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MAS LEJOS QUE NUNCA

La conferencia de paz sobre Irlanda del Norte no sólo fue un absoluto fracaso sino que coincidió con el retorno de la violencia a la isla.

19 de agosto de 1996

Parece claro que la paz no se ha logrado aclimatar en Irlanda del Norte, pues al tiempo que las negociaciones alcanzan un punto muerto la violencia vuelve a enseñorearse en las calles de Belfast. Ha pasado poco más de un mes desde la reanudación del diálogo sobre el futuro del Ulster entre los representantes del Reino Unido, el gobierno de Irlanda y los partidos políticos de la isla. En ese tiempo los avances han sido pocos, las partes no han logrado ponerse de acuerdo tanto en asuntos de forma como de fondo. Sin embargo la lentitud del proceso no parece sorprender a nadie, tanto que una fuente del gobierno británico dijo al diario londinense Daily Telegraph que "el encuentro es una pérdida de tiempo que conseguirá nada más que una falsa oportunidad fotográfica". La razón es que no está presente el Sinn Fein, el partido católico nacionalista que es considerado como estrecho aliado del terrorista Ejército Republicano Irlandés -IRA-. El Sinn Fein no se sienta a la mesa porque el primer ministro británico exigió el desarme previo del IRA. En esas condiciones el IRA rompió su cese al fuego unilateral el 9 de febrero de este año con un bombazo en la capital británica. Desde entonces otras fueron las condiciones de Londres: el restablecimiento de la tregua o el rechazo público del Sinn Fein a los ataques terroristas del IRA. Pero el líder de ese movimiento político, Gerry Adams, se negó a aceptar con el argumento de que las condenas no contribuían al proceso de paz. Pero si los pobres resultados de las conversaciones no causaron sorpresa, la andanada de violencia sí tiene aterrados a muchos. En las últimas dos semanas las calles de Belfast se convirtieron en campos de batalla. En una decisión sospechosa, el ministro británico para Irlanda del Norte, Patrick Mayhew, autorizó el paso del desfile de la Orden de Orange por el barrio católico de Portadown, cediendo así a la presión de los protestantes. Era una clara provocación porque ese desfile conmemora la batalla en la que el rey protestante Guillermo de Orange derrotó a su suegro, el católico Jacobo II, que selló la suerte de los católicos como ciudadanos de segunda. No es raro que su reacción fuera sangrienta. A los choques callejeros se sumó el retorno del terrorismo al Ulster el pasado 14 de julio. Por primera vez en 22 meses un carro-bomba hizo explosión en la isla. El blanco fue un hotel en la localidad de Enniskillen. A diferencia de los otros atentados, el IRA negó su autoría. Este habría sido obra de un grupo que se separó del Sinn Fein en 1986. El panorama para la consecución de la paz en Irlanda se podría ensombrecer aún más si, como muchos creen, los paramilitares protestantes rompen su alto al fuego. Estos declararon una tregua en octubre de 1994, dos meses antes de que el IRA hiciera lo mismo. Aunque los voceros políticos de estas organizaciones armadas insisten en su compromiso, sus militantes sólo esperan la menor señal para volver a entrar en acción. Con los hechos de las últimas semanas en Irlanda del Norte parece quedar claro que la búsqueda de la paz debe tener recintos más amplios que los salones diplomáticos. Su consecución se debe buscar en la calle, donde priman los odios ancestrales. No en vano ha sido en los barrios que el IRA ha engrosado sus filas por más de 65 años; en ellos siempre ha encontrado jóvenes católicos dispuestos a luchar por un sueño colectivo: la creación de una Irlanda única e independiente.