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MEA CULPA

Reagan se echa la culpa en el caso del Irán contras, pero no aclara nada.

14 de septiembre de 1987

Para ser el final de una ópera de nueve largos meses de duración, el discurso del presidente Reagan no desentonó. Cuando el primer mandatario se dirigió al pueblo norteamericano en la noche del 12 de agosto, pocos de sus conciudadanos creían que los enigmas y las contradicciones que se habían creado alrededor de su participación en el escándalo Irán-contras se despejarían de una buena vez. Y en realidad, a pesar de las perentorias declaraciones presidenciales, poco o casi nada quedó claro, al final, para la opinión pública de Estados Unidos. Aunque reconoció la existencia de dudas entre los norteamericanos sobre lo que realmente sucedió cuando llegó la hora de las definiciones, fue cuidadoso en pasar por el cristal sin romperlo ni mancharlo.
El discurso de Reagan constituyó, antes que nada, un esfuerzo por recuperar algo de su imagen perdida, maltratada a más no poder por todo un verano de audiencias televisadas en el Congreso. Los sondeos de opinión debieron pesar también en la decisión de llevar adelante el discurso, pues mostraban que más de la mitad de los norteamericanos creían que e] Presidente les había mentido.
La decisión más difícil fue, sin embargo, la forma como debería enfocarse la intervención. El New York Times reportó que el Presidente y sus asesores tuvieron un "vigoroso debate interno" hasta que decidieron que la estrategia para poner punto final al proceso de desprestigio de la Presidencia, no estaba en convencer a nadie sobre cuestiones concretas, sino aprovechar el creciente aburrimiento del pueblo norteamericano sobre el escándalo.
De esa forma, el Presidente se basó en una táctica que le ha funcionado en más de una ocasión. Como jefe del Estado, aceptó una responsabilidad general sobre todo lo que se había hecho, al decir: "Yo soy quien es en últimas responsable ante el pueblo norteamericano". Pero tuvo buen cuidado en no hacer "mea culpa" de ningún detalle específico ni mencionar casi nada concreto sobre las faltas de otros miembros de su administración.
La declaración de un funcionario de la Casa Blanca resume con precisión el razonamiento previo sobre el discurso: "Si hubiéramos comenzado tratando de responder a esta contradicción, y luego a aquella y a la de más allá, al final siempre habría otras, y para algunas, nunca conoceremos las respuestas verdaderas". Pero para todos quedó claro que con el discurso el Presidente trató, antes que provocar, limar las asperezas con el Congreso y tratar de enfocar la atención de la opinión pública hacia el futuro y no hacia el pasado.
La táctica de evitar responder preguntas concretas le ha dado buenos resultados a Reagan a partir del de sastre norteamerícano en Beirut, cuando 241 marines murieron en un ataque terrorista. Entonces coma ahora, asumió la responsabilidad sin mencionar las culpas específicas de su administración, como que la operación militar había sido extraordinariamente mal organizada. Pero logró su objetivo de echar humo sobre el asunto y por ello en esta ocasión resolvió aplicar un procedimiento ya probado en la práctica.
Sin embargo, el disparar al bulto para escapar de las preguntas, ha hecho que el Presidente, antes tan afecto a los "caballeros de la prensa", ahora salga literalmente corriendo cuando ve un reportero, así sea en los jardínes de la Casa Blanca. Por eso en el seno del gobierno se espera que el asunto se enfríe lo suficiente como para que la próxima conferencia de prensa, prevista para septiembre, sea más tranquila para el Presidente. En eso, sin embargo, no se cuenta con las intenciones del fiscal especial Lawrence E. Walsh, quien ha dicho que continuará con las pesquisas hasta las últimas consecuencias, sin importar el grado de expectativa que continue habiendo entre el público.
El Presidente dejó en las mismas a su auditorio sobre una gran cantidad de cosas:
.No quiso decir si su amigo William Casey, director de la CIA, conspiró a sus espaldas con el asesor del CNS, el coronel Oliver North, para desviar los fondos hacia los contras, como había afirmado el mismo North, o que Casey no supiera nada del asunto, como el mismo director de la CIA había declarado el año pasado.
.Reagan afirmó que tenía conocimiento de que los contras habían recibido "fondos directamente de terceros países y de esfuerzos privados, que yo aprecio con todo mi corazón". Pero evitó decir si tuvo conocimiento de que un complicado plan militar de suministros había sido orquestado desde el seno de su propio Consejo Nacional de Seguridad. A finales del año pasado dijo que "no conocía los detalles de la operación", y más tarde, en mayo, afirmó que habia sido "mi idea".
.No explicó porqué en una reunión con sus asesores en noviembre pasado afirmó que la venta de armas a Irán se hacía para mejorar la posición de ese país en su guerra contra Irak, pero en una intervención televisada tres días más tarde hizo énfasis en que las armas "no podrían afectar de ninguna manera el equilibrio militar entre los dos países".
.No quiso aclarar la contradicción sobre el pretendido canje de terroristas presos en Kuwait por los rehenes norteamericanos en Beirut. Su asesor Nacional de Seguridad, el almirante John Poindexter,dijo que había informado al Presidente sobre la idea de proponer a Kuwait que dejara en libertad a los terroristas si los rehenes de Beirut eran liberados. Pero el secretario de Estado George Schultz, declaró que Reagan quedó atónito al enterarse, mucho más tarde, del plan de negociación. Según Schultz, Reagan reaccionó "como si le hubieran dado un puntapié en el estómago. "
Las conclusiones del Congreso, que aún no se han publicado, y las intenciones del fiscal especial de llevar el asunto hasta sus límites, hacen pensar que se espera la última palabra de Reagan sobre éste, el mayor dolor de cabeza de su carrera política.