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MALA RACHA

Desde la liberación de su hermano, a César Gaviria no dejan de salirle escollos en su desempeño como secretario general de la OEA.

28 de octubre de 1996

El extraño ágape co-menzó el miércoles 10 minutos tarde, a las 12:40. Mientras comieron la ensalada de queso de cabra y las pastas con langostinos en uno de los salones del viejo edificio del Congreso, los representantes cubano-estadounidenses y el secretario general de la Organización de Estados Americanos -OEA- libraron una tensa conversación. Luego del almuerzo los periodistas advirtieron cómo Lincoln Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen hacían declaraciones agresivas contra la permanencia de César Gaviria Trujillo en su cargo. En contraste, el ex presidente colombiano escogió el tono diplomático que utiliza usualmente en Washington y se limitó a señalar en términos generales que la reunión había sido constructiva.
Pero ninguno de los presentes dudaba de que Gaviria había atravesado uno de los momentos menos gratos desde cuando asumió la dirección del organismo multilateral hemisférico. Ileana Ros-Lehtinen lanzó la primera andanada cuando dijo que Gaviria, para lograr la liberación de su hermano Juan Carlos, secuestrado en Colombia, había entrado en tratos con Fidel Castro, a quien señaló como 'tirano y dictador sediento de sangre', líder de un estado 'terrorista'. Mencionó en apoyo de esas afirmaciones el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate y el naufragio de un viejo remolcador repleto de balseros en la bahía de La Habana.
Gaviria respondió que si bien los conceptos de la congresista son respetables, no son compartidos en el resto del continente y recordó cómo en pocas semanas se reunirá en Chile una Cumbre Iberoamericana en la que se sentarán, junto a Castro, todos los jefes de Estado de la región, así como el rey de España y el primer ministro de Portugal. Gaviria dijo además estar de acuerdo con sus interlocutores en cuanto a que Cuba es el mayor problema político del hemisferio, pero en total discrepancia ante la solución que ellos proponen para ese problema, que es la línea dura en todos los temas, incluido el fortalecimiento máximo del bloqueo.
Díaz-Balart, por su parte, afirmó que en esas condiciones Gaviria no podía desempeñar imparcialmente sus funciones y mencionó la votación de la OEA contra la ley Helms-Burton, para sugerir que ese resultado favorable a Cuba había sido acordado por Gaviria como contraprestación por la ayuda de Castro en la liberación de su hermano. El ex presidente colombiano contestó que se trató de una votación de 33 Estados, en cuya política exterior nada tiene que ver el secretario general de la OEA.
Ni los congresistas cubano-estadounidenses ni Gaviria esperaban limar sus asperezas en ese almuerzo, y por eso el resultado fue una especie de oficialización de sus discrepancias respecto a Cuba. La pregunta es qué tanto influirá esa enemistad declarada en el futuro desempeño del secretario general. Sobre todo si se tiene en cuenta, como dijo un importante politólogo a Semana, que en la actividad parlamentaria de Estados Unidos se impone la especialización, los congresistas tienden a seguir a los expertos y por esto Díaz-Balart y Ros-Lehtinen podrían hacer mucho daño, por ejemplo, cuando se voten las apropiaciones presupuestales.
Además es un hecho que los responsables de la andanada anti-Gaviria representan la línea más extrema contra Castro, con una animadversión motivada en parte por asuntos personales. Díaz-Balart fue cercano pariente politico de Castro, en relación con la primera mujer de éste, y Ros-Lehtinen es hija de un ministro de la dictadura de Fulgencio Batista. Los cubanos sostienen que esos congresistas no tienen autoridad moral para acusar al régimen de La Habana de terrorista, pues firmaron en agosto de 1987 una carta al gobierno venezolano para pedir la liberación de Orlando Bosch, el confeso responsable de una bomba que destruyó un avión de Cubana de Aviación en Barbados en 1976, donde murieron 73 personas, incluido el equipo cubano juvenil de esgrima. Bosch, luego de cumplir una condena irrisoria, está en Miami.
Tan dura es la posición de esos dos congresistas que, por ejemplo, Jorge Mas Canosa, presidente de la Asociación Nacional Cubano-Americana y quien actúa como un verdadero presidente en el exilio, ni siquiera ha mencionado el tema de Gaviria. Díaz-Balart y Ros-Lehtinen se han caracterizado por comprar todas las peleas relacionadas con el tema de Fidel Castro, como cuando pusieron el grito en el cielo por la designación del ex canciller socialista español Javier Solana (miembro de un gobierno amigo de Castro) como secretario general de la Otan, o cuando atacaron al presidente haitiano Jean-Bertrand Aristide por haberse atrevido a decir que estaba contra el bloqueo.
Aunque dos congresistas 'gusanos' no parecen suficientes para amenazar seriamente a Gaviria, el secretario general está pasando por una mala racha. El episodio de la resolución de la OEA contra la ley Helms-Burton le hizo daño a Gaviria al poder ser asociada con la liberación de su hermano. Es evidente que la resolución habría sido idéntica aunque no hubieran secuestrado al pariente del secretario general, pero la coincidencia convirtió a éste en blanco al presentarlo como un funcionario con una deuda de gratitud hacia Fidel. Y esta percepción no es sólo de sectores del Congreso de Estados Unidos, sino de cualquier cancillería latinoamericana que no simpatice con Castro.
Por otro lado, un controvertido organismo privado llamado Consejo de Asuntos Hemisféricos tiene montada una campaña de desprestigio contra Gaviria. Su acusaciones en su gran mayoría son ficticias, y esa entidad no tiene mucho peso en Washington, sin embargo, algunas de sus sindicaciones sobre excesos burocráticos, colombianización de la nómina y actitudes imperiales han afectado su imagen.
Si bien se trata de situaciones incómodas, tanto admiradores como dertactores de Gaviria están de acuerdo en que son insignificantes frente a lo que hubiera vivido si no hubiera tomado la decisión de ausentarse del país durante el gobierno de su sucesor .