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El presidente venezolano, Hugo Chávez, consiguió su reelección con el 63 por ciento de los votos. También promovió candidatos en otros países

Democracia

Maratón electoral

Una decena de países latinoamericanos eligieron Presidentes en 2006. La izquierda avanzó menos de lo esperado.

Santiago Torrado Periodista de SEMANA
16 de diciembre de 2006

Las páginas de la prensa del continente se convirtieron, durante poco más de 12 meses, en un observatorio electoral. Con la victoria de Hugo Chávez en Venezuela, el 3 de diciembre, América cerró el intenso ciclo de elecciones que comenzó a finales de 2005, con las victorias de José Manuel Zelaya en Honduras y Evo Morales en Bolivia, y que tuvo un punto álgido en las cruciales congresionales de Estados Unidos. (Ver recuadro).

En el camino, Michelle Bachelet se convirtió en la primera Presidenta mujer en Chile; Alan García, en Perú, y Daniel Ortega, en Nicaragua, consiguieron sorprendentes resurrecciones políticas; en México, Felipe Calderón derrotó por menos del 1 por ciento a Andrés Manuel López Obrador, quien se autoproclamó presidente legítimo, y Luis Inacio Lula da Silva conservó su puesto pese a los escándalos de corrupción en Brasil.

Pero fue el líder de la revolución bolivariana, de nuevo, el principal protagonista de la política en el continente este año. A su ya habitual y ruidosa voz antiimperialista, que sonó con mayor intensidad que nunca en la Asamblea General de la ONU, se sumó su apoyo o censura a varios candidatos en distintos lugares.

Chávez respaldó a Evo y su "refundación" en Bolivia. Envalentonado con su victoria, decidió apoyar en Perú a Ollanta Humala, como él, un ex coronel golpista convertido en fenómeno político. Y aunque Ollanta ganó la primera vuelta, el entonces impopular ex presidente Alan García, a quien Chávez llamó "ladrón", se coló a la segunda. La evidente intervención del venezolano fue contraproducente. El socialdemócrata García, ayudado por la amplia resistencia al discurso radical del clan familiar de los Humala, consiguió una segunda oportunidad para dirigir el país.

En México, la derecha del presidente Vicente Fox, que Chávez había llamado "cachorro del imperio" en 2005, comparó a López Obrador con el venezolano para satanizar su candidatura. El candidato de la izquierda, que había liderado las encuestas durante meses, perdió por un escasísimo margen con Calderón, el candidato oficialista votado por apenas una tercera parte de los mexicanos. A pesar de las manifestaciones, el clima de polarización y el 'gobierno paralelo' de Amlo, Calderón se posesionó el primero de diciembre.

En Ecuador, otro amigo de Chávez, el economista Rafael Correa, perdió la primera vuelta frente al multimillonario Gustavo Noboa. El venezolano trató de mantener un perfil más bajo que en las elecciones peruanas, pero Noboa llamó "coronel" a Correa para acentuar su vínculo. Algunos analistas empezaban a hablar prematuramente del "beso de la muerte" que podría significar el apoyo del líder de la revolución bolivariana. Pero en la segunda vuelta, Correa repuntó y ganó la Presidencia.

Tres semanas después, otro candidato cercano al autoproclamado "socialista del siglo XXI", el sandinista Daniel Ortega, consiguió, a pesar de los esfuerzos del embajador norteamericano para evitarlo, regresar al poder después de tres intentos fallidos.

Los tres Presidentes que optaron por la reelección, Lula, Uribe y el propio Chávez, ganaron con comodidad. Al final, el venezolano habló de una "ola izquierdista", y muchos aseguraron que la región profundizó su ya famoso giro. Pero en realidad el balance de la saga electoral se caracterizó por un moderado avance. "No es un tsunami rojo a lo largo y ancho del continente, sino una pequeña ola rosada, sin una agenda radicalizada, a excepción de Chávez", dijo a SEMANA el analista argentino Juan Gabriel Tokatlian.

Si bien la mayoría de los candidatos ganadores es de izquierda, hay matices importantes. La centro derecha se mantuvo en el poder en Colombia y en México, uno de los dos gigantes de la región. El otro gigante, Brasil, reeligió a Lula, que ha tenido un manejo ortodoxo de la economía y, a diferencia de Chávez, cultiva buenas relaciones con Washington. Algo similar se puede decir de Chile, que además es el gran abanderado del libre comercio en la región. En Perú, Alan García, que fue un populista radical en su primer gobierno, ganó con un discurso moderado. Incluso en Ecuador, el primer anuncio de Correa, a pesar de su talante progresista, fue que no piensa cambiar la dolarización. Y en Nicaragua, Ortega ya no es el revolucionario de otra época; para llegar al poder tuvo que pactar con sectores de derecha y necesita de la inversión norteamericana. La izquierda cabalga en Latinoamérica, pero lo hace con cautela.