figura del papa, sino a sus colaboradores. La guerra en el Vaticano, dijo a SEMANA, "no es tanto debida a un enfrentamiento entre grupos de purpurados, sino a un asunto de sistema de la Curia Romana: la praxis del secreto, como estrategia, crea descontento".