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LOS INTELECTUALES ARGENTINOS Y LA GUERRA

¿Están entre la espada y la pared?

Los intelectuales argentinos siguen la guerra y el anuncio de la problemática postguerra entre el miedo y la esperanza. Jorge Luis Borges acaricia el pomo de su bastón español y dice. "Nuestras guerras nunca han traído nada bueno. Vivimos en la exaltación de 'slogans' y del odio, el honor, los principios, el orgullo. Todo esto es una huida hacia adelante una guerra innecesaria". Borges nó escoge entre sus sangres inglesa y criolla, "Thatcher y Galtieri son la misma persona" -añade con ironía-.
Ernesto Sabato ha dado en mayor medida la interpretación de la crisis: "Es un sofisma de la señora Thatcher cuando dice que esta de las Malvinas es una lucha de la democracia contra la dictadura militar. Al contrario, es la defensa de un pueblo entero contra el imperialismo británico, una lucha que apoyamos todos incluidos los que como yo han luchado y continúan luchando contra la dictadura militar".
Julio Cortázar mantenía una postura disidente, "Si esta guerra -explicó en París- no fuese tan trágica me atrevería a llamarla la guerra de los 'padrinos'. Dos jefes de gobierno se enfrentan por razones evidentes salvar la piel. Galtieri y la Thatcher, los dos al borde de la catástrofe política, con las manos llenas de sangre argentina e irlandesa no tienen ningún derecho moral de presentarse como defensores de la soberanía y los campeones de justas causas nacionales. Mientras tanto dos pueblos que no han sido consultados pagan el pesado tributo de la muerte. Amo demasiado a la Argentina para no hablar así con un peso angustioso en el corazón, la amo demasiado para no esperar que un día pueda salir renovada de esta prueba, para ejercer una auténtica soberanía sobre el propio territorio".
Jorge Luis Borges fue uno de los firmantes de una declaración conjunta de intelectuales y profesores británicos y argentinos para pedir el alto al fuego inmediato. El propio Borges creía poco en la eficacia real de este comunicado. "Creo que es demasiado tarde. Además no conozco a casi nadie de los que firman la declaración". La nota en los diarios pasó inadvertida. Al comienzo de la guerra cientos de intelectuales artistas y profesores firmaron un manifiesto que apareció en los espacios publicitarios de los periódicos: "Exhortamos a los pueblos del mundo para que comprendan a fondo la justicia de la acción llevada a cabo, en base a (sic) derechos indiscutibles en un bastión colonialista de la América del Sur".
Desde los medios intelectuales no se da una protesta ética marcada y mayoritaria contra la guerra. Muchos de ellos han guardado silencio. ¿Por qué? Jorge Asis lo explica a su manera: "Intuyo que será en general porque se prefiere desensillar hasta que aclare, o por temor a quedar como el jamón del 'sandwich'. O sobre todo por carecer de información". Esta falta de información la ha encontrado el enviado especial a flor de piel entre los intelectuales, los artistas y los profesionales. La información recogida en la prensa, en la radio y la televisión respondía al modelo Goebbels, a la exaltación irracional y triunfalista de lo patriótico, ni siquiera se veía cómo iba la guerra. "Creo que a pesar de las restricciones que ha impuesto el régimen amplificadas por la guerra decía el redactor jefe de un diario de Buenos Aires, hemos informado con imparcialidad. ¿Qué esperan? ¿Que demos la versión de Londres? Si su país estuviera en guerra ustedes harían lo mismo que nosotros. Comparado con el "Sun" nuestra prensa popular ha sido hasta comedida y no tan belicista". Pero el repliegue de los medios de información a posiciones más realistas fue evidente en la segunda fase del conflicto. Del "estamos ganando" de las primeras semanas se pasó al "Resistimos en Puerto Argentino".
Alguna prensa y agencias luchaban por introducir la versión de la otra parte aunque corregida y en pequeña tipografía. Los que se salieron de las rígidas normas de juego trazadas por la junta militar como "Noticias argentinas" o el diario "El Patagónico" fueron cerrados por unos días. A los corresponsales alejados a 2.000 kilómetros del lugar de los hechos ni siquiera se les intoxicaba, se habían cegado todas las fuentes de información fiables. El recurso era seguir e interpretar el fluir errático de los comunicados oficiales. El resultado era un país al principio exultante. Luego incrédulo, ansioso, volcado a las emisoras uruguayas.
La actividad de la guerrilla en 1970 hasta la liquidación de sus últimas consecuencias a finales de la década ha dejado secuelas demasiado a carne viva. Miles de muertos, el exilio. ¿Puede hablarse de reconciliación, de deshielo?. La escritora Martha Mercader respondía a una encuesta de la revista "Somos". "Nos debemos una respuesta nosotros mismos porque fue el país entero el que defendió su soberanía. Aunque mi trabajo sea intelectual mis reacciones son viscerales. Por eso me duele esta Argentina de hijos que emigraron en busca de condiciones propicias para el trabajo creador, que aquí se iban clausurando una a una. Dicen que la Argentina no será la misma a partir del 2 de abril. Por supuesto. pero basta de "slogans".
Se han visto cosas insospechadas. En la televisión, controlada por tres ejércitos, no dejaba de fluir de los labios de los locutores la palabra "antiimperialista". El ministro Costa Méndez el abogado de las multinacionales, se abrazaba en la Habana con Fidel Castro. "Es el mejor actor del mundo, me decía un conocido escritor en el Café Tortoni, el "Gijón" de Buenos Aires, había que darle el Oscar de Hollywood a la mejor interpretación masculina". Es el redescubrimiento de Latinoamérica. Pero ¿Tras la efervescencia del champán quedará alguna raíz beneficiosa de este fenómeno o por el contrario se tratará de algo fungible, pasajero? "Hay que recuperar la voz" opinan muchos de los representantes de la cultura. Beatriz Guido cree que los intelectuales no han guardado silencio". "Y ojalá lo hubieran hecho, responde a 'Somos', porque fueron muchas las incoherencias y estupideces que se dijeron, no hubo unanimidad. Pero aquellos que realmento siguieron una línea de conducta a lo largo de toda una vida y no lo aman hoy al país, sino que lo aman desde siempre guardaron una coherencia que es digna de admiración. Nuestra soberanía jamás podrá estar en juego o discusión. Lo único que puede dolernos en este instante son los muertos. Ellos siempre estarán exigiéndonos una responsbilidad histórica que esta vez no podemos escamotear".