El Presidente de Costa Rica, Luis Alberto Monge, presionado interna y externamente para romper su neutralidad, está buscando su penúltima tabla de salvación en la Comunidad Económica Europea, y hasta el momento ha recibido una respuesta positiva.
Con este gesto transcontinental, que puede interpretarse hasta como un desafío a Washington, Monge quiere evitar un deterioro de la situación centroamericana y posiblemente hasta una guerra. Entre el 28 y 29 de este mes tendrá lugar en la capital de Costa Rica una reunión de cancilleres a escala mayor. Participarán los países de la CEE, los centroamericanos, los cuatro integrantes del Grupo Contadora y dos invitados especiales: España y Portugal.
Esta reunión de alta diplomacia del Viejo y Nuevo Mundo (no han sido invitados ni Estados Unidos ni Cuba), tiene dos objetivos fundamentales, buscar un mecanismo para preservar la paz del istmo y sentar las bases de una cooperación más firme entre la Europa comunitaria y las naciones centroamericanas, probablemente administrando el oxígeno económico necesario para revivir al mercado común regional.
Europa mantiene la tesis de que el origen de los problemas de la región está en la situación socio-económica de esos países, y en cambio es necesario evitar que la peligrosa situación actual se deslice aún más dentro del torbellino de las tensiones Este-Oeste. A primera vista, parece una posición contradictoria con la beligerante retórica de Ronald Reagan, pero hasta el momento, la administración republicana ha visto con buenos ojos un posible aumento de la ayuda económica de la CEE a Centroamérica, asunto que ha sido propuesto en el Informe Kissinger .
Monge logró convencer a los europeos de la importancia de esta reunión esgrimiendo dramáticos argumentos en una reciente gira por capitales europeas, al principio había escepticismo. Se creía, por ejemplo, que Gran Bretaña no quería saber de una participación a fondo en los problemas delicados de cualquier región latinoamericana (recordando las Malvinas y Granada), pero cuando Monge emergió en el número 10 de Downing Street escoltado por Margaret Thatcher y anunció que la primera ministra apoyaba la reunión de San José, se disiparon todas las dudas.
El Presidente Monge, de baja estatura y figura muy ancha, parece un personaje blandengue y agobiado, pero detrás de esa imagen hay un político firme, con gran capacidad de negociación y muy seguro de sus convicciones democráticas. Recuerda en algo al venezolano Rómulo Betancourt de la década de los años sesenta.
El gobierno de Costa Rica se encuentra bajo una tormenta de presiones de la derecha y la izquierda, a nivel mundial. Como ya se supo por un documento confidencial del Departamento de Estado que publicó el Washington Post, el gobierno de Reagan presionó a Monge para que abandonara su neutralidad y rompiera relaciones con Nicaragua. En el frente interno, la Cámara de Comercio hizo presiones similares, a la vez que criticaba a los ministros tildados de izquierdistas.
Monge respondió con una enérgica negativa y advirtió que "los intentos desestabilizadores serán derrotados por el pueblo". En San José hubo una manifestación de respaldo a la política de neutralidad perpetua de Monge, que fue el evento que más gente ha reunido en la reciente historia costarricense.
A pesar del respaldo popular Monge tiene enfrente a los poderosos intereses económicos, aparte de su partido, Liberación Nacional. Para ganar espacio político hizo modificaciones en su gabinete, sacrificando a ministros como Edmundo Solano de Seguridad Pública y Fernando Berrocal de la presidencia, que eran acusados de tener vínculos muy estrechos con la Junta Sandinista. Por otro lado, sin duda buscando un equilibrio sacó del ministerio del Interior a Alfonso Carro, muy vinculado a los grupos antisandinistas y también al viceministro Enrique Chacón, considerado un activista del apoyo no solamente a los opositores nicaraguenses, sino que también tiene nexos con los "contras" de la ex guardia somocista.
Posiblemente, esta modificación del gabinete de Monge haya castigado más a la izquierda del partido Liberación Nacional, pero entre tanto también tenía las presiones del Fondo Monetario Internacional y de Estados Unidos para adoptar ciertas medidas económicas y poder renegociar la deuda externa de cuatro mil millones de dólares, la más alta entre los países centroamericanos.
En este panorama, la presencia de los diez de la CEE y de España y Portugal es fundamental para la estabilidad del gobierno de Costa Rica. De ahí que se hayan despertado enormes expectativas por la conferencia de los 21 cancilleres. "Será el acontecimiento del año en el istmo centroamericano", comentó el Servicio Costarricense de Noticias, que es oficial, y pronosticó que podría aprobarse una ayuda comunitaria más importante que la actual, que no pasa de los cien millones de dólares en cuatro años. Los porcentajes aproximados de la repartición de esa ayuda son: Nicaragua 50%, Costa Rica 21 %, Honduras 16.5%, Guatemala 9% y El Salvador 3,5%. Es probable que Monge esté disgustado porque Nicaragua se lleva la mejor tajada, y por eso aboga por una ayuda regional antes que bilateral.