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Los sucesores de Fidel

En el mundo entero se especula hoy sobre la salud de Fidel Castro luego que sufriera un desmayo en un acto público en La Habana. Ricardo Santa María, ex embajador en la isla, analiza los distintos escenarios de su posible relevo.

Ricardo Santa Maria
6 de agosto de 2001

Con la posible sucesión del poder de Fidel Castro en Cuba van a suceder cuatro cosas. La primera, muchas personas se van a quedar con los crespos hechos. La segunda, cuando esto ocurra, todos se van a dar cuenta que este escenario está siendo preparado por la dirigencia cubana desde hace más de una década. Tercero, las reformas económicas actualmente en curso se acelerarán. Y cuarto, se iniciará una transformación política en la isla capaz de acompañar el proceso de cambio económico.

En el entretanto, y a nivel de los medios de comunicación, se va a repetir la historia de finales de los años 80 cuando, luego de la caída de la Unión Soviética y el bloque socialista, se publicaron cientos de artículos y libros hablando de la era posCastro. En la mayoría de ellos, con la precisión de un relojero, se anunciaba el día y la hora exactas en que se desplomaría la revolución cubana. Para ser absolutamente francos, en la mayoría de los casos los análisis sobre Cuba se hacen pensando con el deseo, basados en las concepciones de amor u odio que se tienen sobre ese país y su gobierno.

Empecemos con los que se van a quedar con los crespos hechos. Lo que va a pasar con la sucesión de Fidel es que el segundo al mando en Cuba, Raúl Castro, que ostenta los tres cargos más importantes después de su hermano Fidel, segundo secretario del Partido Comunista cubano y primer vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros, va a pasar a ocupar los cargos inmediatamente superiores. Así pues, en caso de que Fidel se retire, Raúl pasará a ser primer secretario del partido y presidente de los consejos de ministros y de Estado. Este último ejerce funciones delegadas de la Asamblea Legislativa cuando ésta no está reunida. Con un ingrediente adicional no menos importante: Raúl es además el ministro de las Fuerzas Armadas, léase de Defensa. Eso quiere decir que después de Fidel es el hombre más poderoso dentro de un régimen socialista como el cubano, en el cual los dos factores de poder real más importantes, además del gobierno, son el partido y los militares, ya que no existen ni grupos económicos privados ni medios de comunicación independientes. Y en el que la Asamblea del Poder Popular, el órgano legislativo de elección popular, también está dominado por los comunistas. Las más importantes organizaciones sociales, llámense sindicatos, grupos de mujeres, jóvenes, asociaciones recreativas, o de cualquier tipo, dependen del partido.

Ahora, de ahí para abajo, tampoco se vislumbran cambios: Ricardo Alarcón de Quesada, el diplomático más experimentado del país y quien está a cargo de las negociaciones con Estados Unidos, quedará al frente de la Asamblea Nacional del Poder Popular; Carlos Lage continuará en la coordinación del gobierno y las reformas a nivel interno en su cargo de secretario del comité ejecutivo del Consejo de Ministros, y Felipe Pérez Roque, antiguo secretario privado del comandante, seguirá al frente de la diplomacia de la isla. Como quien dice, todos quietos.

Por el lado del equipo económico del gobierno y los pesos pesados del partido, creo que las cosas tampoco van a sufrir modificaciones de fondo. José Luis Rodríguez seguirá de ministro de Economía y Finanzas; José Soberón en el Banco Nacional; Marcos Portales en Industria Básica; el general Ulises Rosales del Toro en el Ministerio del Azúcar y Oswaldo Martínez como presidente de la Comisión Económica de la Asamblea Legislativa.

¿Por qué seguirán ahí todos ellos, al igual que José Machado Ventura, José Ramón Balaguer, Yadira García y José Arbezú, en los cargos clave del partido? Por una verdad tan sencilla como trascendental: porque este ya es el equipo de recambio de la revolución, porque el relevo del poder ya se hizo en Cuba.

Así es. Fidel Castro viene preparando su sucesión hace más de una década. Todo se inició a comienzos de los 90 con la llegada a los principales cargos del partido y el gobierno de jóvenes de menos de 35 años. Prácticamente todos los primeros secretarios del partido en las distintas provincias, lo que en Colombia equivaldría a los gobernadores de departamento, fueron reemplazados por cuadros jóvenes salidos de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). A nivel nacional eso coincidió con la llegada al poder de Roberto Robaina, flamante canciller cubano a la edad de 37 años; Carlos Lage, que entonces contaba con 40 años, y Felipe Pérez, un fogoso dirigente estudiantil que se convirtió en la sombra de Fidel dentro y fuera de Cuba. Y, al lado de ellos, Raúl, Alarcón, Balaguer, Rodríguez como los más veteranos. Fue una revolución dentro de la revolución. Silenciosa a los ojos del mundo pero clarísima para los cubanos.

¿Qué fue lo que hizo Fidel en realidad? Le entregó el poder a una nueva generación de cubanos, 30 ó 40 años más jóvenes que él en muchos casos, todos nacidos bajo la revolución, con los cuales trabaja hombro a hombro desde hace 10 años y quienes le sobrevivirán para continuar defendiendo los principios de la revolución. Fácil de pensar pero difícil de hacer.

Habrá sin duda quienes digan que en este equipo hay fisuras, que el uno representa el ala dura y el otro la moderada. La mitad serán chismes. Quién sabe. Eso no importa. Lo que no hay que perder es el foco. La verdad es que el cuento de la sucesión en Cuba es viejo y allá todo el mundo lo sabe. Y el tema fundamental es este: ¿que pasará en la Cuba de Raúl Castro, asumiendo que él tomará el mando? ¿Seguirán o se detendrán los cambios económicos en curso? ¿Se podrá esperar algún tipo de transformación en lo político?

Lo primero es bastante obvio. Por fuerza de las realidades mundiales, el fracaso del socialismo a nivel mundial y la era de la globalización que vivimos, las reformas económicas son indispensables e irreversibles para Cuba. Van a continuar. En la práctica la economía cubana, a pesar de que no recibe recursos de crédito multilateral o de la banca privada por el bloqueo de Estados Unidos, está estandarizada en los parámetros de una economía capitalista como cualquier otra. Realiza su comercio exterior en las dos vías mediante empresas de nuevo tipo que cumplen con todos los requerimientos económicos y jurídicos del ámbito mundial. Su principal fuente de ingresos, por encima del azúcar, es hoy el turismo, y eso ha dolarizado buena parte de su economía doméstica. Los inversionistas extranjeros, europeos y latinoamericanos principalmente, seguirán llegando amparados por leyes y convenios universalmente aceptados. La economía se abrirá cada vez más, buscando nuevos mercados, transferencia de tecnología, recursos frescos para impulsar la producción interna.



La Cuba de Raul

Y en lo político, y de aquí para adelante ya entramos en el terreno de la futurología, es posible que todos se lleven una gran sorpresa cuando constaten que los cambios se podrán acelerar con Raúl Castro. Defenderá, por supuesto, la revolución, esto es un hecho, porque su lealtad está fuera de discusión, pero también seguramente querrá su sello personal en esa historia. Hasta ahora, desde la guerra, ha sido el segundo de Fidel en todo.

Me atrevo a decir que pese a que seguiremos oyendo la consigna de “patria o muerte, socialismo o muerte” veremos a un Raúl Castro tomando la iniciativa para impulsar cambios políticos. No lo veo administrando la rutina y esto, repito, es pura percepción personal, sin mucha información a la mano porque la vida pública de Raúl Castro ha sido discreta, tanto en Cuba como fuera de ella. Nunca acompaña a su hermano en los viajes y tampoco ha tenido figuración internacional. Pero lo poco que se conoce de su gestión pública da para pensar que los cambios continuarán. El convirtió el inmenso aparato militar cubano en una empresa autosuficiente y con eso le dio ejemplo a todo la nación, además de ser uno de los dirigentes que más ha apoyado las reformas económicas actualmente en curso. Ha sido un factor dinamizador de todo el proceso de transformación de la economía.

Y si esta Cuba que estoy dibujando, mezcla única de socialismo y capitalismo, de vieja revolución con nueva revolución, les parece descabellada, piensen por un minuto en el caso mexicano. En mi modesto juicio es un excelente ejemplo de cómo una nación, a lo largo de casi un siglo, logró mantener en alto las banderas de una revolución, la que nació con Pancho Villa y Emiliano Zapata, gobernada por un partido único inspirado en esa gesta revolucionaria, pero a la par permitió que el país se desarrollara y mantuviera el paso de la modernidad. Cuba de todas maneras es sui generis, sobre todo, porque la revolución siempre ha buscado, antes que nada, mantener su soberanía e independencia frente a Estados Unidos.

Con Cuba sucede a menudo que no se comprende a cabalidad que la revolución es más que Fidel Castro. Sin duda la gente en la isla espera cambios, pero los quiere a partir de las conquistas sociales obtenidas: educación gratuita en todos los niveles, salud para todos, promoción del deporte. Además la revolución cubana es un sistema de organización social, jurídico y político con toda una institucionalidad y una forma de tomar las decisiones que superan la voluntad de un solo hombre, por muy poderoso o influyente que sea. ¿A alguien le puede caber en la cabeza que 42 años de decisiones tan fuertes como aliarse con la Urss en plena Guerra Fría, o nacionalizar las propiedades de los extranjeros en toda la nación, o enviar 200.000 soldados a pelear a Africa, o apoyar movimientos revolucionarios en Centro y Sur América o, más recientemente, modificar la Constitución Nacional para permitir la propiedad privada, alguien puede decir que todas estas decisiones y mil más son obra y gracia de un solo hombre?

Hay que reconocer que ahí, en la revolución cubana, hay mucho más. Hay un orden político establecido, en el cual se toman decisiones colectivas. Gústele o no a mucha gente, existe. Con defectos y virtudes. Sin garantías para la oposición pero con sentido social. Está ahí, gobernando a 11 millones de personas, defendiéndose a brazo partido del bloqueo de la primera potencia del mundo y, lo más importante para el tema que nos ocupa, con una dirigencia renovada en los más altos cargos de responsabilidad política.

Digan lo que digan, lo que muestra el tablero de instrumentos en este momento es que, si en el corto plazo se va a producir una sucesión del poder en Cuba, este escenario está controlado desde La Habana. No se prevén cataclismos, ni terremotos, ni cismas. Creo que no habrá sorpresas. Y si las hay, vendrán luego, con un Raúl Castro al frente de una nueva etapa de la historia de Cuba: La revolución modelo siglo XXI.